El dogma de la Inmaculada Concepción de María, fue proclamado por Pío IX el 8 de diciembre de 1854, dice que «María, por un privilegio único, fue preservada de la mancha original desde el primer instante de su concepción».
Desde entonces esta festividad ha pasado a ser la más popular y solemne de la Virgen.
Pero es necesario resaltar que esta condición especial de María no la hace una divinidad, es ciertamente el ser humano más cercano a Dios, pero no es dios. Por lo tanto, los milagros y los favores concedidos, no son realizados por María ni por ninguno de los santos. Sólo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo son todopoderosos. Son Dios y por la interacción de María o de los otros santos que presentan nuestras causas a Dios es que los milagros –a veces- suceden. Así, el santo fundador de la congregación de los Hermanos Maristas Marcelino Champagnat definía a María como nuestro “Recurso ordinario”, o mejor dicho en buen chileno “nuestro pituto en el cielo”, porque ¿qué le negará Cristo a su Madre?.