Flor Vásquez
Natalia cuenta que cuando cursaba primer año medio pesaba 87 kilos. “Era gorda y por eso mis compañeras me molestaban. Y mis papás me presionaban”. Entonces, en una oportunidad que quedó sola en su casa, después de darse un “atracón” de comida, intentó vomitar. Recuerda que estuvo una hora y media en el baño hasta que le resultó.
Así es que continuó y comenzó a bajar de peso. “Todo el mundo estaba contento, me empezaron a invitar a fiestas. Comencé a buscar estrategias y técnicas para vomitar; hay que ser muy hábil para que a uno no la descubran”.
Terminó cuarto año medio con muy buenas notas y después ingresó a la universidad. En Santiago compartía un departamento con su hermana y fue ésta la que la sorprendió. “Le contó a toda la familia, a todo el mundo; me dejó destrozada psicológicamente”.
Su familia la llevó a un psiquiatra, a un psicólogo, pero el tratamiento no daba resultado. En la universidad, Natalia se veía como una joven aparentemente feliz, pero cuando se encontraba sola en el departamento sentía un hambre atroz. A veces le daba rabia tener hambre y se castigaba haciéndose cortes en el cuerpo; en otras ocasiones sucumbía a la tentación y comía todo lo que encontraba, para luego sentirse culpable y comenzar a vomitar. “Al sentir el cuerpo sin comida me sentía feliz”.
Terminó su carrera, se tituló y comenzó a trabajar. Pero la enfermedad seguía presente, haciéndola sufrir. Consultó a otro psiquiatra. “Me dio pastillas que me tenían todo el día atontada, así es que las dejé”.
Hace unos años ingresó a un foro a través de Internet y dice que ahí encontró amigas virtuales, orientación, ayuda y comprensión. Asegura que esa terapia fue más efectiva. Actualmente, a los 26 años, Natalia se mantiene delgada y asegura tener un poco más controlada su enfermedad, aunque reconoce que hace una semana volvió a provocarse vómitos.
Conmueve su descripción de los síntomas y de cómo sufre y trata de mantener bajo control su enfermedad. “Pienso todo el día en comida, pero a la vez no quiero engordar. Y siento que estoy gorda. Durante seis meses tomé sibutramina (fármaco para inhibir el apetito), estaba feliz porque no sentía nada de hambre, pero ahora la prohibieron. Siento un rechazo por las personas gordas. Para no pensar en comida, trabajo harto, bailo y me hago masajes. Creo que esta enfermedad no tiene curación y que todos los días de mi vida tendré que luchar contra ella”.
Verónica –según relató su hermana- comenzó a dejar de comer al terminar cuarto año medio. No quedó seleccionada en la universidad y aparentemente eso la hizo sentirse fracasada. Realizó un curso rápido de secretariado y empezó a trabajar. “Nunca fue tan buena para comer, pero en la casa nos dimos cuenta que cada día comía menos. Así pasaron 25 años, nosotros siempre temiendo por su vida. La llevamos a un sicólogo, pero no logramos que comiera un poco más o que tomara vitaminas. Se mantenía en un peso bajo y eso era lo único que la alegraba. Hace tres año falleció, tuvo un cuadro infeccioso y su organismo no resistió, estaba demasiado débil”.
Estos dos casos –por cierto más dramático el segundo- corresponden a la bulimia y anorexia nerviosa, los dos trastornos de alimentación más frecuentes y que en la región y en Chile van en aumento.
Sin embargo, no hay estadísticas y a los centros asistenciales llegan los casos más graves, prácticamente en la fase terminal. Así lo indicó la médico psiquiatra María José Villena, quien ha conocido y atendido a jóvenes afectadas por anorexia y que han llegado en grave estado a la unidad de hospitalización psiquiátrica de corta estadía del Hospital Regional Rancagua.
Indicó que en Chile no existe un programa dirigido a prevenir y tratar estos graves trastornos de la alimentación; agregando que estos trastornos afectan a un número importante de adolescentes, en mayor porcentaje a mujeres; aunque también hay casos crónicos de bulimia y anorexia en mujeres adultas. “Creo que en Chile, por un problema de falta de estudios, tenemos subdiagnosticada esta problemática; estamos viendo la punta del problema y la base está escondida, no la conocemos. Sabemos de casos que se van presentando cada año, como los que llegan a esta unidad: dos a tres en el año, pero los más graves, los que ya son terminales, adolescentes que ya presentan fallas orgánicas. Entonces, llegamos tarde”.
