Luego de concluido los 90 minutos, hubo alivio. En distintos sectores de la región se presenció el partido de Chile ante Suiza. Si en el Estadio Nelson Mandela —en Puerto Elizabeth, Sudáfrica— cerca de siete mil chilenos alentaban a la selección comandada por Marcelo Bielsa, en Chile y en Rancagua, el panorama era muy parecido: con cornetas (y no “vuvuzelas”), banderas, pelucas y “caras pintadas”, los hinchas desplegaban sus cánticos y sus vítores por el “equipo de todos”.
En colegios, bombas de bencina, oficinas públicas y locales comerciales, todo servía para seguir a “la Roja”. Un pequeño televisor, una radio a pilas. Todo. Y mientras Chile —fiel al estilo del entrenador argentino— atacaba, los suizos cerraban su defensa, generando aún más nerviosismo en el público.
En la bomba de bencina ubicada en la Alameda esquina Balmaceda, Arturo Calbucoy —más conocido como el “Chupete Suazo” rancagüino— se comía las uñas. “Ojalá que mi doble haga algún gol”, decía, entre las carcajadas y las bromas de sus colegas.
En algunos colegios, como en el Niño Jesús de Praga, de la Población Centenario, los alumnos y sus profesores vibraban con el relato televisivo. El “Ceachí” retumbaba en las dependencias del centro educacional.
Y así se escribió la historia. Luego de que el árbitro finalizara el encuentro, los nervios dieron paso a la alegría. Bocinazos, caravanas y júbilo por montón. Esa ha sido la tónica, luego de los partidos disputados por Chile en el mundial. El viernes, el equipo nacional se mide con España, para concluir el grupo H. A las 14:30, comenzará otra historia. Por ahora, a seguir festejando con el “equipo de la ilusión”.