martes 21 de marzo de 2023
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Historia de Rancagua por Héctor González CAPITULO II: SANTA CRUZ DE TRIANA (1743 – 1810)

miércoles 18 de abril de 2018
en Cultura, Espectáculos
Jefe de InformacionesPor Jefe de Informaciones
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ESTAMPA DEL FUNDADOR (1743)

El 18 de octubre de 1736 una Real Cédula de Felipe V designó Gobernador de Chile al Brigadier don José Antonio Manso de Velasco. La vida entera de este ilustre hombre, sería tema para un libro completo, cuyos capítulos más interesantes para nosotros, serían los casi siete años que estuvo al frente del Gobierno de Chile, y, entre ellos, sus preocupaciones por la fundación de Santa Cruz de Triana.
En estas páginas sólo daremos una muy somera síntesis de lo que fue y de lo que hizo el recordado fundador del pueblo que es protagonista de este libro.
En 1688 vio la luz en Logroño, en el norte de España. Se incorporó en el Ejército cuando recién contaba 17 años de edad, y durante los 31 años siguientes, su nombre destacó en forma brillante en las más diversas campañas militares emprendidas por España. La frontera de Portugal, Aragón y Cataluña, Barcelona, Cerdeña, Ceuta, Gibraltar, Orán, Nápoles, Sicilia y Lombardía fueron testigos que escalonaron las etapas de su gloria, hasta llegar al grado de Brigadier General y ostentar la Cruz de Caballero de la Orden de Santiago.
En noviembre de 1737 llegó a Chile como Gobernador y Capitán General del Reyno. Sus preocupaciones y actividades en su elevado cargo fueron múltiples; la pacificación de los indios, el juicio de residencia de su antecesor Manuel de Salamanca, se cuentan entre las primeras. En el año 1738 realizó un viaje hasta la frontera del Sur y celebró el Parlamento de Tapihue con los Araucanos. Emprendió luego varias obras de progreso y mostró especial interés por el adelanto de la colonia que gobernaba.
Pero la obra más grande emprendida por Manso de Velasco, fue la fundación de ciudades. Nacieron bajo su mandato y preocupación: San Felipe de Aconcagua, Santa María de los Ángeles, Nuestra Señora de las Mercedes de Tutubén (Cauquenes), San Agustín de Talca, San Fernando de Tinguiririca, Logroño de San José (Melipilla), Santa Cruz de Triana (Rancagua), San Francisco de la Selva (Copiapó), y San José de Buena Vista de Curicó.
Manso de Velasco retrató su carácter y su probidad, al rechazar la asignación dada por el Rey, una cuantiosa suma de dinero, por la fundación de ciudades.
En 1745, tras ocho años, terminó su Gobierno en Chile, uno de los más fructíferos y útiles que tuvo el Reyno, para ir a asumir el Virreinato del Perú con que lo honraba el Monarca español.
La actividad y celo demostrados por el Gobernador de Chile, se reprodujeron en el Virrey del Perú y le valieron el título de Conde de Superunda en el año 1748.
Después de 16 años de gobierno, se retiró en 1761 a la edad de 74 años. Cuando se disponía a volver a España, le tocó casualmente encontrarse al frente de la defensa de La Habana, en Cuba, que se vio obligado a rendir ante la superioridad manifiesta de los ingleses que se encontraban en guerra con España.
Esto le valió que fuera sometido a juicio en Cádiz y Carlos II lo condenara en 1765 a cien años de suspensión de empleos militares, destierro a cuarenta leguas de la Corte y resarcimiento de daños y perjuicios.
Uno de los hombres que había dado más lustre a España por sus obras en América, moría un tiempo después, abandonado, viejo, despojado de honores y casi en la miseria, en la ciudad de Granada.
Terminó así la vida del que la diera a la que medio siglo después sería “la Muy Leal y Nacional” ciudad de Rancagua.

EL CUERPO DE AUTOS DE LA FUNDACION (1743)
La verdadera Historia de la que es hoy Rancagua, comienza en el año 1743, cuando el Gobernador don José Antonio Manso de Velasco ordena fundar, en las inmediaciones del pueblo de indios, en el Partido de Rancagua, la villa que llevaría por nombre Santa Cruz de Triana.
Muchos se han preguntado el porqué de este nombre. Pueden tejerse historias y hasta alguna romántica leyenda. Lo cierto es que Manso de Velasco quiso recordar a dos famosos lugares de Sevilla: el barrio de Santa Cruz y el Barrio de Triana, que hasta hoy conservan un especial encanto, con sus estrechas calles en donde vivieron los moros y por donde desde siglos ha deambulado “la gitanería”.

EL CUERPO DE AUTOS

Dada la orden por el Gobernador, en nombre de Su Majestad el Rey de España, se inició, como era costumbre, un grueso expediente conocido como “Cuerpo de Autos de la Fundación”.
Los que corresponden a los demás pueblos fundados por Manso de Velasco, existen en los archivos históricos coloniales. Pero el de Rancagua, por larguísimos años, ha estado misteriosamente desaparecido.
El más grande historiador de Chile del siglo pasado, don Diego Barros Arana, en su “Historia General de Chile”, cuenta que le fue imposible descubrir su paradero.
En nuestra obra “Rancagua en la Historia” de 1943, decíamos que tampoco lo encontramos en el Archivo Nacional y que era muy posible que la copia del expediente hubiera estado en los anaqueles del Cabildo y se hubiera destruido y quemado en el transcurso de la Batalla de 1814.
Investigaciones posteriores, dieron mejores resultados, en el Archivo de Indias (que fuera revisado sin éxito por Barros Arana), descubriéndose algunas piezas relacionadas con la fundación de Santa Cruz de Triana que permitieron a la Municipalidad que dirigía la Alcaldesa doña María Cecilia Torres, dictar un Decreto declarando que el día de la fundación debe ser considerado el 5 de octubre de 1743.