Añadió que “no conocemos los casos que están en su etapa inicial o aquellos de baja o mediana complejidad. Por una parte no nos consultan, pero por otra, no tenemos las instancias para darles tratamiento especializado. Esta (anorexia y bulimia) es una temática específica y que requiere equipos especializados y multidisciplinarios. Hay que contar con una nutricionista que debe estar preparada en el tema, con un psicólogo, médico general, psiquiatra y la asistente social. En Chile no tenemos un programa de Trastornos de la alimentación con un equipo multidisciplinario específico implementado en todas las regiones, a diferencia de Europa, donde sí hay programas públicos para abordar los trastornos de la alimentación”.
CAUSAS Y TRATAMIENTO
– ¿Cuáles son las causas de la anorexia?
– En este tipo de trastornos cabe la mirada, el enfoque biosicosocial, ya que hay un componente biológico, pero las alteraciones psicológicas y sociales son tal vez las que pesarían más. Problemas psicológicos como la baja autoestima de las jóvenes, un medio social que privilegia la delgadez, son factores que intervienen. Del componente biológico lo que más conocemos son las consecuencias: todo lo que provoca la desnutrición, problemas cardiacos, alteraciones hepáticas y renales, de las hormonas sexuales, osteoporosis etc. En una etapa terminal, la persona tiene un alto riesgo de morir por una falla multiorgánica: del corazón, del riñón, del hígado. Esos son los casos graves que estamos viendo.
– ¿Por qué las personas anoréxicas se ven gordas, aunque estén delgadas?
– Hay una alteración de la percepción, que es muy especial, porque siendo éste un trastorno del comportamiento en relación a los hábitos de la alimentación que se trastocan, la anorexia no es considerada un trastorno sicótico, porque no es una locura propiamente tal, es decir, no se altera el juicio de la realidad. El cómo se llega a estas ideas tan rígidas e irracionales de sentirse gordos en una situación que están bajo peso, es un pensamiento muy específico e inmodificable, entonces desde una preocupación intensa por el miedo a subir de peso, una idea o preocupación que tiene una rigidez cercana a los pensamientos y conductas sicóticas. Estas personas se sienten gordas y feas y frente a un espejo observan su cuerpo ancho, con un volumen distinto a la delgadez que observa el examinador. Quieren bajar más de peso, aunque saben que eso les significará problemas de salud física y problemas relacionales, sociales. Son pensamientos muy marcados y existe un rechazo a los terapeutas, porque los ven como enemigos que quieren hacerlas aumentar de peso.
– ¿Cómo enfrenta el equipo ese problema?
– Hay algunas estrategias. Se busca saber cuáles son los otros proyectos que tienen en la vida y vamos conversando de sus planes; a la vez que les explicamos que para realizar eso hay que tener energía o que necesita una mejor salud. Ahí se empieza a negociar, buscar la forma de acercarse a un peso que le permita estar saludable. La nutricionista va a negociar una dieta hipocalórica.
– ¿Se podría intervenir antes de que el bajar de peso se convierta en una obsesión casi patológica?
– En una primera etapa, tanto las personas con anorexia como con bulimia, esconden bastante los síntomas, la familia no se da mucha cuenta. Además, en muchos casos, este tipo de trastornos se presenta en una dinámica de familia donde esta alterada la comunicación, donde hay múltiples problemas sociales de base, padre ausente, mamá sobrepasada, en que a veces hay sobreprotección, pero a la vez no está la capacidad para contener. Entonces, los papás se dan cuenta del trastorno cuando ya han ido avanzando los síntomas. Las jóvenes tratan de no mostrar esa delgadez, se ponen ropa ancha, son muy hábiles, pueden esconder la comida en segundos en el bolsillo o en una bolsita y luego botarla. Pero, como todo tratamiento que tiene que ver con la salud mental, siempre va a haber un mejor pronóstico con la intervención precoz.
– ¿La anorexia es más frecuente en jóvenes que tienen sobrepeso?
– Es igual que en niñas con peso normal. Aquí hay varios mitos. Este trastorno no sólo se da en la clase social alta, como se decía años atrás; yo los casos graves que he visto han sido de pacientes de sectores rurales de escasos recursos económicos.
– ¿Las personas anoréxicas sienten hambre y la controlan o realmente no sienten hambre?
– Esto corresponde a los trastornos de la alimentación, que para algunos especialistas es un continuo: todo parte con el deseo, la idea central de bajar de peso; y en algunas evoluciona a la anorexia, que es el deseo irrefrenable de bajar de peso, restrictivo, no comen nada, sienten placer al no comer o ver a otros comer, y sufren cuando deben alimentarse. Y hay otros casos en que las jóvenes tienen episodios de atracones de comida y después viene la culpa y eliminan esta comida provocándose vómitos; en esta conducta bulímica de realizar atracones de comida, se siente un deseo y placer por comer, pero finalmente es un comer compulsivo y culposo. La persona puede ir pasando de una anorexia restrictiva a tener conductas bulímicas; y de una anorexia se puede pasar a una bulimia. Es decir, el cuadro puede evolucionar de una anorexia a una bulimia o presentarse como un cuadro bulímico desde el comienzo. Según la prevalencia, sería más frecuente la bulimia.
