– La entrada principal de recinto, es un verdadero peligro. Es una tarea titánica, recorrer sus pasillos y si a lo anterior, le agregamos la escasa higiene del establecimiento municipal, el panorama se torna gris
-La actual administración del alcalde Eduardo Soto, estudia un proyecto de mejoramiento integral, que considera la refacción de las añosas y destruidas veredas.
Manuel Polgatiz C.
Fotos: Marco Lara S.
Don Carlos Moreno y su esposa, avanzan temerosos por la pedregosa vía. Juntos observan y analizan los nichos. Recorren con la vista, las añosas sepulturas, que cubiertas de moho y pasto seco, dejan al descubierto el paso inexorable de los años. La pareja de octogenarios, camina a paso cansino y no sólo producto del aprecio por las tumbas, sino por lo complicado del sendero. La entrada principal de recinto, es un verdadero peligro para aquellos que ya sobrepasaron con creces la juventud. Ni hablar del grupo mayoritario de discapacitados, que día a día visitan el campo santo. Es una tarea titánica, recorrer sus pasillos y si a lo anterior, le agregamos la escasa higiene del establecimiento municipal, el panorama se torna gris y gélido, como las cientos de bóveda vacías. “Nosotros venimos de San Vicente y esta situación es una constante. Hace más de 30 años que el escenario es el mismo. No cambia ni se modifica. Es extraño que nadie se haga responsable del trance, pues como todos saben, aquí se genera mucha plata”, señaló Carlos Moreno.
Una de las situaciones que más incomoda a los asiduos visitantes, es la falta de mantención. Si bien reconocen que de un tiempo a esta parte, ha habido significativos progresos, aún queda mucho por mejorar. “Desde que uno ingresa al cementerio, se encuentra con demasiados desperdicios tirados en el suelo. Los nichos antiguos, no tienen tratamiento. Las flores estás marchitas y mal olientes. El muro que contiene los ataúdes, no se pinta hace décadas y a veces, ni siquiera hay agua disponible para lavar los recipientes”, relató el hombre que pinta canas y se esconde bajo gruesos anteojos.
Opinión que es compartida por Lucila Alarcón, añade un par de datos más, que seguramente tendrán que ser considerados por los administradores del local. “Desde la época que estamos viniendo, la veredas son un desastre. Yo que ya soy vieja, me cuesta transitar. Para sortear las piedras y palos que hay en el camino, me vengo derechamente por la tierra. Eso no puede ser. Alguien tiene que velar por el resguardo de los usuarios. Lo único que hacen, es pintar un poco las paredes de acceso y cortar el pasto, ahora que se avecina el día de todos los difuntos (lunes próximo).
Se unió a las anteriores versiones, Cristian Alarcón. Rancagüino de nacimiento y curicano por adopción, el joven profesional quiso exponer su punto de vista. Partió como todos, reclamando por los sinuosos caminos y terminó despotricando contra los servicios higiénicos (construidos sobre la base de un improvisado container). “Son un asco. Y no hay más que agregar ni quitar. Entrar al baño, es un suplicio para los hombres, ya me imagino como será para las mujeres, que son más delicadas”, manifestó. “Yo comparo este establecimiento, que depende de la Corporación Municipal, con el de Curicó y de verdad, que hay grandes distancias. El de allá es un paraíso en relación a este”, enfatizó.
ESCASA SEGURIDAD Y CERO INVERSIÓN
No dejan de tener razón los denunciantes, ya que, según las informaciones recabadas en el campo santo, las veredas por ejemplo, no se renuevan hace más de 43 años. La última refacción de los senderos, se desarrolló en la década de los ’70 y desde esa fecha, la destrucción de las mismas es inevitable, debido al alto uso. Otro de los problemas que más afligen a los clientes, propietarios y funcionarios, es la seguridad, que por estos días, se ha visto doblegada por la acción irracional de delincuentes, que virtualmente, saquean las tumbas. “Se roban las manillas, cristos y todo tipo de objetos de bronce. Noches atrás, una corrida entera de bóvedas, aparecieron sus letras que indican el nombre de la familia. Eso es algo que no podemos seguir tolerando”, aseveró uno de los trabajadores encargados de la mantención.
En las casi 10 hectáreas que posee el parque, sólo existen actualmente, dos guardias de seguridad. Poco muy poco, si consideramos que mensualmente, se entierran entre treinta y sesenta personas y por cada una de ellas, se cobran derechos que superan los 2 millones de pesos. ¿Si el dinero existe, por qué no reinvierte?. Pero esos montos, no son lo únicos que percibe la Corporación Municipal, ente encargado de la administración, sino también otras cifras. Por concepto de inhumación (cada vez que se reabre la tumba para enterrar a otro familiar), el pago fluctúa entre los 40 y 150 mil pesos, dependiendo del parentesco. Si los deudos desean instalar una lápida, que consigne la fecha de nacimiento y deceso del fallecido, son 18 mil pesos. En resumen, una cuenta de gastos no menor, cuyos destinos finales, no están dirigidos a reorganizar y mejorar el servicio
“SABEMOS DE LOS PROBLEMAS Y NOS COMPROMETEMOS A SOLUCIONARLOS”
El edil de la capital regional, Eduardo Soto, confirmó que el organismo que él representa, tiene absoluta conciencia de los inconvenientes y ya trabajan en un proyecto de mejoramiento global. “Lo más urgente, es reponer la veredas. La gente no puede seguir teniendo esos problemas para llegar a ver a sus seres queridos. Me reuní con los encargados del tema y esa será la primera medida en un corto plazo”. El programa contempla una inversión de 90 millones de pesos, que serán destinados íntegramente a la repavimentación de los caminos internos. Respecto al destino de los dineros recaudados, el alcalde reconoció que son derivados a la corporación y desde allí se distribuyen. “Buscaremos la fórmula para que esas platas, en un porcentaje no menor, puedan pasar a formar parte de una cuenta, que sea sólo utilizada por la administración del cementerio”, finalizó.