Por Carolina Castillo C.
Fotos: Nico Carrasco.
Maricarmen Ansoleaga trabajaba en el conservador de Bienes Raíces de Rancagua, y falleció después de meses de batallar en contra del cáncer que le detectaron en enero de este año.
Quienes la conocieron, cuentan que era un ejemplo de trabajo y de mujer, además destacaron de ella, cualidades como el compromiso y el inmenso amor que profesaba a sus hijos, y seres queridos.
Maricarmen, fue esposa de Juan Guillermo Briceño, quien también trabaja como abogado en el Conservador de Bienes Raíces de Rancagua.
Ayer, amigos y familiares se reunieron en el velatorio, ubicado a un costado de la Iglesia Catedral de Rancagua, ello para acompañar a Maricarmen.
La misa por su eterno descanso, se realizará a las diez de la mañana en la Iglesia Catedral, posteriormente sus restos mortales serán trasladados a Santiago, específicamente al Cementerio General, donde quedarán en el mausoleo de su familia.
María Eugenia despide a su amiga
“Mi querida amiga. La verdad es que no sé cómo nombrarte; fuiste tanto para mí. Y en tantas circunstancias. Mi confidente, mi hermana, mi consuelo y desahogo en tantos momentos de mi vida, al igual como yo traté de hacerlo contigo.
Cuándo imaginaríamos, en los tiempos de colegio, que nuestras vidas estarían tan atadas hasta el día de hoy; por las penas, dolores y alegrías que juntas vivimos.
Pero, no es eso lo que en este momento deseo destacar de ti; quiero que todos los que hoy te despiden y te lloren, sepan que en todos los ámbitos en que te tocó desarrollarte, fuiste inmejorable. Quiero decirle a todo el mundo, que como tía de mi hijo José Miguel, fuiste maravillosa, acogedora, amorosa. Como hija, no me corresponde a mí realizarlo, pero pienso que todos los que tenemos hijos quisiéramos, especialmente al final de nuestras vidas, tener a una hija tan generosa en afectos como tú fuiste con tus padres.
También quisiera destacar el papel espléndido que obraste como madre, recibiendo como recompensa a unos hijos maravillosos, responsables, cariñosos y entrañables, a quienes tú les profesabas cariño.
Amiga. Mi querida Maricarmen, en estos momentos descansas; dejándonos una lección de fortaleza enorme, que sé que quisieras que imitaran todos los tuyos. Ellos también comprenderán que tu pena no era por tu sufrimiento, sino por el de ellos, que deben continuar —en tu nombre—, con su vida, sus proyectos y anhelos; los mirarás desde el más allá, viendo la realización de cada uno.
Siempre, y ten la certeza, que permanecerás con nosotros en todo momento, y ten la certeza, que permanecerás con nosotros en todo momento y que tendremos tu lección de vida muy presente en cada paso que demos a diario.
Maricarmen querida. Hasta pronto. Siempre te llevaré en mi corazón”.
Kena.