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Por: Flor Vásquez
Foto: Nico Carrasco
Llegó a Chile en marzo del año pasado, días después del terremoto del 27 de febrero que dejó un trágico saldo de víctimas y que destruyó hospitales, viviendas, caminos y un largo etcétera. Orlando Campuzano Rodríguez (42 años, divorciado), enfermero especializado en terapia intensiva y anestesia, integraba la brigada médica que el gobierno cubano envió al país para ayudar en la situación de emergencia que existía tras el cataclismo.
Para Orlando ésta era su segunda misión. “Antes estuve dos años y tres meses en Haití”, señala.
Recuerda que los brigadistas venían muy motivados y que recibieron una “maravillosa recepción”. Rápidamente se pusieron a trabajar e instalaron el hospital de campaña en una de las canchas del complejo deportivo Patricio Mekis, en Rancagua. Después, en los meses fríos, el centro asistencial cubano funcionó en el recinto del gimnasio.
“Nosotros esperábamos estar en la zona del desastre, pero nos destinaron a Rancagua porque el Hospital Regional había sufrido serios daños y estaba funcionando a sólo un 40 por ciento de su capacidad. Sin embargo, la disposición era ayudar donde se nos necesitara, así es que empezamos a atender los casos que nos enviaban desde el hospital y también a los pacientes que acudían en forma espontánea a consultar”.
Por la calidad de la atención y, sobre todo, por la capacidad de acoger y escuchar a los pacientes, los profesionales cubanos se ganaron el afecto de los rancagüinos. De allí que el momento de la despedida de la brigada médica, a mediados de noviembre del año pasado, estuvo marcada por las muestras de agradecimiento y reconocimientos a la labor cumplida. No obstante, otra noticia relacionada con la partida de la brigada cubana ocupó después las pantallas y columnas de los medios de comunicación: tres profesionales cubanos habían decidido quedarse en Chile y no abordar el avión de regreso a la isla. Dos de los brigadistas habían estado en Rancagua y el tercero en el hospital de campaña que funcionó en Chillán. Orlando Campuzano era uno de ellos.
TEMORES Y PROYECTOS
Orlando no quiere hablar sobre los motivos que lo impulsaron a permanecer en Chile, aunque asegura que la decisión fue difícil y dolorosa. También, reconoce que acá en Rancagua encontró una pareja con la que sigue manteniendo una relación sentimental.
En la entrevista el hombre no lo dice explícitamente, pero sus gestos revelan que una parte suya se quedó en la isla. Aunque señala que en estos meses le ha ido bien, que tiene el ánimo en alto y la esperanza siempre presente. “Los primeros días temí que nos deportaran (a él, al traumatólogo Joel Hernández y al profesional cubano que estuvo en Chillán), pensé mucho en eso”.
“Ahora tengo la mente enfrascada en seguir trabajando, estudiar, superarme; eso da mucha vitalidad para seguir adelante”. Y es que la situación de Campuzano ha cambiado radicalmente. En la actualidad, el enfermero trabaja de guardia en la vega de Rancagua. “Es un trabajo honesto y hay que empezar con algo”, dice resignado.
Agrega que ya tiene sus papeles en regla. “Hice el trámite habitual que hace cualquier extranjero y este mes me dan el carnet de Chile, el Gobierno del país me ha ayudado bastante con la documentación. Las cosas están fluyendo por los pasos normales, me dieron la residencia titular transitoria por un año; después viene la residencia permanente en caso que lo desee”.
Cree que “en todo esto ayudó el que estuvimos 9 meses ejerciendo con la autorización del Ministerio de Salud, ayudando en una situación de emergencia”.
Recuerda con algo de nostalgia sus meses en la brigada médica cubana. Y evoca uno de los momentos tensos que vivió, el 11 de marzo, cuando la tierra volvió a temblar fuerte y el epicentro del mega sismo grado 7 fue en la Región de O’Higgins. “Yo estaba en el hospital de San Fernando, en el pabellón. Fueron dos réplicas, la primera más fuerte. Estábamos terminando una cirugía y mantuvimos la calma. Después, ayudamos a evacuar el hospital, las personas estaban muy asustadas , algunas con crisis de pánico,
Vuelve al presente. “A la espera de otra oferta mejor, estoy trabajando como guardia en la vega. Allí, la gente me ha tratado bien; muchas personas fueron pacientes míos y han sido muy afectuosos”.
“Estos meses, en ocasiones uno como que se desespera, aunque no pierdo la esperanza, a futuro, de trabajar en mi especialidad”. Incluso acaricia el proyecto de estudiar Medicina o, al menos, volver a la enfermería. Sólo pide una oportunidad.