FECHA DE LA FUNDACION

En el año 1943, fue celebrado el Bicentenario de la fundación de Rancagua. Se hicieron diversas consultas, por parte de las autoridades, para establecer la fecha exacta. Como no hubo respuestas satisfactorias, los principales actos se realizaron el 2 de octubre, coincidiendo con el aniversario de la batalla de 1814, y el 12 del mismo mes, en el Día de la Hispanidad.
Por referencias que poseían los Hermanos Maristas (especialmente el Hermano José Belarmino), la fecha de la fundación debió ser el 25 de marzo. Por tal motivo, en ese día se realizaron diversos actos conmemorativos en los que participó en forma especial el Instituto O’Higgins. Pero hubo quienes aseguraron que la fundación ocurrió el 12 de octubre.
En aquel entonces, consultada nuestra opinión, elaboramos una teoría para concluir que posiblemente Santa Cruz de Triana pudo haber sido fundada el día 3 de mayo de 1743. Razonábamos: en ese día la Iglesia Católica conmemora la fiesta religiosa de la Invención de la Santa Cruz.
Es probable que el católico fundador hubiera querido asociar esa conmemoración y el recuerdo de los barrios sevillanos, para bautizar a la villa que nacía. Debemos agregar que la fiesta Patronal de la Parroquia de Rancagua, se celebra, tradicionalmente, desde su creación, el día 3 de mayo, festividad religiosa consagrada a la Santa Cruz.
Se sabe también que, deliberadamente, Manso de Velasco ordenó apartarse del diseño tradicional de las ciudades que fundara, para hacer que las dos principales y centrales calles de la Villa se cortaran formando una gran Cruz, en cuyo centro se colocó la plaza.
Lo oficial hoy, es que el día 5 de octubre debe ser recordado como la fecha en la que el Gobernador Manso de Velasco dio por fundada la Villa de Santa Cruz de Triana.

PRELIMINARES DE LA FUNDACION (1742)

A medida que pasaba el tiempo, se iba viendo cuan necesaria era la fundación de algunos pueblos, que reunieran a los habitantes dispersos en los campos, o que ratificara oficialmente la espontánea reunión de caseríos en algunos lugares del Reyno de Chile. Una Real Cédula de 1695, ordenaba especialmente que se realizara la fundación de pueblos.

PREOCUPACIÓN DE MANSO DE VELASCO

Conocedor de tales órdenes e instrucciones, don José Antonio Manso de Velasco, tuvo como principal preocupación la de estudiar y ordenar la fundación de nuevas Villas. Para el efecto, realizó personalmente un viaje hasta Concepción, siguiendo el “camino Real”, para ver por sus ojos la configuración de los terrenos y disponer fundaciones de villas “a distancias proporcionadas unas de otras, para que puedan sostenerse en mutuo socorro”.
Fue en el otoño de 1842 cuando el Gobernador tuvo sus primeras conversaciones con la gente más importante de estos contornos del valle de Rancagua y, especialmente, según se presume, con el Cacique del Pueblo de Indios, don Tomás Guaglén de las Estrellas.
El Gobernador Manso ya había fundado San Fernando a orillas del Tinguiririca, y pensó que era apropiado que se creara un nuevo pueblo en la ribera norte del Cachapoal, más o menos a igual distancia del ya mencionado y de la capital del Reyno.
El sitio lo juzgó apropiado, el lugar era hermoso y fértil. El río Cachapoal traía en abundancia el agua fresca y cristalina de la Cordillera. Hasta aquí podían llegar con facilidad las piedras con oro desde Alhué y de los cerros vecinos, para dar trabajo a los trapiches que se estaban levantando. El caserío indígena denominado Rancagua ayudaría a darle vida a la villa hispana que anhelaba hacer nacer.
Habló don José Antonio, seguramente, con el Cura del Partido de Rancagua, Padre Francisco de Aguilera, y recordó también la petición que le hiciera el anterior cura, Francisco de Zárate Iturra, para que en este lugar se fundara una villa.
Igualmente puede, en alguna de sus conversaciones alguna con el cacique de estas tierras Tomás Guaglen, quién terminó por había aceptar, de buena o de mala gana, a desprenderse de parte de las que estimaba que legítimamente le correspondían.
No está claro si este Tomás Guaglen era el mismo, o un hijo suyo, que se presentó en 1687 a la mensura de tierra de la Hacienda de Rancagua, exhibiendo sus títulos sobre 154 cuadras. Como habían pasado 55 años desde entonces, lo más probable es que fuera un descendiente de aquel primer Guaglen o Guavilén, que había aceptado ser bautizado con el nombre cristiano de Tomás y que a su apellido indígena agregaba el apelativo “de las Estrellas”.
Pero hay consenso en muchos historiadores en que la donación de Tomás Guaglén, más la del español Gabriel de Soto, permitieron proyectar la formación del nuevo pueblo.

DON PEDRO VICENTE DE EXPEXO

Ya de nuevo en la capital, Manso de Velasco, ordenó al Corregidor, General don Pedro Vicente de Expexo (en las escrituras que se conservan, el apellido aparece como Expexo o como Espexo), que recorriera todo el contorno, para que le informara cual era, a su juicio, el mejor lugar para realizar la fundación. Don Pedro acometió la tarea de inmediato y envió un minucioso informe al Gobernador, describiendo algunos sitios para llegar a la conclusión que el mejor era el contiguo al caserío indígena de Rancagua.
Un Corregidor era el funcionario que tenía a su cargo un “corregimiento”, es decir un territorio determinado bajo su jurisdicción, en donde, en nombre del Rey, debía realizar diversos menesteres como los de “conocer causas contenciosas y gubernativas y castigar delitos”. Era también una especie de Alcalde, destinado a presidir un futuro “Ayuntamiento” y “ejercer diversas funciones administrativas”.
Pues bien, don José Antonio Manso de Velasco aprobó la elección del terreno y ordenó que de inmediato se iniciara el Expediente de Fundación de una nueva villa en dicho lugar.

