Carolina Castillo C.
Fotos: Nico Carrasco.
Mónica Contreras, José Guajardo, Imelia Miranda y Ana María Fuenzalida trabajaron más de 10 años en la librería Andrés Bello. Ahora, a menos de dos días del cierre definitivo de la librería en Rancagua, todos ellos tienen sentimientos encontrados. Y es que, según ellos, la lectura va de mal en peor para los habitantes de la capital regional.
La encargada de local, Ana María Fuenzalida contó que la orden vino desde los ejecutivos santiaguinos. “A nosotros nos avisaron en el mes de octubre que íbamos a cerrar. Nos dijeron que la razón era por la baja venta de libros”, dijo.
Claro, si se analiza desde ese punto de vista. Hace tiempo que las ventas de libros han caído en el mercado. Hecho que se explica —en parte—, debido las ventas piratas y la gratuidad que ofrece Internet. Esto no sólo en el ámbito de la lectura. Un fenómeno parecido se vive en cines y en locales que arriendan películas. La cultura de lo gratis se impone en estos casos. De hecho, se impuso en el caso de la librería Andrés Bello, que cerrará el día 24 de diciembre.
“En Rancagua las librerías no duran, a lo más un par de años. No sé si la gente es realmente mala para leer o mala para comprar libros, porque hay personas que compran. Personas o clientes recurrentes son pocos. Los jóvenes aparecen poco por estos lados, y pienso que un buen grupo baja libros de Internet”, contó Ana María, que junto a sus compañeros engrosarán la lista de la cesantía desde mañana.
La librería, que funcionaba en la capital regional desde hace aproximadamente doce años, se cambió en varias ocasiones de lugar físico. Estuvo en el Shopping, luego en el centro, y terminó su periplo en la Plaza América, donde estuvo en dos locales.
La “Andrés Bello”, era una de las librerías más completas. Ello porque contaba con todo tipo de textos, incluyendo jurídicos, escolares, best seller, infantiles, entre otros. “Siento que aún estamos viviendo el duelo. De hecho hemos vendido prácticamente lo mismo que el año pasado a la fecha —8 millones de pesos—, y a la fecha se han facturado poco menos de 6 millones y medio neto”, dijo la encargada de local.
La gente entra a “goteo” al pequeño local de la librería, quizás atraídos por el enorme “Hasta un 80% de descuento por cierre”, que se aprecia en uno de los ventanales. “Me parece pésimo que se vayan. Es triste porque uno se da cuenta de la falta de educación que hay Chile, y de la poca o nula motivación que hay en las casas en lo que a lectura respecta. Pienso que se ha perdido el significado de lo que representa comprar un libro”, contó Bárbara Peña, quien era una asidua visitante de la librería.
Por su parte, Imelia Miranda, que también trabaja en la librería comentó que le afecta el hecho de quedar sin trabajo. “Acá no hay otra librería más completa que esta. Es una pena porque Rancagua se quedará sin librería, eso habla mal de esta ciudad. El impuesto al libro históricamente nos ha afectado también, además nuestros lectores vienen cuando hay libros de moda. Basta que una persona en la televisión nombre un título para que lleguen todos acá”, dijo.
IMPUESTO AL LIBRO: IMPUESTO AL CONOCIMIENTO
Un refrán dice que “Nadie es profeta en su tierra”. En este caso se aplica a que siendo Chile un país un país de escritores, un gran porcentaje de la población consume la nada misma de libros. Además, el impuesto que hay en el país por la compra de ejemplares alcanza a un 19 por ciento —el más alto de América—. Hecho con el que las editoriales batallan a diario. De cambios, siempre se habla, pero finalmente nunca ha pasado nada.
Respecto a los bajos índices de lectura, el Seremi de Educación, Mario Avilés comentó que “los alumnos de enseñanza básica tienen poco interés por leer. Si esto lo proyectamos a la enseñanza media, la situación empeora. El interés por los videojuegos, la televisión o Internet fomenta que la gente no lea”, destacó.
La escritora Isabel Allende, quien está de visita en el país desde hace algunos días, comentó en una entrevista que el impuesto al libro es demasiado alto en comparación con otros países; hecho que nuevamente deja en evidencia el retraso que hay en Chile respecto al tema. De hecho, un libro siempre cuesta, entre los 5 y los 20 mil pesos. Y más, si se trata de textos de estudios universitarios.
“En general los jóvenes no leen, uno lo verifica con los hijos. Uno puede entender que es una consecuencia lógica del alto impuesto al libro. La librería era bastante especializada, y tenía muy buena calidad de textos. Entiendo esto como una consecuencia. Quedan librerías, pero vinculadas a vender, también, otros artículos”, comentó respecto del tema, el alcalde de Rancagua, Eduardo Soto.
El cierre de la librería “Andrés Bello” es inevitable. Mañana será el último día de ventas. Después, sólo quedará para los vendedores devolver los libros restantes a Santiago, donde está la casa matriz de la librería.