La elección de los terrenos de la Villa Santa Cruz de Triana
Resumen de texto de Héctor González
A medida que pasaba el tiempo, se iba viendo cuan necesaria era la fundación de algunos pueblos, que reunieran a los habitantes dispersos en los campos, o que ratificara oficialmente la espontánea reunión de caseríos en algunos lugares del Reino de Chile. Una Real Cédula de 1695, ordenaba especialmente la fundación de pueblos.
Conocedor de tales órdenes e instrucciones, don José Antonio Manso de Velasco, tuvo como principal preocupación la de estudiar y ordenar la fundación de nuevas Villas.
Para el efecto, realizó personalmente un viaje hasta Concepción, siguiendo el “camino Real”, para ver por sus ojos la configuración de los terrenos y disponer fundaciones de villas “a distancias proporcionadas unas de otras, para que puedan sostenerse en mutuo socorro”.
Fue en el otoño de 1842 cuando el Gobernador tuvo primeras conversaciones con la gente más importante de estos contornos del valle de Rancagua y, especialmente, con el Cacique del Pueblo de Indios, don Tomás Guaglén de las Estrellas.
El Gobernador Manso ya había fundado San Fernando a orillas del Tinguiririca, y pensó que era apropiado que se creara un nuevo pueblo en la ribera norte del Cachapoal, más o menos a igual distancia del ya mencionado y de la capital del Reyno.
El sitio lo juzgó apropiado, el lugar era hermoso y fértil. El río Cachapoal traía en abundancia el agua fresca y cristalina de la Cordillera. Hasta aquí podían llegar con facilidad las piedras con oro desde Alhué y de los cerros vecinos, para dar trabajo a los trapiches que se estaban levantando. El caserío indígena denominado Rancagua ayudaría a darle vida a la villa hispana que anhelaba hacer nacer. De ello ya han pasado 266 años.
Historia de la fundación de la Villa Santa Cruz de Triana
El día 5 de octubre de 1743, se llevó a efecto la solemne ceremonia de la fundación de la nueva villa, por el Gobernador Capitán General y Presidente de la Real Audiencia don José Antonio Manso de Velasco.
Estaba junto a él, el Dr. Don Martín de Jaugueri y Ollo, a quién el Gobernador había encomendado los trámites finales de la fundación, con todas las facultades necesarias para ello. Don Martín era Fiscal de la Real Audiencia, había nacido en la ciudad de Sevilla, en España y fue designado por Manso de Velasco “Protector de la Villa” facultándosele para hacer el reparto de los solares y de tierras.
Igualmente presente estuvo el Corregidor del valle de Rancagua, General don Pedro Vicente de Espexo y el Cura don Francisco de Aguilera, quién había pedido reiteradamente la fundación del pueblo.
Dando por terminado su trabajo, estaba el Juez Agrimensor General don Juan Francisco de Arrechea y otras personas importantes que se nombran quienes firmaron el documento que reproduciremos más adelante.
Después de cumplirse con una serie de formalidades, don José Antonio Manso de Velasco tomó en sus manos el Estandarte de la Compañía de Jesús y lo colocó en el centro, en señal de que tomaba posesión del pueblo, en nombre del Rey. Habló luego a la gente reunida, anunciando que la villa quedaba bautizada con el nombre de Santa Cruz de Triana, palabras que fueron recibidas “con mucho aplauso de los circunstantes”.
No lo dice el documento, y tampoco firmaron el mismo, porque lo más probable es que no supieran firmar, pero tienen que haber estado presentes los caciques principales de Rancagua Juan Miguel Mauro y probablemente el viejo cacique Tomás Guaglen de las Estrellas o su hijo.
No aparecen en el acto, no los menciona como asistentes al acto, el Gobernador en el informe que envió al Rey de España dando cuenta de la fundación de Santa Cruz de Triana. Pero allí, a pocas cuadras de la flamante villa española quedaban reducidos a las últimas tierras cuya propiedad les reconocieron, quienes fueran dueños libres y absolutos del valle de Rancagua, de sus tierras y de las aguas cristalinas del loco río Cachapoal.
Don José Antonio Manso de Velasco
LA ESTAMPA DEL FUNDADOR
El 18 de octubre de 1736 una Real Cédula de Felipe V designó Gobernador de Chile al Brigadier don José Antonio Manso de Velasco. La vida entera de este ilustre hombre, sería tema para un libro completo, cuyos capítulos más interesantes para nosotros, serían los casi siete años que estuvo al frente del Gobierno de Chile, y, entre ellos, sus preocupaciones por la fundación de Santa Cruz de Triana.
En estas páginas sólo daremos una muy somera síntesis de lo que fue y de lo que hizo el recordado fundador del pueblo que es protagonista de este libro.
En 1688 vio la luz en Logroño, en el norte de España. Se incorporó en el Ejército cuando recién contaba 17 años de edad, y durante los 31 años siguientes, su nombre destacó en forma brillante en las más diversas campañas militares emprendidas por España. La frontera de Portugal, Aragón y Cataluña, Barcelona, Cerdeña, Ceuta, Gibraltar, Orán, Nápoles, Sicilia y Lombardía fueron testigos que escalonaron las etapas de su gloria, hasta llegar al grado de Brigadier General y ostentar la Cruz de Caballero de la Orden de Santiago.
En noviembre de 1737 llegó a Chile como Gobernador y Capitán General del Reyno. Sus preocupaciones y actividades en su elevado cargo fueron múltiples; la pacificación de los Indios, el juicio de residencia de su antecesor Manuel de Salamanca, se cuentan entre las primeras. En el año 1738 realizó un viaje hasta la frontera del Sur y celebró el Parlamento de Tapihue con los Araucanos.
Emprendió luego varias obras de progreso y mostró especial interés por el adelanto del Reyno. Pero la obra más grande emprendida por Manso de Velasco, fue la fundación de ciudades. Nacieron bajo su mandato y preocupación: San Felipe de Aconcagua, Santa María de los Ángeles, Nuestra Señora de las Mercedes de Tutubén (Cauquenes), San Agustín de Talca, San Fernando de Tinguiririca, Logroño de San José (Melipilla), Santa Cruz de Triana (Rancagua), San Francisco de la Selva (Copiapó), San José de Buena Vista de Curicó.
Manso de Velasco retrató su carácter y su probidad, al rechazar la asignación dada por el Rey, una cuantiosa suma de dinero, por la fundación de ciudades. En 1745 Manso de Velasco terminó su Gobierno en Chile, uno de los más fructíferos y útiles que tuvo el Reino, para ir a asumir el Virreinato del Perú con que lo honraba el Monarca español.
La actividad y celo demostrados por el Gobernador de Chile, se reprodujeron en el Virrey del Perú y le valieron el título de Conde de Superonda en el año 1748. Después de 16 años de gobierno, se retiró en 1761 a la edad de 74 años y, cuando se disponía a volver a España, le tocó casualmente encontrarse al frente de la defensa de La Habana, en Cuba, que vio obligado a rendir ante la superioridad manifiesta de los ingleses que se encontraban en guerra con España.
Esto le valió que fuera sometido a juicio en Cádiz y Carlos II lo condenara en 1765 a cien años de suspensión de empleos militares, destierro a cuarenta leguas de la Corte y resarcimiento de daños y perjuicios.
Uno de los hombres que había dado más lustre a España por sus obras en América, moría un tiempo después, abandonado, viejo, despojado de honores y casi en la miseria, en la ciudad de Granada. Terminó así la vida del que la diera a la que medio siglo después sería “la Muy Leal y Nacional” ciudad de Rancagua.