LAS MENSURAS DE TIERRA (1687-1742)

La primera mensura de tierras que se conoce, realizada en la zona de Rancagua en donde se fundaría la villa, data del año 1687 después del fallecimiento de don Alonso de Soto y Córdoba, para poder efectuar la repartición de bienes entre sus herederos.
El Juez Agrimensor solicitó la exhibición de títulos a todos los propietarios de aquellos contornos y es así como se puede saber que al cacique Tomás Guaglén de las Estrellas le correspondían 154 cuadras cuadradas.
Igualmente es posible conocer que existían títulos de los siguientes propietarios con las fechas que se indican:
Alonso de Córdoba el Mozo, 1579; Capitán don Pedro Gutiérrez, 1602; Licenciado don Juan de Morales Negrete, 1604; Don Pedro Caviares de Arce, 1604; Orden de Santo Domingo, 1604; Don Luis de Toledo, 1605; Don Juan de Fernández de Córdoba, 1605;
Capitán don Jerónimo de Benavides, 1605; Capitán don Alonso de Córdoba, 1606;
Sargento Mayor don Alberto de Mendoza, 1614.
A la fecha de la mensura existían 152 indígenas, a los cuales se les reconoció dominio sobre 1.260 cuadras.
Al fallecer el General don Alonso de Soto y Córdoba, recibieron parte de las tierras de la Hacienda de Rancagua los siguientes herederos:
Don Juan de Soto; Doña Catalina de Soto vda. del capitán don José Lisperguer; Los hijos de don Alonso: Gaspar, Gabriel, Francisco, Alonso, María, Ana y Josefa de Soto; Y la viuda de don Alonso, doña Ana Calderón de la Torre.

MENSURA DEFINITIVA

En 1742 se realizó una nueva mensura de tierras, esta vez con el propósito de delinear la futura villa y establecer los lindes de los propietarios vecinos y de las pertenencias de los indios. Esta tarea fue realizada por don Francisco de la Barrera, Juez Agrimensor General.
Hay que recalcar que, de acuerdo con las instrucciones de las Lentes de Indias, en todo momento se trató de reconocer el derecho de los nativos a continuar en posesión de las tierras que se les asignó por parte de las autoridades conquistadoras.

REPARTO DE TIERRAS DE RANCAGUA (1743)

El 24 de septiembre de 1743 “el Juez General de Tierras en los autos de fundación de una villa en el valle de Rancagua”, dictó un decreto disponiendo que se realizara la mensura definitiva, encomendando esta tarea a don Juan Francisco Arrechea, Contador Real y Juez Agrimensor General.
En octubre de 1743 se realizó, solemnemente, la comprobación de la mensura y lindes y el reparto de tierras.
A este acto concurrieron el mencionado don Juan Francisco Arrechea, que lo dirigió y presidió, el Dr. Don Martín de Jáuregui, Oidor del Consejo de Su Majestad y Fiscal de la Real Audiencia; don Juan de Dios Herrera; don Cristóbal Soto; don Agustín de Araos, el Reverendo Padre Presentado Fray Alonso de Soto; el cacique Juan Miguel Mauro, el Cacique Tomás Guaglén (por sí o representado) “i otros muchos indios i españoles”.
Actuaron también en las mediciones el General don Pedro Gutiérrez de Expexo, Corregidor y Justicia Mayor del Partido de Rancagua y el Alguacil Mayor don Antonio Gutiérrez de Expexo.
Se midió un terreno aproximado de 36 cuadras por lado, lo que dio exactamente el número de 1.242 y media cuadras.

EL REPARTO DE TIERRAS

Se procedió enseguida al reparto de las tierras mensuradas, en la siguiente forma:

Al cacique Tomás Guaglén se le dejaron “152 cuadras que le correspondían por título”, quedando para el nuevo pueblo 1.088 y media cuadras. De éstas, 407 cuadras fueron adjudicadas a los indios, como consta del auto que dice textualmente:

“250 cuadras a 49 indios que se hallan en la matrícula de fojas 6 y siguientes de los autos, incluso el Cacique nombrado. La Ordenanza ordena que se de, además, 24 cuadras para cada 10 indios y encontrándose en la matrícula 53 individuos, les toca a todos la cantidad de 127 cuadras y un quinto. A esta cantidad, mandó el señor Fiscal aumentar 17 cuadras 4 quintos para dicha comunidad”.

Agrega el documento: “Los indios no quedaron satisfechos, porque la parte norte de dichas tierras eran muy pocos pastos para sus ganados”…

¡Tragedia de una raza, absorbida por la nueva civilización!… Aquellos alegres y desaprensivos promaucaes, aficionados a los bailes y a las fiestas, que lograron formar un rudimentario caserío de nombre inmortal, Rancagua, y cuyo cacique hacía “donación” de tierras para que se fundara una villa, después de ser dueños de todo el valle de Rancagua inmerso en el gran valle del Cachapoal, pasaban a un plano segundario, con propiedades limitadas a solamente 407 cuadras.
Personalmente, cada indio quedó dueño de apenas cinco cuadras, “i tres para cada viuda”…
Cabe llamar la atención al hecho que de los 152 indios que aparecían en la mensura y matrícula de 1687, 46 años más tarde, en 1743, quedaban solamente 53 indígenas. Se supone que en este número no se comprendía a la mujer y a los hijos.
Esos cincuenta y tres indios co-fundadores de la Villa de Santa Cruz de Triana, continuaron su vida en el primitivo Rancagua, mientras a su lado comenzaba a crecer lentamente el nuevo pueblo español.
Como si fuera en revancha, la Historia determinaría que el pequeño pueblo de indios impusiera su nombre, Rancagua, a la Villa nacida en las tierras que les pertenecieron.

EL AUTO DE FUNDACION (1743)