¿QUE DEBE HACER LA FAMILIA?
– ¿Cómo puede una persona vivir décadas con anorexia?
– El trastorno tiende a ser crónico. Uno apuesta a que si hay intervención terapéutica precoz, la persona puede mejorar; pero cuando eso no ocurre, el trastorno tiende a ser crónico y durar años. Como en todos los trastornos, hay grados, desde los leves hasta los moderados y severos. He visto casos graves de anorexia y de bulimia.
– ¿Es cierto que estas personas son autoexigentes?
– Son bien autoexigentes, obtienen buenas notas; pero cuando empiezan con fallas de concentración, de desmayos por la falta de alimentación, empiezan a bajar las notas y sienten que les está yendo mal en la vida, aparecen entonces síntomas ansiosos depresivos que complican el cuadro clínico.
– ¿Qué debe hacer la familia tras detectar que su hija o hijo tienen un trastorno de la alimentación como bulimia o anorexia?
– Debe buscar ayuda médica. Acá se hace una evaluación integral de la joven: examen físico y diversos exámenes de laboratorio; se hace una evaluación nutricional; se evalúa la parte psicológica y el estado mental, cuál es la intensidad de las preocupaciones por el tema de la comida y el peso. También se analiza la dinámica familiar y relacional. Luego de todo esto, se inicia el tratamiento, que contempla fármacos ansiolíticos y antidepresivos, consejo nutricional y la terapia individual y familiar por el psicólogo, la cual es finalmente de gran importancia para lograr la superación del problema.
– Pero, ¿no hay un equipo especializado en el Servicio de Salud?
– El Servicio no tiene un equipo específico para este tema. Yo trabajo en esta unidad de hospitalización y aquí apoyamos a los policlínicos de toda la región. Han llegado niñas para esta evaluación integral que vienen de diversas comunas, pasan acá un periodo y después regresan a los centros de salud de donde viven.
– ¿Qué recomendación le daría a la familia de una persona con bulimia o anorexia?
– Hay que estar atentos a mantener una buena comunicación, que se hable del tema y ahí los padres deben darse cuenta de qué importancia tiene el peso en la vida de la niña o del niño (también hay casos en varones). Hay que tener paciencia, los tratamientos son largos (tres a cinco años o más); es una enfermedad dolorosa, que cansa y agota a los pacientes, a la familia. Las familias contienen, son los apoyadores incondicionales, pero no pueden ser terapeutas, por lo que necesitan buscar ayuda médica o sicológica.
– ¿Qué casos la han impactado?
– Impactan todos, ver esta irracionalidad, esta obsesión por bajar de peso frente a riesgos inminentes de morir. Atendí a una joven que había perdido todos sus dientes superiores por los vómitos que se provocó durante años, recientemente se había colocado implantes dentarios, y sus conductas bulímicas con provocación de vómitos continuaban. Acá a esta unidad llegó una niña de 17 años, que no podía caminar, porque llevaba 10 días sin comer, sólo tomaba agua. Se le puso un suero, ella no quería porque decía que el suero tiene calorías, y no quería subir de peso. Después se le puso una sonda nasogástrica para alimentarla y luego de 3 a 4 días al intentar retirar la sonda nasogástrica, la joven pidió que no le sacaran la sonda porque no quería comer, no quería realizar el acto de comer, pero sí aceptaba ser alimentada por esta sonda nasogástrica. Es impactante recibir a pacientes con este miedo intenso e irracional a subir de peso.
“Mi enfermedad comenzó a los 15 años”
– Natalia, una joven profesional de 26 años, cuenta el impacto que tiene en su vida el sufrir de bulimia.
“Tengo muy claro por qué llegué a todo esto. Sé cómo partió y se gestó, pero no sé cómo terminar con mi enfermedad, que comenzó cuando tenía 15 años. A través de los años —más de diez—, me he dado cuenta y me he convencido de que la bulimia nerviosa y la anorexia son enfermedades crónicas con las cuáles tengo que aprender a convivir por el resto de mis días. Es una especie de bicho molestoso que constantemente está en mi mente y nunca me abandona.
Todo el día pienso en comida, aspecto, estómago, grasa. Lo peor es comprar ropa; lo detesto. Busco trapos que me tapen la figura; jamás una polera apretada. Eso está terminantemente prohibido en mi armario.
