Por: Carolina Castillo C.
Fotos: Felipe López.
Son esas historias anónimas. Aquellas que hacen las personas sin esperar recompensa alguna, y que son más gratificantes para quienes las realizan. No son materiales, tienen que ver con el darse a otra persona, servirle, sin esperar nada a cambio. Eso es lo que hicieron Rosa Flores y Helvecia Macaya —junto a otros vecinos— durante todo el tiempo que tuvieron a su cargo a Rosamel Rolando Muñoz, que tiene 82 años.
El anciano, que vivía en una pequeña pieza en el patio de una casa de la población Santa Cruz de Triana, fue trasladado ayer hasta el Hogar de Ancianos San Joaquín, ubicado en el Pequeño Cottolengo de la capital regional.
“Don Rola” estaba esperando a las personas que lo iban a ir a buscar. “Voy a jugar brisca allá. Lógico que quiero que me lleven a un hogar, pero tienen que decirle a la Rosa que no se caiga tanto”, dijo Muñoz, mientras comía un helado de chocolate.
Ahí también estaban Rosa y Helvecia, quienes decían estar felices de que su vecino se fuera a un lugar mejor. “A mí me da pena que se vaya. Es lógico, ha estado acá con nosotros por mucho tiempo, pero sé que se va a un lugar mejor”, comentó Rosa Flores. Su amiga, Helvecia, reconoció que no lo dejará solo. “Por supuesto que seguiremos visitándolo. La verdad es que estoy contenta, porque ahora él va a estar mucho mejor cuidado, con especialistas”, dijo Helvecia.
“Don Rola” esperaba en la puerta de su pieza, pero pedía que le llevaran fotos de todos sus vecinos y amigos, para no sentirse solo. “Te vamos a ir a ver Rola”, le insistían sus vecinas. Pasadas las 16 horas, llegó la asistente social del Pequeño Cottolengo, junto a una ayudante y un conductor. Subieron a Rolando a una camilla, y lo trasladaron al Hogar “San Joaquín”, su nueva casa.
En la habitación de madera quedó un desteñido diploma, que daba cuenta de una de las pasiones de este carpintero de profesión. El reconocimiento le adjudicaba el primer lugar de un campeonato de pool. Y es que para él, sigue siendo una de sus pasiones. “Voy a estar mejor allá, aunque no conozco”, dijo antes de partir y dejar su antigua morada.
En el patio quedaron Rosa y Helvecia, quienes no quisieron ir a dejar a Don Rola, pero sí se despidieron de él. Una de ellas comentó que irá a verle hoy. Además serán sus apoderadas en el hogar. “Le vamos a pedir a la señora Miriam, que le arregló sus pies, Y si quiere ser apoderada del Rola también”, dijo emocionada Rosa.
Una vez en el Pequeño Cottolengo, Rolando fue trasladado a la enfermería para ser evaluado nuevamente. Ahí, tuvo que esperar un momento. Luego pudo conocer su nuevo hogar, donde hay grandes habitaciones, camas en buen estado y, por supuesto, profesionales que se encargarán de proporcionarle al anciano una mejor calidad de vida en su vejez.