Como el Cuerpo de Autos, o expediente de la fundación de Santa Cruz de Triana no es conocido, y en él quedaron estampadas todas las diligencias realizadas para fundar la villa, no se sabe exactamente todo lo ocurrido en aquel año decisivo de 1743. Pero, como existían detalladas instrucciones u ordenanzas para la fundación de pueblos, debemos creer que todas ellas se cumplieron.
Repartidas las tierras y deslindado el territorio que pertenecería a los Indios, era precioso hacer en el terreno el trazado del futuro pueblo. El Agrimensor midió el terreno y trazó “a cordel” las calles de la villa. Santa Cruz de Triana tendría la forma de un cuadrado, de ocho manzanas por cada lado, lo que haría un total de sesenta y cuatro manzanas.
En el centro del mismo y por expresa disposición de Manso de Velasco, y apartándose de lo que se acostumbraba a hacer en otras partes, se dejó espacio para la Plaza de Armas, que cortaría las esquinas de las manzanas centrales, de tal manera que tendría salida solamente por cuatro calles que partirían desde el centro de la misma, formando una gran cruz.
Esta forma de la Plaza, con cuatro calles y cuatro rincones, fue después una característica novedosa para el viajero que llegaba a estas tierras y tendría, setenta años más tarde, importancia fundamental en la decisión de Bernardo O’Higgins de fortificarse en ella.
Manso de Velasco quiso darle esta forma original a la Plaza, para que el trazado de las calles formara los brazos de una Cruz, bajo cuya advocación religiosa fundaba el nuevo pueblo. Como a toda villa se acostumbraba a darle un patrono religioso, el de ésta sería la Santa Cruz o el Santo Árbol de la Cruz.
Trazadas las manzanas, y delineadas las calles, se marcaron por los cuatro costados las “Cañadillas” que tendrían 32 varas de ancho, mientras que las calles interiores sólo tenían 13. Estas cañadillas se prolongaban para enlazar con caminos. La más importante sería la Cañada Norte (actual Avenida Bernardo O’Higgins, o “Alameda” como se le sigue llamando popularmente), que se prolongó doce cuadras al oriente y cuatro al poniente.
Desde la cañadilla oriente debía salir un camino hacia el vado del río Cachapoal. En el hecho, ya existía un trazado que más tarde fue conocido como “camino del Rabanal”. Corresponde a la salida de la actual Carretera del Cobre. Por ese camino se llegaba al Pueblo de Indios y se podía llegar hasta el viejo puente de cimbra, construido en tiempos de la dominación incásica, que atravesaba el río.
Se proyectó la prolongación de la cañadilla poniente – Actual Avenida San Marín.- para llegar por ella hasta el vado central del río.
Finalmente, la salida hacia el río se hizo por un camino recto que prolongó la calle que atravesaba de norte a sur el centro de la Plaza y que fue denominada calle del Rey, Actual calle del Estado.

ASIGNACION DE SOLARES

Las instrucciones decían que en las nuevas villas se otorgarían sitios “a quién lo pidiere”, poniéndoles como condición que los hicieran cercar de pared y hacer competente habitación para su morada, dentro del término de 18 meses, advirtiéndoles que la casa “ha de ser de teja y no de paja”.
Previamente se había hablado con todos los propietarios de terrenos de los alrededores, conminándoles a que construyeran casas en los solares que se les asignarían en la nueva villa. Igual solicitud se hizo a los Conventos de órdenes religiosas.
Cada manzana fue dividida en cuatro solares y el propósito era dar un solar a cada persona que lo pidiese después de ser asignados los más importantes, que eran los que quedaban en torno a la Plaza. De quienes los recibieron hablaremos más adelante.

ACTA DE FUNDACIÓN DE LA VILLA (1743)

Por fin, el día 5 de octubre de 1743, se llevó a efecto la solemne ceremonia de la fundación de la nueva villa, por el Gobernador Capitán General y Presidente de la Real Audiencia don José Antonio Manso de Velasco.
Estaba junto a él, el Dr. Don Martín de Jaugueri y Ollo, a quién el Gobernador había encomendado los trámites finales de la fundación, con todas las facultades necesarias para ello. Don Martín era Fiscal de la Real Audiencia, había nacido en la ciudad de Sevilla, en España, y fue designado por Manso de Velasco “Protector de la Villa” con facultades para hacer el reparto de los solares y de tierras.
Igualmente presente estuvo el Corregidor del valle de Rancagua, General don Pedro Vicente de Espexo y el Cura don Francisco de Aguilera, quién había pedido reiteradamente la fundación del pueblo.
Dando por terminado su trabajo, estaba el Juez Agrimensor General don Juan Francisco de Arrechea y otras personas importantes que se nombran quienes firmaron el documento que reproducimos en página aparte.
Después de cumplirse con una serie de formalidades, don José Antonio Manso de Velasco tomó en sus manos el Estandarte de la Compañía de Jesús y lo colocó en el centro, en señal de que tomaba posesión del pueblo, en nombre del Rey. Habló luego a la gente reunida, anunciando que la villa quedaba bautizada con el nombre de Santa Cruz de Triana, palabras que fueron recibidas “con mucho aplauso de los circunstantes”.
No lo dice el documento, y tampoco firmaron el mismo, porque lo más probable es que no supieran firmar, pero tienen que haber estado presentes los caciques principales de Rancagua Juan Miguel Mauro y probablemente el viejo cacique Tomás Guaglen de las Estrellas o su hijo.

No aparecen en el acto, ni los menciona como asistentes el Gobernador en el informe que envió al Rey de España dando cuenta de la fundación de Santa Cruz de Triana. Pero allí, a pocas cuadras de la flamante villa española, quedaban reducidos a las últimas tierras cuya propiedad les reconocieron, quienes fueran dueños libres y absolutos del valle de Rancagua, de sus tierras y de las aguas cristalinas del loco río Cachapoal.

TEXTO DEL DOCUMENTO (1743)

A continuación damos el texto del “Acta de fundación de la Villa de Santa Cruz de Triana”, que está guardada en el Legajo 137 de la Audiencia de Chile, en el Archivo General de Indias, en Sevilla:

