Hubo momentos en que muy pocos confiaban en que Chile podría producir vinos de calidad. Los buenos vinos eran europeos, y los nuestros eran un remedo de menor categoría. En aquellos años, hubo precursores de una incipiente industria que en la actualidad mueve millones de dólares, y en Rancagua, tenemos el privilegio de contar con uno de aquellos connotados.
Se trata de Emilio De Solminihac, enólogo y propietario de Viña Santa Mónica, quien nos recibe en su despacho, a pesar que tiene trabajo hasta tarde. Regalándonos la posibilidad de saber de su propia boca lo que opina del mundo del vino, y su devenir presente.
¿Cuándo comienza usted en el mundo vitivinícola?
“El año sesenta, aproximadamente, comencé a trabajar en vino acá, y luego de ser agrónomo en Chile, me fui a estudiar a la Universidad de Burdeos en Francia, y llegué aquí con las ideas de la época y traté de aplicarlas, primero como enólogo en viñas de la zona y en alguna asesoría que tuve en Santiago, y después de un tiempo, de una primera etapa, en la que tuve un laboratorio y daba consejo técnico, que sé yo, de repente me picó el bichito de tener una viña y ser propietario. Entonces, ahí compramos la viña en un terroir que era bueno, que era óptimo, y empezamos a desarrollar este proyecto.
¿Qué características tiene ese terroir?
“Creo que las principales que uno busca en una Viña. Un buen drenaje, una estructura de suelos que se adapte a diferentes cepajes, que son los que se dan bien aquí, y un clima que sea amigable con la viña. Yo prefiero esta zona, más que al sur, porque llueve mucho en el sur, y dan cosechas más irregulares. Tenemos suelos que son poco fértiles, que generan vinos más concentrados. Un excelente drenaje, que creo es fundamental para hacer buenos vinos”.
¿Qué piensa de mundo del vino hoy, con la influencia de la crítica norteamericana?
“Bueno, a los americanos hay que mandarle los que ellos quieren y a los australianos lo mismo. La industria del vino está volcada a esa moda, y nosotros también participamos de ella, pero a mí me gusta mantener un poco el estilo, el de nosotros”.
¿Cómo definiría ese estilo?
“Es un estilo que además de tener fruta, tiene que tener una fruta más madura y al mismo una mayor complejidad, que les da una característica diferente que lo hace más armónica con las comidas y hace disfrutar mejor, sobretodo porque gran parte de los vinos se ingieren comiendo”.
¿Qué piensa de esta tendencia, de estos vinos bien frutosos, con sensaciones muy fuertes en la boca?
“Es relativo, si es de una gran fineza, un equilibrio aromático que define bien algunos cepajes, me parece interesante. Ahora, hay vinos que como aperitivos funcionan muy bien que son varietales”.
Parado aquí en Rancagua, ¿Cómo ve al público rancagüino? ¿Ha aprendido algo de vinos en estos años?
“Muy poco, muy poco, porque, en general, en Chile todavía estamos a años luz de un incremento del conocimiento y de la cultura del vino, porque a pesar que somos un país productor; aquí hay, por ejemplo, el gremio del sommelier, que no sé si habrán unos 100 o 120 de ellos. En Brasil, que no es un país productor de vino, o cuya relevancia es mucho menor a la de Chile, por la extensión de tierra en relación con su población, pero ellos siempre ha tenido importaciones de vino de diferentes orígenes, y allá existen a lo menos dos asociaciones de sommeliers, y cada una tiene más de 3.000 participantes. Entonces me han invitado y hemos estado en reuniones, y veo que entienden bastante”.
En Chile tenemos, el problema que no nos tomamos lo que producimos. El mejor vino se exporta. ¿Qué le diría usted a ese ciudadano medio de lo que está consumiendo hoy?
“Bueno, lo primero es que si le interesa el tema del vino, debiera tratar de aprender y, lo más importante, más allá de lo que le puedan decir o leer, es que se forme una opinión personal, porque esto es un poco como lo que pasa con la comida. Para mí, hay comida chilena que es excelente, pero es tan simple como que me gusta o no me gusta.
El vino igual, no porque un vino le gusta a Patricio Tapia, el vino debe ser muy bueno. A mí me gusta este vino, porque a mi gusto personal es un vino que es bueno para acompañar las comidas. Eso es importante, que cada persona llegue a hacerse un criterio personal, de qué vino es bueno para él y cuál no”.