Por: Hugo Soto Riquelme
Fotos: Gentileza Pastoral UC
Perfectamente podrían estar disfrutando de unas merecidas vacaciones, luego de un ajetreado año universitario. Las asoleadas playas de la zona central o algún balneario recóndito del norte o sur del país, serían el panorama ideal de varios estudiantes de la Pontificia Universidad Católica (PUC), pero por el momento no lo son. Y es que durante diez días, estos alumnos de distintas carreras de educación superior están formando parte de la Misión País 2011, que inició su travesía por Doñihue y Rosario.
Proyecto impulsado por la Pastoral de la Universidad Católica, que desde el año 2004 recorre 70 zonas de Chile, desde Arica a Punta Arenas. El objetivo es uno sólo: compartir experiencias de Cristo con habitantes de distintas comunidades rurales o alejadas del país. En este caso, la Región de O’Higgins está siendo visitada por los voluntarios en dos localidades que otras oportunidades ya habían sido parte de la iniciativa evangelizadora.
En total, son 53 jóvenes universitarios, los que arribaron el lunes último para entregar enseñanzas de vida cristiana a los rosarinos y doñihuanos. Entre ellos, alumnos que cursan distintos años en carreras como Derecho, Ingeniería Comercial, Psicología, Periodismo, Ingeniería Civil, Arquitectura, Pedagogía Básica, entre otras. A ellos, se suman dos argentinos y tres brasileñas, quienes pretenden replicar la experiencia chilena en sus propios países.
El estudiante de cuarto año de Derecho de la PUC, Pelayo Valdivia, es uno de los jefes de zona de la delegación que está en Doñihue. El joven cuenta que este es el quinto año de misión en dicho sector y cada verano comparten con niños, jóvenes y adultos. “La idea es que la gente nos pueda recibir en sus casas, conversar, rezar, compartir, aprender de ellos. En el fondo, acogerlos y que ellos nos acojan, a su vez a nosotros”, señala el voluntario.
Rodríguez relata que durante las mañanas inician una especie de puerta a puerta con el objeto de entregar el mensaje de Dios a cada una de las familias, mientras que en las tardes realizan diversos talleres relacionados con cada una de sus profesiones y focalizados a chicos y grandes. En esa línea, agrega que todos los integrantes de la familia pueden participar de los cursos formativos, incluso, hay instancias para las dueñas de casa donde pueden aprender a cocinar o hacer manualidades.
“Hacemos talleres de carácter más bien formativo. Primero está el taller de niños, donde lo que hacemos es jugar con los niños, transmitirles valores, a través de distintos juegos. El taller de jóvenes, que tiene la misma finalidad, pero es un poco más elaborado, más serio, para gente más madura. Y el taller de adultos, donde se discuten temas importantes con la gente más adulta de la comunidad”, el jefe de zona de Doñihue.
El voluntario indica que la experiencia ha sido excelente, principalmente por la participación manifestada por los doñihuanos, quienes constantemente han tenido una actitud de cariño y respeto hacia los jóvenes misioneros. Junto a ello, el estudiante de la UC espera que lo efectuado se mantenga con el tiempo y así a lo largo de los años el mensaje persitas entre ellos.
“La experiencia ha sido increíble. La gente nos ha recibido muy bien, como siempre ha sido en Doñihue. A parte de pasarlo excelente, nos hemos sentido muy acogidos y hemos aprendido mucho, así como también creemos que les hemos podido entregar a las personas el mensaje de Cristo”, dice Rodríguez.
Similar opinión tiene Magdalena Ossa, alumna de tercer año de Ingeniería Civil de la PUC, quien es parte de los jefes de zona de la delegación de Rosario. La joven cuenta que dentro del grupo hay una alumna de la Universidad del Desarrollo que también está participando de la iniciativa, lo que les permite además relacionarse con jóvenes de otras casas de estudios.
La estudiante comenta que este es el primer año que la comitiva visita la localidad, cuya comitiva se encuentra pernoctando en la Escuela Manuel Francisco Correa, ubicada en la calle San Ignacio 144. Ossa agrega que la dinámica es similar a la de los doñihuanos, ya que durante la jornada matutina visitan a los vecinos del sector y luego en las tardes se reúnen en la Plaza de Rosario. “Viene toda la gente a los talleres y es muy dinámico y entretenido”, añade.
“He ido hartas veces a misiones y conversar acá con la gente es muy enriquecedor, porque la gente nos cuenta sus experiencias, vamos a casas donde hay enfermos o con bastantes problemas, y nos cuentan su relación con Dios. Al final aunque venimos a misionar, nosotros ganamos mucho porque es una experiencia muy bonita y atendemos a la gente. Para nosotros es bueno y todos los misioneros están demasiado felices”, declara.
La jefa de zona de Rosario destaca que a futuro “estamos tratando de formar misioneros permanentes. Nosotros nos vamos el 13 de enero, pero queremos que aquí en Rosario siga la gente juntándose y que no se acabe lo que hemos realizado. La misión dura tres años por zona, por lo tanto la idea es darle un seguimiento al pueblo para que se armen grupos de oración y acercarlos más entre ellos”, concluye.