Por: Julio César Moreira
Fotos: Marco Lara
Cayó desde 1.500 metros de altura. Dos parches cubren parte de sus cejas y tiene una vértebra lumbar resentida, pero que no le impide movilizarse normalmente.
Y eso es todo.
“Me he gastado cinco vidas. Me quedan cuatro. Le hago verónicas (fintas que hacen los toreros) a la muerte”, es su comentario ante tanta fortuna.
Armando Segundo Gajardo Pinto, de profesión piloto, e instructor de vuelo, dice la pura y santa verdad.
Así lo avala su amplia bitácora de aterrizajes forzosos, y emergencias aéreas que, necesariamente, ha debido enfrentar en las 8 mil horas de vuelo reconocidas, y otras 2 mil no protocolizadas.
Con todo ese tiempo arriba de un avión, es casi imposible no haber flirteado con la muerte. Sobre todo si, a excepción de oriente, ha volado por casi todos los cielos del orbe.
El último “cara a cara” con la parca lo tuvo el sábado 19 de diciembre, cuando su avión cayó estrepitosamente, desde los 4 mil pies, en medio de un terreno agrícola, en la comuna de Graneros.
Desmiente, tajantemente, haber sufrido una pérdida de conciencia durante el vuelo. Hecha su aclaración, cuento los dramáticos minutos de su caída, y cómo lo intentó todo por evitar el feroz impacto (Nota aparte).
UN DURO
ENTRENAMIENTO
Gajardo Pinto se mantiene en constante “entrenamiento”.
Una semana antes del accidente, viajó a Estados Unidos, a dejar un avión; para lo cual navegó durante 60 horas y cruzó los cielos de una decena de países.
Anteriormente había hecho lo propio a Europa, trasladando dos aeronaves, que le implicaron pasar por 15 naciones del Ártico, en el hemisferio norte: Groenlandia, Islandia, Irlanda, Escocia, el Lago Ness, el Reino Unido, el Canal de la Mancha, Francia, entre otros sitios.
En Chile, ese mismo ejercicio lo realiza volando hacia la isla Juan Fernández, pilotando un avión ambulancia.
Una vertiginosa carrera hacia el impacto total
“Seguía haciendo intentos, mientras el avión caía”
-El piloto aclara que no perdió la conciencia mientras volaba, y que el accidente se produjo porque el motor se detuvo cuando iba a 4.500 pies.
El del sábado 19 iba a ser un vuelo rutinario, para Armando Segundo Gajardo Pinto. Pero ¡vaya! que resultó increíble.
Ese día trasladó a una persona- al dueño del monomotor modelo Moony M20 K- desde Tobalaba a San Javier, en la Región del Maule.
El avión tenía suficiente combustible como para ir y volver.
El viaje hacia el sur transcurrió en la más absoluta tranquilidad. Al llegar a la losa del terminal detuvo el motor para descansar un rato.
Los problemas comenzaron al intentar retornar a la capital.
Eran alrededor de las 18 horas.
“Cuando lo quisimos poner en marcha, el motor no partió y la hélice giraba en banda. Lo intentamos unas 10 veces, con distintas técnicas. Tengo 4 mil horas de vuelo en monomotores y yo enseño las técnicas de partida a mis alumnos. Pero en este caso no partió, por lo que me bajé”, narró.
El dueño de la máquina se hizo cargo, y subió a ella, señalando que ésta no se la podía ganar a su propietario.
De alguna manera logró echarla andar. Gajardo se puso al timón y enfiló hacia el norte, para regresar a Santiago.
Todo era normal. Pasado Rancagua, los dos indicadores marcaban normal. No había ninguna luz de alarma.
Intempestivamente “se paró el motor. Estaba a 450 pies de altura. Le pegué una mirada al flujómetro y de doce bajó a 8. Dije, se acabó el combustible”.
De inmediato puso el estanque más lleno, en el cual había 18 galones. El GPS acusaba 72 millas de Santiago y 30 minutos de tiempo para arribar allí.
Intenta la primera partida del motor apagado.