“En el valle de Rancagua, a cinco días del mes de octubre de mil setecientos cuarenta y tres años. El Sr. Dn. Joseph Manso de Velasco del Orden de Santiago, del Consejo de su Majestad, Mariscal de Campo de sus Reales Ejércitos, Gobernador i Capitán General de este Reyno i Presidente de su Real Audiencia.
“Con asistencia del Señor Doctor Martín Gregorio de Jáuregui y Ollo, Fiscal de dicha Real Audiencia y nombrado subalterno para la fundación de la Villa en el referido Valle, a pedimento de los vecinos de él i en virtud de la Real Cédula que se está observando en el expresado asunto.
“Dijo que por cuanto, reconocida la mensura del Pueblo de los Indios de este Valle, que consta de los autos formados en el particular y de la matrícula antigua de fojas que en aquel tiempo existía, ciento cincuenta y dos indios en quienes repartieron y asignaron por Real Previsión de la Real Audiencia mil doscientos i sesenta cuadras.
I cotexada la matrícula que al presente se ha hecho por el Corregidor y Cura de dicha Doctrina, se hallan en la decadencia de sólo cincuenta i dos, de que se comprende notoriamente haber muchas tierras vacas en el dicho pueblo, las que son pertenecientes a Su Magd. conforme a la Ley Treinta, Título primero, Libro Sexto de las Indias, sin embargo de que para la mayor seguridad i certidumbre del deslinde de tierras con el dicho Pueblo de Indios, se ha de hacer la Mensura, quedando por lo expresado suficiente número de tierras para la Población de la Villa i con las veinte cuadras que el Doctor Dn. Gabriel de Soto ha cedido como dueño de la Estancia de Rancagua para el referido efecto con las condiciones que expresa el instrumento:
Devía su Señoría de mandar se pase al reconocimiento del paraje más oportuno para fundar la dicha Villa i con efecto, estando presentes el dicho señor Fiscal, el Maestre de Campo don Pedro Vicente de Espexo, Corregidor de dicho Partido, el Cura Vicario don Francisco de Aguilera, el Alguacil Mayor de la ciudad de Santiago Dn. Antonio de Espexo, el Comisario de dicho Partido don Francisco Jofré, el Contador i Juez Agrimensor Dn. Francisco de Arrechea i de los demás vecinos que constan de la nómina de fojas, se trató de la concurrencia de utilidades que requieren las Leyes de Indias para las poblaciones de Villas i ciudades i se hallaron todas conformes en el sitio donde está la Iglesia Parroquial, quedando ésta por una frente de las de la Plaza.
I tomando dicho Sr. Presidente el Estandarte de la Compañía de esta Doctrina, lo fixó en señal de posesión, tomándola i comunicándola a los pobladores de dicha villa en nombre del Rey Nuestro Sr. I le puso por título i nombre Santa Cruz de Triana.
Con lo que con mucho aplauso de los circunstantes i de los vecinos del dicho Partido, fue aceptada i recibida, continuando con los demás que van expresados en dicho día, mes i año, en él contenido de esta diligencia.
Dn. Joseph Manso.
Dr. Dn. Martín Gregorio de Jaúregui I Ollo.
Pedro Vizente de Espexo.
Maestre Francisco de Arrechea
Antonio de Espexo.
Francisco Jofré.
Juan de Dios Herrera.

LOS PRIMEROS POBLADORES (1743)

El primer Protector de la Villa de Santa Cruz de Triana tuvo la misión de repartir los solares.
En primer lugar designó el que correspondería a la Iglesia Parroquial, del que se hizo cargo el cura don Francisco de Aguilera, ubicado en el sector sur-oriente frente a la Plaza; otro fue asignado como correspondía a lo que podríamos llamar “el Fisco” para el funcionamiento de las Cajas Reales y el Ayuntamiento, vivienda para el Corregidor y, en la parte de atrás una cárcel.
Los otros, junto a la Plaza fueron para los señores General Pedro Vicente de Espexo, Francisco Jofré, Tomás de las Cuevas, José de Astorga y Juan Bautista Gacitúa.
Se asignaron también enseguida, de preferencia, los solares para los Padres Jesuitas, para el Convento de Nuestra Señora de la Merced y para el Convento de San Francisco. Este último recibió ocho solares, en tanto las otras órdenes religiosas recibieron cuatro cada una.
Se conoce una interesante lista de los más importantes entre los primeros pobladores de Santa Cruz de Triana, además de los mencionados. Son 22 nombres, que anteponen el distintivo de “don” o “doña”, entre un total de 110.
El resto de las personas a quienes se les entregó solares, no gozaban del “Don”. Eran un total de 110 personas las que recibieron otros tantos solares, pero en realidad ellas representaban a un número igual de familias, más sus sirvientes y sus esclavos, lo que significaba que, la cifra de primeros habitantes de la villa debe haber sobrepasado las mil personas. (ver recuadro lista de primeros pobladores)

La lista de primeros pobladores:

Don Juan de Agüero
Don Gabriel Valenzuela
Don Manuel de Figueroa
Don Antonio Barros
Dr. don Francisco de Zárate Iturra
Don Nicolás de Baeza Valderrama
Don Santiago del Bosque
Dr. don Agustín Guzmán
Don José Droguett Francés
Don Juan de Toro Iturbe
Don Francisco Javier de Mira
Don José de Aponte
Don Santiago del Pino
Don Francisco Guerrero
Don Ascensio Pino
Don Francisco Rubio
Don Francisco de Soto
Don Nicolás de Figueroa
Don Francisco Valenzuela
Y la única mujer que se menciona, entre los “principales: doña Rosaura González.

LOS MÁS POBRES

Ante los continuos llamados a recibir solares, fueron varios más los que se presentaron, pero se les hubo de negar la petición, porque eran tan pobres, que ni siquiera podían comprometerse a construir alguna pequeña casa cubierta de paja, según quedó constancia.
Esto da una idea de la pobreza general del Reyno en aquellas épocas, lo que se corrobora con la información de que habiéndose anunciado que se darían solares en Santa Cruz de Triana a quién se comprometiera a pagar como impuesto o “pensión” la cantidad de “un peso” al año, no hubo ningún interesado en hacerlo. Se explica también por el hecho de que las tierras, antes de fundarse el pueblo valían casi tanto como el gravamen que se quería imponer.
Por un informe de Villarroel a Fernando VI, sabemos que el costo de la fundación fue de más o menos unos “diez mil pesos”, que se emplearon en “la fabricación de la iglesia”, casa para las autoridades y cárcel, arreglo de calles, dotación de agua corriente, pago de funcionarios, etc.

ALGUNAS RESTRICCIONES

Las instrucciones sobre reparto de terrenos decían expresamente que a ninguno de los pobladores se les podía dar “más de un solar”, pero esta disposición no se cumplió en forma estricta en Santa Cruz de Triana, pues algunos obtuvieron más de un solar para su dominio. Villareal, en el informe que citamos se quejaba de este abuso y aconsejaba que, para que no se repitiera en los nuevos pueblos por fundarse, los solares se deberían conceder a individuos de distintas familias, con prohibición de transferirlos.
Esta última prohibición se impuso a los pobladores de Santa Cruz de Triana, quienes, durante ocho años por lo menos, no podían transferir o enajenar su terreno a ningún vecino de la misma Villa, bajo pena de perder su solar, con todo lo edificado o plantado en él.
Las instrucciones generales daban también normas para el trazado de las calles, su anchura y medidas, y establecía que no podría construirse en ellas o plantarse nada que pudiera cerrarlas. Se prohibía, también plantar dentro de los lindes de la villa, otra cosa que huertos en el interior de las casas.

