Ya por mucho tiempo que los tradicionales “almacenes de barrio” se lanzan en la épica lucha de competir con gigantescas cadenas de supermercados y el crédito. El rito de ir sagradamente al boliche de las esquina para comprar el pan o las verduras se ha dejado de lado, por una compra rápida aunque cada vez más impersonal en el retail. Lo difícil de mantener locales en el barrio no es un secreto para nadie, pero la tarea se complica aún más cuando la economía pasa por momentos de crisis y la gente debe ajustarse el cinturón para comenzar un estilo de vida de corte austero.
La complicada situación de la economía doméstica en muchas familias de nuestro país, ha propiciado que mucha clientela dejara de lado a los supermercados y regresara en gloria y majestad a los negocios de barrio.
Las principales causas son el sobreendeudamiento por tarjetas de crédito y la reducción en los ingresos de una familia, lo que ha incidido en compras simples como un paquete de tallarines o uno de arroz, a diferencia de la compra a largo plazo o mensual realizada en otro tipo de comercios. En este sentido, Manuel Ortega, locatario de un minimarket y verdulería en la población Fundación O’Higgins –conocida popularmente como Población Las Viudas– de la capital regional, admite que no ha tenido mayores dificultades a raíz de la crisis económica mundial y que, incluso, sus ventas habrían tenido un aumento.
“No he tenido problemas, el mismo hecho de que la gente se haya encontrado sin plata benefició a que regresaran al boliche de la esquina y no al supermercado, ya que acá pueden realizar compras más chicas como paquete de tallarines o una cebolla”, relató el microempresario.
Asimismo, Ortega destacó algunas ventajas de los negocios en determinados sectores, ya que ofrecerían un mejor servicio y tendrían mayores facilidades en tiempos complicados. “Cuando la plata escasea, la gente del barrio se asegura y no se encalilla. La gente ha vuelto al negocio del barrio, el que abre temprano y cierra a las once de la noche”, destacó Ortega.
Hoy no se fía… Mañana sí”
La recuperación del mercado de los alimentos y verduras por parte de los minimercados y autoservicios de barrio, ha hecho resurgir un clásico medio de pago, el nunca bien ponderado y, a veces poco honorable, fiado La gente se ha reencontrado con su “casero”, pero en momentos en que posee menos dinero en efectivo, por lo que ha recurrido a este vetusto sistema crediticio.
Hace unos meses, Rafael Cumsille, presidente de la Confederación de Comercio Detallista y Turismo de Chile (Confedech), aseguraba al portal Cambio21 que “si en las grandes cadenas utilizamos las tarjetas de crédito, en el barrio utilizamos el fiado y también es válido que se haga. Es una tendencia que si bien se empleaba poco no se había olvidado. Lo que sin dudas la reflotó fue la crisis”.
Adelaida Cantillana, quien posee un almacén en medio de la Población Rubio, admite que para evitarse mayores problemas puso un cartel, en el que advertía a sus clientes que no se fiaba, ya que son pocas personas las que cumplen.
La práctica del fiado, sólo se ha mantenido con clientes de mayor trayectoria y de confianza para el dueño, en la mayoría de los locales de alimentos.
Para muchos expertos, en la actualidad, la economía está transitando por un proceso de reactivación, por lo que lo peor ya habría pasado. No obstante, esta situación no ha sido palpable para muchos locatarios de almacenes y quioscos de Rancagua, quienes consideran que la crisis económica todavía se encuentra dando sus últimos coletazos.
En efecto, la señora Adelaida asegura que la gente compraría lo más barato, ya que no tendrían mucho dinero. Por lo mismo, tuvo que bajar el precio del pan, con el fin de atraer clientela, pues “así la gente compra más”, sostuvo. De la misma manera, la administración del Minimarket Santa Marta, en el centro de la ciudad histórica, nos contó que “se vende menos, la venta de pan se ha disminuido casi a la mitad”.
El local, ya con diez años en el rubro, ha venido sufriendo una baja en sus ventas desde hace un año, por lo que la lista de productos para abastecerse ha disminuido, en vista de la poca demanda. Sin embargo, sus dueños catalogan la situación como estable y optimista.
Sin lugar a dudas, el año 2009 complicó la situación de muchos locatarios, pero en el 2010 se vislumbra un futuro promisorio, en base a la estabilidad que se vive hoy por hoy. Si bien la crisis golpeó a muchos microempresarios, sí sirvió para reencontrar a los vecinos con sus “caseros”, con el boliche del barrio.