No es la primera vez que ocupamos esta columna para recordar a la ciudad de Arica. Pero hoy queremos repetir algunas de las reflexiones que surgieron de mi último viaje al nortino puerto que tiene al Morro como símbolo.
Arica es una de las más amplias puertas de Chile, que se encuentra en el extremo norte de nuestro territorio. Puerta múltiple por la que se puede entrar o salir, por mar o por tierra, desde o hacia el Perú o Bolivia, desde el territorio chileno a través del desierto nortino o descendiendo desde el Altiplano cordillerano. Así mismo, zarpando o arribando en su puerto del inmenso Océano Pacífico, navegando desde o hacia centenares de puertos marítimos. Más aún, desde su Aeropuerto, conectarse por los caminos del aire con todos los países del mundo.
Hace 66 años, en 1944, tuve la oportunidad de llegar por primera vez a la más nortina de las ciudades chilenas. En esa ocasión, entré por la puerta marítima, en el vapor “Teno” de la Compañía Sudamericana de Vapores. Iba con un grupo de estudiantes de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, invitados por el Gobierno del Perú y por la Universidad de San Marcos, para asistir a la celebración de las Fiestas Patrias peruanas, que culminaban con la Parada Militar y Desfile cívico del 28 de julio, Día de la Independencia.
El reencuentro
Pocos años más tarde, en 1952, siempre por la puerta marítima, llegué hasta Arica en el transatlántico inglés “Reina del Pacífico”. Felizmente, son varias las ocasiones, las oportunidades que he tenido de visitar Arica, disfrutar de su clima de primavera eterna, compartir con mucha gente, y, por cierto, subir hasta lo alto del Morro majestuoso, su más valioso patrimonio natural. Abajo, en la Plaza, hermosamente remodelada, está vivo Benjamín Vicuña Mackenna, en bronce, pronunciando su férrea frase: “¡No soltéis el Morro!”….
La conocí también en todo su esplendor “del nylon”, de los automóviles propios, y de las más deslumbrantes “novedades” europeas, norteamericanas y de otros lugares del mundo, que ofrecía en la década de los años cincuenta.
Los domingos, en medio de una abigarrada muchedumbre, recorrí, tras la Misa en la Iglesia de Eiffel, la larguísima Feria al aire libre, donde se puede adquirir desde televisores hasta calcetines, valiosas lámparas o pilas de linternas.
Arica no es sólo el puerto, la ciudad y el Morro. Hay que recorrer su Paseo peatonal, sus amplias avenidas, sus playas. Hay que llegar a sus alrededores. Al Valle de Azapa con su notable Museo, donde duermen algunas de las momias indígenas más antiguas del mundo. O al valle de Lluta, visitando de paso la aldea espiritual y material de los Arri Chrismas y admirar los milenarios geoglifos. Los que no temen a la puna pueden alcanzar hasta el hermosísimo Lago Chungará, pasando por Putre.
Por lo tanto, he visto cómo Arica ha crecido desde aquella aldea portuaria grande de hace siete décadas, hasta la dinámica ciudad de hoy, pese a que lentamente ha ido perdiendo industrias, comercios y habitantes.
El increíble Codpa
Hay un pueblo pequeño, pero increíble. ¿Quién ha oído hablar de Codpa? Tuve que visitarlo dos veces, en diferentes años, para encontrarlo y asombrarme, en el fondo de una quebrada, junto a un riachuelo de agua fría pura y cristalina. Un pueblo del más lejano pasado, pero cuyos estudiantes del único Liceo tiene acceso a una buena biblioteca y a computadores, alimentados con energía de placas solares.
Y hay tantos lugares para conocer: Camarones, Belén, Parinacota, Poconchile, Socoroma, las deliciosas Playas de La Lisera y Chichorro, las impresionantes formaciones rocosas, con túneles y cavernas, en la playa hacia el sur del Morro, etc.
Porque la conozco, porque me gusta y la admiro, me alegra y me duele Arica. Me duele que haya perdido su gran industria automotora y otras que fueron cerrando sus puertas. Lamentable es la disminución de su activísimo comercio que atraía y deslumbraba al visitante.
Mientras Tacna crece
Actualmente, la mayoría de los turistas nacionales no viajan a Arica, sino a Tacna, para comprar y comer barato y disfrutar de la especial atención que brinda a los miles de visitantes que llegan a diario.
Hoy se palpa el descontento de la gente. Entiendo que muchos se sientan abandonados por los poderes centrales. Creo que ha existido algo de desidia, de indiferencia, o falta de visión futura, en los gobiernos de las últimas décadas, para darle a Arica todos los impulsos que necesita para convertirse en lo que debe ser: la atractiva Gran Puerta del Norte de Chile.
HÉCTOR GONZÁLEZ V.