EL REPARTO DE LAS AGUAS (1743)

Fue durante la dominación incásica cuando los hombres del valle de Cachapoal aprendieron a servirse mejor de las aguas del río, para regar sus cultivos. En aquella época se construyó el primer canal o acequia, que cruzó el pueblo de Indios de Rancagua.
Los españoles tuvieron que reconocer que esas aguas “pertenecían al pueblo de Indios” y solo pudieron aprovecharse de sus sobrantes o construir otras “tomas”.
Más tarde, algunos años antes de la fundación de Santa Cruz de Triana, llegó por estas tierras el primer “ingeniero” de aguas el capitán Miguel Desma, quien logró granjearse la amistad del cacique Tomás Guaglén de las Estrellas, ya que hay constancia documental de que el mencionado capitán obtuvo “a título particular”, de parte del propio cacique “una finca i chacra” junto al Pueblo de Indios. Además, Tomás Guaglén lo autorizó para usar una parte de esas aguas.
El capitán Miguel Desma, a cambio, mejoró la boca-toma y convirtió la rústica acequia que había sido construida por Tomás Guaglen con sus mocetones, en un verdadero canal de regadío.

AGUA PARA LA VILLA

Como la naciente Villa de Santa Cruz de Triana necesitaba agua para todos sus menesteres, en lugar de construirse un nuevo canal, se pensó en extender el que ya había, justificándose el derecho a hacerlo, por la circunstancia de que muchos de los indios, legítimos dueños, habían fallecido y que por lo tanto, su Majestad el Rey pasaba a ser el dueño de la parte que les correspondía, tanto de tierras como de aguas.
Se dejó, sí, expresa constancia en la documentación agregada al Cuerpo de Autos de la Fundación, que los legítimos dueños de ese canal eran los indios del pueblo de Rancagua, ya que fue construido por el cacique Tomás Guaglén de las Estrellas. Se reconoció también el derecho que tenía el capitán Miguel Desma.
El 23 de diciembre de 1743, el Procurador de la Villa, Dr. Martín Gregorio de Jáuregui, dictó una disposición mandando hacer el reparto de las aguas, aprobando el trazado que hiciera el Juez Agrimensor don Juan Francisco de Arrechea.

Decía el procurador en un Bando que “resultando de la información recibida, plenamente probado que dicha toma i agua es legítima i pertenece únicamente al Pueblo de los Indios, en cuyas tierras i derechos ha sucedido Su Majestad, por fallecimiento i extinción de los más de ellos”.

La disposición ordenaba que el agua proveniente de la toma del río Cachapoal, se dividiera en dos partes iguales: la primera debía quedar para el Cacique del Pueblo de Indios de Rancagua y que la otra mitad se destinara para la Villa de Santa Cruz de Triana “i vecinos para el uso de sus calles i chacras particulares”.

REPARTO DEFINITIVO

Algunos días más tarde, el 5 de enero de 1744, en las calles de la naciente villa de Santa Cruz de Triana, en donde ya habitaba una docena de familias, y en la zigzagueante calle del Pueblo de Indios de Rancagua, fue leído por un pregonero, con las solemnidades del caso el Bando en el que se disponía oficialmente el siguiente reparto de aguas:

“Una tercia parte al Pueblo de los Indios i de ésta se ha de dar la necesaria a las tierras y chacras del Capitán Miguel Desma, sucesor del Cacique don Tomás Guaglén de las Estrellas, que sacó la toma con su trabajo e industria.
Otra tercera parte para la Estancia de Rancagua, su molino i casas por escritura celebrada por el Dr. Dn. Gabriel Soto.
La otra tercera parte a la Villa, sus tierras vecinas i pobladores, como consta en los autos de Fundación”.

EL CANAL DE LA POBLACION

Terminaba así el primer problema de aguas de Santa Cruz de Triana.
Para que los habitantes de la Villa pudieran gozar de este indispensable beneficio, se construyó un brazo del canal para que pasara a lo largo de la Cañadilla del Oriente (actual, Avenida Freire).
A título informativo agregaremos que este Canal fue llamado “de la Población”, vale de decir del pueblo y que hasta comienzos del pasado siglo era llamado por la gente “Canal Población” o “acequia grande”. Esta última denominación se popularizó y durante casi dos siglos fue el nombre que se le daba por todos los habitantes de Rancagua.
A título informativo agregaremos que dicha “acequia grande” fue una de las características de Rancagua. Cruzaba a todo su largo la Avenida Freire y al llegar a la Alameda doblaba hacia el Poniente y bajaba a lo largo de la Alameda, bifurcado en dos brazos, hasta la actual esquina con la Avenida San Martín, en aquel entonces Cañadilla del Poniente.
Este Canal de la Población o “acequia grande” como se la conocía, servía para surtir ocho acequias más pequeñas, que atravesaban por la mitad de todas las manzanas de la villa, de oriente a poniente, sirviendo a todos los solares para el regadío de huertos y para usos higiénicos (o anti-higiénicos, como deberíamos llamarlo).
El sistema se mantuvo hasta el año 1962, en que la Municipalidad ordenó la supresión de la “acequia grande” de Avenida Freire, y, por consiguiente la de las dos acequias que circundaban la Alameda.
Podemos añadir que la mencionada acequia, era, en la práctica, el límite urbano de Rancagua por el lado oriente y que a ambas orillas creció abundante zarzamora.
Así terminó aquel servicio de agua a la población, que pudo establecerse gracias al canal que con “su trabajo e industria” había mejorado por el “ingeniero” de aguas capitán don Miguel Desma a la época de la fundación de Santa Cruz de Triana.

