– Entre las ruinas del colegio que les vio crecer en medio de la adolescencia, los cuartos medios del que es hoy Liceo Bicentenario, dijeron adiós a las aulas y el uniforme. Comenzaron así el vuelo a lo que será “el resto de sus vidas”.
Por: Tania Arce Saavedra
Fotos: Héctor Vargas
Tras una hermosa y emocionante ceremonia, el Liceo Oscar Castro de Rancagua dijo adiós a su promoción del Bicentenario.
Los pocos muros casi desfallecientes que aún quedan en pie, fueron testigos del viaje emprendido por esta nueva generación liceana, que este viernes comenzó un largo vuelo. Ahora, la vida para estos jóvenes ya no será la misma. Atrás quedaron los justificativos, los viajes a inspectoría, los nervios por una prueba. El uniforme. Todo formó parte de una juventud llena de alegrías y juegos. Éxitos y, a veces, también decepciones.
Durante la mañana de ayer viernes, las palabras del poeta se escucharon a lo largo y ancho de la manzana comprendida entre las calles Almarza, Zañartu, Germán Riesco y O´Carrol.
“Liceo de mi ciudad. ¡Ah, volantín de mi infancia! Yo no jugué por tus patios como otros niños jugaron; pero comprendo el encanto melodioso de tus aulas. Sé que en tus bancos tranquilos, bajo tus amplias ventanas, el corazón de los niños que hoy son hombres, se arremansa. Y allí se queda, diciendo la lección de la nostalgia”. Con estas sentidas palabras comenzó el emocionante discurso de despedida de José Ortiz, director del establecimiento. A este magno evento no sólo asistieron los alumnos, profesores y apoderados del que algún día fuera el Liceo Número 2 de Rancagua. Eduardo Soto, alcalde de la ciudad, también formó parte de este acontecimiento en el que se selló un año lleno de sufrimientos y cambios.
“Desde este señero patio, ustedes, hoy, levantan el vuelo. Un vuelo silente, pero impregnado de un nostálgico bullicio que les acompañará durante toda la vida. ¡No lo sabré yo, condiscípulo de ustedes!”, dijo Ortiz.
El director les recordó el triste capítulo que les llevó a trasladarse hasta las dependencias de la calle Cuevas, allá en la población O´Higgins: “No estarán ajenas a estos recuerdos las dificultades sufridas por la construcción de estos pabellones. Y nos resultará imborrable, y hasta doloroso, haber visto caer los muros que nos acogieron y que nos llevó obligadamente a un imperioso exilio de la morada escolar”. Al concluir, el educador recordó las palabras del poeta español Antonio Gala y su poema “Es hora de levantar el vuelo”. “Se ha terminado tu presente historia y otra escribe sus trazos en el cielo. No hay tiempo de sentir el desconsuelo. Sigue la vida, urgente y transitoria. Muda la meta de tu trayectoria, y rasga del mañana el hondo velo”.
La música y la danza amenizaron la celebración. El grupo de cámara del Liceo Oscar Castro, dirigido por el profesor Dante Olivares, interpretó bellas melodías a los asistentes.
También hicieron su parte los alumnos Leonel Reyes y Selene Severino, quienes danzaron al ritmo de la canción Los Momentos, del compositor chileno Eduardo Gatti.
En representación de los alumnos que egresaron, la alumna del 4to D, Patricia Contreras, agradeció a todos quienes conforman esta comunidad educativa, “por la entrega y la dedicación hacia este grupo de estudiantes”. También invitó a sus compañeras y compañeros “a volar muy alto, sin olvidar aquellos hermosos años en que estos muros les vieron crecer”.
Llegó la hora del adiós, y las lágrimas no se dejaron esperar. Primero, fueron los abanderados del colegio, José Luis Varas Allende y sus escoltas Camila Alejandra Hidalgo Caro y Miriam Estefanía Yáñez Salas. Luego, el himno del Liceo. Aquí comenzaron a fluir en forma casi instantánea las lágrimas.