Julio César Moreira
Fue como si bajo los fundamentos de la casa una descomunal serpiente reptara, y con sus corcoveos lo desordenara todo, botando muebles, rompiendo ventanales, fracturando paredes y sembrando, sin piedad, el pánico en niños y grandes.
Afuera, un raro viento tibio parecía succionar los rezos de los vecinos que pedían protección a Dios, en tanto la luna llena observaba, magistral, la ira de la tierra.
El caos y el miedo despertaron a los rancagüinos a las 3: 34 de la madrugada; sobre todo a quienes viven en el casco histórico de la ciudad, en donde aún quedan viviendas de adobe y también a los que habitan edificios de altura.
Los testimonios de los afectado, entregados a minutos de ocurrido el terremoto, resultan desgarradores.
“Tuvimos mucho miedo. No hemos entrado a la casa, así es que no sabemos qué ha pasado. Lo primero que hicimos fue levantarnos y salir a la entradita de la puerta. Rezamos mucho y nos dimos cuenta que el ser humano es como una paja de trigo ante la naturaleza”, relató Héctor Jaña, el que, al igual que su esposa, abrazaba a uno de sus atribulados perritos.
“Yo vivo en el piso 16 y bajamos las escaleras soplados. Nos pillamos con un mar de gente entre las escaleras que estaban deformadas enteras. Quedó demostrado que este edificio está bien hecho. Fue peor que el de 1985. Sobre todo porque yo estaba en el piso 16. Imagínese lo que les pasó a los del 22 y el 23”, señaló Felipe Miño, uno de los ocupantes del edificio de Freire con Germán Riesco que, a esa hora, al igual que un nutrido grupo de personas, pernoctaba en la parte baja, anegada por el agua.
“Yo me encomendé a Dios y nada más. Mi casa es de adobones, pero resistió bien”, dijo María, una vecina de la calle Alcázar, cuya morada sufrió deterioros en su interior, pero superficiales.
“Nosotros estamos preocupados por la señora Nancy Naranjo y Demo Lastra, porque ellos, que son bailarines de cueca, andan en Concepción, y hasta esta hora no nos hemos podido comunicar con ellos”, refirió Juan Perret.
“Estábamos tomándonos un café con un socio, y salimos a la vereda. La gente bajaba por las escalas y gritaba. Se veían con mucho pánico. Al interior de los departamentos se cayeron las teles y los muebles. Se destruyó todo. En el 205, la señora Lisa está con un paro. Cayeron muchos vidrios de los departamentos. La gente pedía misericordia. Es la primera vez que veo un cosa como ésta”, recordó Manuel Gaete, conserje de las torres de Alameda, en donde la gente pasó la noche en la vereda.
“Fue horrible. Estábamos durmiendo con mis hijos. El ruido, la quebrazón de vidrios, la loza, los televisores que se cayeron, nos despertaron. Ayudamos a bajar a las personas. Había pánico. Pensábamos que nos íbamos a morir. Fue algo terrible, sobre todo para algunas personas que viven solitas y son adultos mayores. Había llanto, desesperación, gente tratando de bajar por las escaleras y a oscuras. Muy poca gente tenía linterna. Llevo 12 años viviendo acá. Esto no se lo doy a nadie. Pensé que se nos iba a caer el edificio” refirió Susana Hernández, moradora del piso número 13 de las torres de Alameda.
Uno de los momentos más extremos se vivió en el Hospital Regional, en donde hubo que evacuar a todos los pacientes. Y por las escalas. En urgencia adulto, parte de la techumbre cedió, ante el asombro de quienes esperaban ser llamados.
“La gente estaba desesperada. Gritaban y se desmayaban. Nosotros seguimos atendiendo a los pacientes y debimos sujetarlos, porque se arrancaban. Ha llegado gente a la que se le cayó la muralla encima. Venían con heridas en las piernas, en la cabeza. Es una situación espantosa” declaró Ulises Lizama, funcionario de urgencia.
Carlos Pavez, auxiliar de pabellones, instalación que resultó altamente dañada, en los precisos momentos que intervenían a una persona que había recibido en la yugular y perdía mucha sangre contó que “tuvieron que parar la operación, porque empezaron a caer los azulejos y las murallas. Fue algo horrible. Había dos pacientes recién operados. Uno quiso salir arrancando y tuvimos que sujetarlo, porque afuera era peor. Tuvimos que evacuar a los del sexto piso, a niños y a todos los recién operados. Esto que vivimos no se lo doy a nadie, ni al peor enemigo”, recordó
“Quedamos en la calle. Se cayó la pandereta y nos va a estar viendo todo el mundo. Vivimos lo del ´85, pero esto fue peor. Tuvimos susto. La gente salió despavorida”, indicó una vecina de la calle Miguel González con Guillermo
“Nosotros vivimos en el block 20 de el Manzanal. Los niños y la gente mayor sintieron mucho pánico. En el cuarto piso fue espantoso. A mí se me cayó todo lo que estaba en la pared. Fue muy largo”, relató Pilar Iturra, mientras se trasladaba al centro para saber cómo se encontraba su madre