LOS PRIMEROS PASOS DE LA VILLA (1743-1745)

Las mediciones, delineaciones de calles, construcción de acequias y reparto de solares, ocuparon los meses de octubre, noviembre y diciembre de aquel año de 1743.
Los asombrados indígenas del Pueblo de Indios de Rancagua, miraban el nacimiento de aquel nuevo pueblo levantado por sus conquistadores. Casi todos ellos tuvieron que aportar forzadamente su trabajo en las construcciones, en la fabricación de adobes, cavar zanjas, nivelar terrenos, limpiar de piedras y malezas, etc.
En los imperfectos y rudimentarios mapas de la época, un puntito cercano a la línea azul del Cachapoal, indicaría la existencia de Santa Cruz de Triana. Y en la Historia, apenas un par de líneas iban a servir para narrar su nacimiento…

LAS IGLESIAS Y RELIGIOSOS

La mayor religiosidad imperaba en todos los actos de este Reyno de Chile, dirigido desde lejos por la católica España. Es por ello que una preocupación primordial de los fundadores de nuevos pueblos, era la de que en ellos se establecieran órdenes religiosas y que se construyeran Iglesias y Conventos.
En Santa Cruz de Triana se destinó uno de los mejores solares de la Plaza, el del costado sur-oeste, para que se construyera en él una Iglesia Parroquial y casa para el cura, otorgándosele, además, el solar colindante hacia el sur. Además, al cura párroco don Francisco de Aguilera, se le dieron otros cuatro solares.
Aquella Iglesia, en la Plaza, fue la primera que se levantó en Santa Cruz de Triana, En el mismo lugar en el que se encuentra actualmente la Iglesia Catedral de Rancagua.
A una cuadra de la Plaza, hacia el norte, se otorgaron cuatro solares, una manzana completa, a los religiosos de Nuestra Señora de la Merced, que unos años más tarde edificarían allí su Iglesia, que se haría famosa durante la Batalla de 1814 y que hasta hoy, con varias modificaciones y restauraciones, aún se conserva, declarada Monumento Nacional.
A dos cuadras hacia el sur, siempre en la calle del Rey, se concedió terreno a los franciscanos. Excepcionalmente, se les entregaron ocho solares, dos manzanas completas. Algunos años más tarde iniciarían la construcción de su primera Iglesia, frente a la cual se dejó una pequeña Plazuela (ver recuadro plazuela).
Los miembros de la Compañía de Jesús (jesuitas) fueron favorecidos con otros solares que debían destinar especialmente a la fundación de “residencias o colegios”. Joaquín Villarreal, el jesuita y mencionado anteriormente, decía en una parte de su Informe al Rey: “faltara a lo mucho que debo y venero a mi religión, si dejara de notar que en aquel Reyno (Chile) se ha considerado por un aliciente muy poderoso para atraer pobladores, la fundación de Colegios de la Compañía de Jesús”.

Plazuela

Estaba en la esquina sur-oriente de las actuales calles del Estado e Ibieta. Esta Iglesia fue demolida en el siglo pasado y se edificó otra en la esquina nor-oriente de las actuales calles del Estado y Millán. De la primera Iglesia no quedan vestigios y en 1989 se dio término en el mismo sitio a un nuevo edificio particular, del Instituto O’Higgins de los Hermanos Maristas. La segunda Iglesia quedó muy destruida con el terremoto del 3 de marzo de 1985 y en 1989 se comenzaron planes para su reconstrucción. Gracias a la preocupación personal del Obispo Jorge Medina el templo, reconstruido y remodelado, volvió a cobrar vida.

MANSO DE VELASCO DA CUENTA DE LA FUNDACION DE LA VILLA (1744)

Poco más de un año después de la fundación, el 30 de octubre de 1744, el Gobernador, o Presidente de Chile, don José Antonio Manso de Velasco, envió al Rey de España un Informe sobre la fundación de la Villa de Santa Cruz de Triana, en el que expone algunos interesantes detalles.
Comienza por dar las razones por las cuales era aconsejable la creación de un nuevo pueblo de españoles, explica:
“Siendo el Corregimiento del Partido de Rancagua uno de los intermedios para la Concepción (se refiere a la ciudad de este mismo nombre en el Bío Bío) y muy populoso por la mucha gente de todas las esferas que compone un vecindario, anhelaba mi cuidado establecer en él una Población de españoles para que sus habitadores vivieren sociable y políticamente y demás altos fines de la intención y Real ánimo de Vuestra Majestad, expresos en las repetidas Reales Cédulas que se ha dignado expedir a tan importante asunto”…

ELECCIÓN DE TERRENO

Sigue el informe explicando cómo se procedió a la elección del terreno más adecuado y cuenta que el lugar lo conoció personalmente en sus viajes hacia el sur (a la frontera) y que en todos ellos pernoctó en dicho lugar (hizo cuidadosamente “mansión en él”). Leamos sus propias palabras:
“Habiéndolo tratado con el actual Corregidor encargándole con apretadas órdenes y por expreso capítulo de su instrucción, que lo confiriese con los principales vecinos, haciéndoles de mi parte presentes las grandes utilidades que a ellos, sus hijos y posteridad, les resultaría, y que me informase del más cómodo adecuado terreno en que se podía situar, lo hizo de el en que está la principal Doctrina y Parroquia y el mismo que yo en mi interior deseaba por su hermosura, amenidad y demás buenas partes que prácticamente le reconocí en mis tránsitos para la frontera, pues por ellos y con precisión de este importante fin, he hecho en todos mis viajes cuidadosamente mansión en él”…

Cabe notar que pese a ser un Informe oficial al Rey, Manso de Velasco deja traslucir su entusiasmo por el lugar elegido, con expresiones que lindan en lo poético y deja constancia de que él mismo escogió el terreno en el que levantaría la futura Villa de Santa Cruz de Triana.

EL PUEBLO DE INDIOS

También del informe se desprende con absoluta claridad, que en el lugar existía un Pueblo de Indios que se llamaba “Rancagua”. Cuenta cómo solucionó el problema de que parte de los terrenos escogidos eran de propiedad de los indios y que una pequeña parte pertenecía a un particular. Ya sabemos que se obtuvo del Cacique Tomás Guaglén de las Estrellas la donación de gran parte de las tierras necesarias y que el particular, don Gabriel de Soto y Córdoba, dueño de la “Estancia de Rancagua”, donó 20 cuadras para la nueva población.

