Por: Flor Vásquez
Fotos: Nico Carrasco
Bernardo Cáceres Dinamarca, el “caserito” Cáceres, era todo un personaje popular, que supo conquistar el afecto de los rancagüinos. Famoso por ofrecer fruta de primera calidad, se instalaba con su triciclo en la esquina de la calle Campos con O’Carrol. Allí ofrecía los mejores productos de la temporada, regalando siempre a los clientes la tradicional “yapa” y una sonrisa generosa y sincera.
Ayer, el lugar que siempre ocupaba estaba vacío. A sus clientes les preocupó su ausencia y después no podían creer el motivo de ésta: el caserito Cáceres ya no vendrá más con su pequeño cargamento de frutas; un infarto al corazón puso fin a sus sueños y a su vida.
La noticia de su partida impactó a todos los rancagüinos que lo conocían, especialmente a quienes el día anterior lo habían visto en su triciclo, en el habitual puesto de Campos con O’Carrol. Bernardo Cáceres, ese hombre bueno, esforzado y trabajador, que en el año 2004 recibió la distinción de “Personaje Típico” por parte del municipio de Rancagua, había partido para siempre.
SU FAMILIA LO LLORA
Los restos de este querido “caserito” están siendo velados en la población Santa Cruz de Triana, en el que era su hogar. Allí estaba Graciela Cabezas Díaz, la que fue su fiel compañera durante más de 55 años y con quien tuvieron tres hijos. También estaban los doce nietos, los bisnietos, hermanos, otros familiares, vecinos y amigos.
Doña Graciela, con lágrimas en sus ojos ahora tristes, relató las últimas horas de su “viejito”. Contó que en el lunes, como era habitual, llegó a la casa pasadas las 15 horas, almorzó y después se dedicó “a jardinear”, Don Bernardo tenía diabetes, pero se controlaba y aparentemente no tenía otros problemas de salud. No se quejó de ninguna molestia; más tarde se fue a dormir y despertó a las 4 de la madrugada. A esa hora se levantaba para ir a buscar la fruta que luego ofrecería a su clientela. “Mi viejo se levantó como a las 4 de la mañana, fue al baño y de repente yo sentí un ruido, un golpe fuerte. La puerta del baño estaba cerrada y no la podía abrir”. Doña Graciela lo llamaba desesperada. Pocos minutos después lograron abrir la puerta y ya no había nada que hacer: el corazón de don Bernardo no soportó el infarto y dejó de latir.
“Se me fue mi viejito –repite con tristeza doña Graciela-. Nos conocimos hace más de 50 años en la población Granja; él era de Peumo y se vino a Rancagua; vendía fruta. Yo fui a comprar y él me regaló una manzana”.
Ahí empezaron a caminar juntos por la vida, disfrutando alegrías, los tiempos buenos y apoyándose en los momentos más difíciles. “Dos de nuestro hijos murieron; también falleció una nieta. Y ahora se me va él; no sé cómo podré soportar su ausencia”.
Los vecinos recuerdan a don Bernardo como un hombre sencillo y solidario, “que ayuda a las personas que lo necesitaban”.
Como caserito afirmaron que “le gustaba vender fruta y productos de primera calidad; por eso tenía una clientela fiel”.
El personal de El Rancagüino también siente la partida de este hombre bueno, que siempre se mostró agradecido de la vida y que cumplió todos sus sueños porque éstos eran simples.
Los funerales de don Bernardo se realizarán mañana jueves, en el cementerio Nº 2 de Rancagua. Allí recibirá el último adiós de los suyos, de sus amigos y conocidos.
Y quizás, en los próximos días, el triciclo del caserito Cáceres vuelva a tomar ubicación en calle Campos con O’Carrol. Aunque ahora será su bisnieta Bernardita la que seguirá su huella, mientras él sonríe desde el cielo.