“Un novato se habría asustado y hasta paralizado. Pero en mi caso eso no ocurre, porque he tenido fallas de motor. Tuve dos en el último viaje a Europa, con detención completa de motores. Seguí maniobrando”, aclara.
Vuelve al accidente de Graneros, imitando el sonido que hacía el motor, y narrando pormenores de cómo intentaba retomar el vuelo, en tanto la máquina caía, vertiginosamente, hacia la tierra.
“Seguía haciendo intentos, mientras el avión caía. Por ser de alta perfomance, este tipo de aviones cae como un verdadero piano. Iba a poca altura, a no más de 1.500 metros”.
No recuerda cuántas veces, pero siguió recurriendo a todas las técnicas tendientes a recobrar el vuelo de la nave, pero el motor no respondía.
“El avión empezó a caer, a caer y yo intentando poner el motor en marcha. En vista que no partía, comencé el viraje, para volver a Rancagua, en donde sabía que había una pista. Cuando quedé enfilado hacia Rancagua, me di cuenta que no alcanzaba a llegar a la pista, porque el avión venía cayendo muy rápido”.
Miró hacia la carretera, y divisó el by pass y la 5 sur.
Al ver hacia su derecha (el by pass) “había dos vehículos: uno que iba y otro que venía. Entonces dije, si me tiro a la carretera es más peligroso, porque está con vehículos”.
Observó hacia abajo, para constatar que “había un terreno arado, por lo que me tiré hacia ese terreno, pero siempre tratando de hacer andar el motor. Cuando estaba a unos 100 ó 50 pies, bajé el tren de aterrizaje, hice contacto (topó tierra), y ahí perdí la conciencia”.
No recuerda, quién lo sacó desde la cabina. Sólo sabe que despertó en el Hospital Regional.
Especifica que la lesión en los párpados no tiene que ver con que se haya golpeado con algún objeto contundente. “Al caer con la máquina, se me produjo un derrame de los vasos sanguíneos que me dejaron los dos ojos morados y una vértebra lumbar resentida”.
Las peores carreteras aéreas
-¿Son muy distintos los cielos?
– La climatología es distinta de acuerdo al país y la latitud en la que uno se encuentra. Chile, por ser largo, tiene distinta latitudes, pero los cambios meteorológicos son más bien pausados.
Desde Lima – donde siempre permanece nublado-, hacia el norte, los cambios son muy variables. En Guayaquil, los cambios son violentos y rápidos. Aparte de la turbulencia de esas zonas, hay también mucha actividad eléctrica y formación de hielo. Los peores cielos para navegar están en Ecuador y Cuba.
-¿La carretera aérea chilena cómo es?
– Los cielos chilenos son buenos. Hay pilotos que con 20 nudos no vuelan, y yo me he encontrado en la cordillera con vientos de hasta 160 nudos.
– ¿Pero hay en Chile zonas complicadas para volar?
– El sur de Chile es complicado, por la isoterma 0, por la formación de nubes y por los despeñaderos o desfiladeros que son verdaderos pasadizos de montañas. Los que vuelan ahí son muy valientes y diestros.
Acá en la zona central los cambios meteorológicos son muy pausados, muy predecibles y estables. No hay problemas.
“El flaquito de arriba me echó una manito”
-¿Qué opina su familia de su continuo juego con la muerte?
– Le hago verónicas a la pelá. Mi familia entiende que es mi pega. Un camionero a lo mejor está más expuesto que un aviador.
– Esto que le ocurrió a usted es un milagro para nosotros, ¿y para un piloto avezado que es?
– Para mí que ando en las 10 mil horas de vuelo, son gajes del oficio. Así como quedan en panne los vehículos, también quedan en panne los aviones. La diferencia es que el avión no se detiene. Y este que es de tipo deportivo, que anda por sobre los 200 nudos, al quedar sin motor, cae como un piano, y los 4 mil pies los pierde en un par de minutos. De todas maneras es un milagro, porque podría haber quedado lisiado. El flaquito de arriba me echó una manito.