Manso de Velasco lo cuenta de esta forma:
“Aunque por ser perteneciente el terreno en una pequeña parte a un particular hacendado y en la mayor al pueblo de indios del mismo nombre de Rancagua, encomendado a un benemérito, se ofrecieron algunas dificultades y se allanaron sin perjuicio de aquel ni de éstos, mediante la mensura que de mi orden se hizo del pueblo en que se enteraron las tierras de ordenanza a los indios existentes, y en las vacantes, por muerte y falta de los que antes habían, se actuó la situación y delineación de la población”…

LA FUNDACION

Describe después el Gobernador, las diligencias realizadas y las tareas encomendadas al Fiscal de la Real Audiencia Dr. don Martín de Jáuregui y Ollo, y luego la fundación misma de la villa y su propia intervención para escoger el lugar en que se trazaría la Plaza.
Refiriéndose a la delineación de la población, prosigue el informe: “… y para que ésta ni sus previas y anexas diligencias se retardase con mi partida a la frontera, que a la sazón me instaba, determiné conferir la superior tenencia de ella y comisión necesaria al fiscal de esta Audiencia doctor don Martín de Jáuregui y Ollo, con cuyo designio la llevó conmigo y también al juez agrimensor, hasta el destinado paraje, en donde, congregando su vecindario, elegí el más cómodo sitio para la traza de la población, quedando la Iglesia Parroquial en la Plaza y con general aplauso y demostraciones de júbilo, la fundé, dándole el título de Santa Cruz de Triana…”

COMIENZA A FORMARSE

Habla enseguida Manso de Velasco de cómo la nueva Villa empezó a formarse realizándose en ella las primeras construcciones, manifestándole al Rey su fe en que en breve Santa Cruz de Triana llegaría a ser “una de las buenas poblaciones por sus apetecidas cualidades”.

“Habiendo dejado allí al Fiscal, para que como tal comisionario y superintendente dispusiese con el agrimensor la delineación de calles y mensura, y entero del Pueblo de los Indios existentes y que distribuyese sitios, con las demás prevenciones que me parecieron concernientes, continué mi viaje a la Frontera, y por mis repetidas providencias, en las que no he descansado y las que se ha producido el celo de este ministro, se ha logrado ponerlo en breve tiempo en el buen estado que tiene, pues habiéndose hecho la distribución de sitios a crecido número personas que lo pidieron, se han hecho ya muchas casas y a la sazón están los más trabajando y edificándola con emulación unos de otros y en breve será una de las buenas poblaciones por sus apetecidas cualidades y amor con que los vecinos se han poblado y por las circunstancias de estar allí la parroquia, el cura y corregidor que de mi orden ha entablado en ella su juzgado y continua residencia”.

LA VILLA Y SU PROGRESO (1744)

Finalmente, el Gobernador Manso de Velasco, hace una descripción del lugar en que se encuentra la nueva villa y explica a Su Majestad las medidas que ha tomado para su progreso:

“Hallase, Señor, esta nueva villa en distancia de veinticuatro leguas de esta Capital y como dieciséis de la nueva población de San Fernando de Tinguiririca casi en el camino Real que va para la Concepción y las riberas o inmediaciones del caudaloso río del Cachapoal, que deslinda el Corregimiento con el de Colchagua. Y para situarle algunas rentas que contribuyan a su adelantamiento y muchas tierras vacantes me aseguran hay en el Partido, detentadas sin título por sus habitadores cuya diligencia ha de ser una de las más propicias, pues surtiendo, como me lo prometo, el deseado efecto, tendrá la villa con que subvenir a sus adelantamientos y utilidades, y yo qué distribuir entre los pobladores par su consuelo e incentivo de los que por flojera y otros motivos no lo han sido hasta aquí, de que me ha parecido dar cuenta a Vuestra Majestad con el adjunto testimonio de autos que contiene lo obrado sobre esta nueva población…”

Finaliza el Informe con la petición de que el Rey apruebe lo obrado:“… y vivos deseos de que lo operado por mi aplicación en ella sea de la aceptación en ella del agrado de Vuestra Majestad.
Dios guarde la católica Real persona de Vuestra Majestad los muchos años que la cristiandad ha menester, con aumento de mayores reinos y señoríos.
Santiago de Chile, treinta de octubre de mil setecientos cuarenta y cuatro años”.
Firma: Don José Manso.

Cabe preguntarse: ¿Por qué el Gobernador demoró un año en dar cuenta al Rey de la fundación?… La respuesta es sencilla si vemos las dificultades que tuvo para lograr que se iniciara el “poblamiento” de Santa Cruz de Triana. Manso de Velasco tenía que estar seguro primero, de que la nueva Villa comenzaba a prosperar, antes de elevar su Informe a su Rey.

APRUEBAN LA FUNDACION

Pero si el Gobernador del Reyno de Chile se demoró un año en enviar el Informe, su aprobación tardó nada menos que seis años y llegó cuando ya Manso de Velasco no estaba en el país, por haber sido promovido a Virrey en el Perú.
El documento con que el Fiscal del Consejo de Su Majestad el Rey de España recomendó la aprobación de Santa Cruz de Triana dice:

“El Fiscal, en vista de esta carta de don José Manso, en que participa con autos haber fundado en el Corregimiento de Rancagua, un pueblo de españoles con el nombre de Santa Cruz de Triana, impuesto su contenido que hará presente el Relator. Dice: No se le ofrece reparos en que se le diese el recibo de su carta aprobándole lo ejecutado; y medios practicados para indigenizar al particular e indios que dice, de las tierras en que se ha fundado el lugar, como se ha ejecutado, sin perjuicio de unos ni otros, y que se espera la noticia de citar perfeccionar la villa, y de lo que ha resultado de la mensura que citaba con el ánimo de practicar, para aplicar a los nuevos pobladores las tierras vacantes y poseídas sin títulos; sobre todo resolverá el Consejo.
Madrid y agosto doce, de mil setecientos cuarenta y siete”.

Tal era el informe que tuvo en vista más tarde el Consejo, que, a su vez, dio a conocer su resolución favorable al Rey.

Por fin, dos años después de la fecha citada y cuando habían transcurrido seis años desde la fundación, Su Majestad el Rey de España dictaba una Real Cédula aprobando definitivamente la fundación de Santa Cruz de Triana y otorgándole al mismo tiempo oficialmente el Título de Villa. Tal documento tiene fecha en Madrid del 29 de julio de 1749.
Continuará …

Capítulo I: UN PUEBLO DE INDIOS DE NOMBRE INMORTAL

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