“Eres una persona bonita, segura, inteligente”… Eso es lo que opina, en general el resto de mí, pero yo nunca he pensado eso. Al contrario, nunca me he creído linda, mucho menos inteligente porque una persona inteligente no se autoagrede. Pero, en el resto de las cosas que siguen mi rutina diaria siempre he orientado y conseguido ser bastante exitosa, es una realidad concreta y demostrable.
Los daños que me he provocado a través de los años han mutado. Vomitar es sólo el inicio de una cadena que no acaba. He pasado por cortes, ayunos y vómitos, pese a que esto suene crudo es una realidad que se vive —no sólo en Rancagua—, también en la región. Esta es una enfermedad grave, que también cruza las fronteras… Una de las más crueles, según lo que pienso.
¿Los daños? Son innumerables. Los físicos son sólo algunos. Está el daño psicológico, la autoestima, el cómo te relacionas con la gente, amigos, familia, pareja e hijos. Somos enfermas y tenemos problemas con todo eso y más.
¿Como desayuda menos? Es una pregunta difícil de responder y ¿Cómo se ayuda a prevenir esta enfermedad? Es otra de las que no sé bien responder. Sí sé que yo si tuviera hijos jamás haría algunas cosas específicas que a mí sí me pasaron en mi adolescencia. Me refiero con esto al trato. He pensado que incluso es mejor no tener hijos. ¿Para qué arriesgar a una persona que venga de mí a esta enfermedad? Es mucha responsabilidad para alguien que ya tiene problemas consigo misma para quererse.
Es cierto que muchas personas me han ayudado en esto, pero en general son personas “virtuales”. Hablar de bulimia, de anorexia no es un tema que puedas sentarte a conversar en un carrete o asado con los amigos.
Muchas jóvenes han escrito libros sobre sus experiencias, pero a mi juicio son “basura publicitaria”. Ninguno de estos textos enseña. Sólo son hojas de relatos descarnados y a veces poco creíbles. Quizá algún día me anime a escribir algo más que una carta. Lo haré, pero cuando tenga la certeza de una respuesta concreta sobre cómo salir de esta enfermedad, que por cierto, en la región es poco conocida y tratada. Sólo como dato creo conocer un único lugar público de internado”.
Bulimia
La bulimia es una enfermedad de causas diversas (psicológicas y somáticas), que produce desarreglos en la ingesta de alimentos con periodos de compulsión para comer con otros de dietas abusivas, asociado a vómitos y la ingesta de diversos medicamentos (laxantes y diuréticos). Es una enfermedad que aparece más en las mujeres que en hombres, que aparece en la adolescencia y dura muchos años.
Anorexia
La anorexia consiste en un trastorno de la conducta alimentaria que supone una pérdida de peso provocada por el propio enfermo y lleva a un estado de inanición. Se caracteriza por el temor a aumentar de peso, y por una percepción distorsionada y delirante del propio cuerpo que hace que el enfermo se vea gordo aun cuando su peso se encuentra por debajo de lo recomendado.
Consecuencias sobre la salud
En el ciclo de autoinanición de la anorexia nerviosa, el cuerpo es negado de los nutrientes esenciales que necesita para un adecuado funcionamiento. Por lo tanto, hay graves consecuencias:
• Disminución anormal en la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lo que significa que el músculo cardíaco está debilitado. El riesgo de falla cardíaca se incrementa a medida que la presión y la frecuencia
cardíaca bajan.
• Reducción en la densidad de los huesos (osteoporosis), que resulta en huesos débiles y frágiles.
• Pérdida de músculo y debilidad muscular.
• Deshidratación severa, que puede resultar en falla renal.
• Sensación de desmayo, fatiga y debilidad general.
• Cabello y piel secas; es común la pérdida de cabello.
• Crecimiento en todo el cuerpo de una capa fina de cabello conocido como lanugo, incluyendo cara, en un esfuerzo por conservar el calor corporal.
BULIMIA
Los ciclos recurrentes de atracones y vómitos pueden afectar todo el sistema digestivo y llevar a un desbalance químico y
electrolítico en el cuerpo que puede afectar las funciones del corazón y otros órganos principales. Algunas de las consecuencias médicas de la bulimia incluyen:
– Desbalance electrolítico que puede llevar a latidos cardíacos irregulares y posible falla cardíaca y muerte.
El desbalance electrolítico es causado por deshidratación y pérdida de potasio, sodio y cloro por parte del cuerpo como resultado de los comportamientos purgativos.
– Ruptura gástrica potencial durante los períodos de atracón.
– Inflamación y posible ruptura del esófago debido al vómito frecuente.
-Caries dentales y destrucción de los dientes debido al contacto con los ácidos estomacales durante el vómito frecuente.
– Movimientos intestinales irregulares y constipación crónica como resultado del abuso de laxantes.
– Ulceras pépticas y pancreatitis.