Alexis Apablaza Campos
Consultor en Comunicación Digital
Docente Universidad UNIACC
El prestigioso Diccionario de Oxford eligió como “palabra del año” en 2016 a “posverdad” y recientemente, en 2017, a “fake news”. Una gran demostración de la importancia del papel de los medios de comunicación hoy en día, especialmente en los entornos digitales.
Las redes sociales están llenas de información que puede ser cierta y verificada, pero que rápidamente encuentran una especie de “contrainformación” que intenta dar descrédito al emisor inicial para defender posturas político-económicas. Siempre hay intereses detrás, y también seguidores que desean recibir un contenido que les permita conservar intacta su ideología.
Esta semana el periódico español ABC denunció que, en un edificio de San Petersburgo, Rusia existe una verdadera “granja de trolls”, es decir: redactores que utilizan múltiples cuentas falsas en redes sociales para desacreditar todo tipo de información contraria al gobierno de Vladimir Putin. Todo ello mientras en Estados Unidos aún se investiga la injerencia de la ex Unión Soviética en sus últimas elecciones, una situación que posiblemente se habría repetido durante el referéndum de Catalunya.
Investigadores en comunicación, estudiantes y académicos de Escuelas de Periodismo de las principales universidades de Latinoamérica coincidieron en el congreso Felafacs, donde se analizó este fenómeno y sus alcances en la geopolítica. Sin embargo, este tipo de situaciones podrían ser más cercanas de lo que creemos: medios digitales independientes denunciaron que el comando de Sebastián Piñera habría contratado a una agencia especializada para estos fines, e incluso agrupaciones como “Anonymous Chile” aseguran haber logrado la suspensión de más de mil cuentas de este tipo.
Cierto o no, la lógica dice que otros sectores políticos también pudieron incurrir en la misma práctica incluso en campañas anteriores: usuarios con nombres falsos, generalmente sin foto de perfil (o con una imagen sacada de Google), que publican respuestas para defender a ultranza ideas políticas.
Por ello, hay que especificar que en estas prácticas no hay “nada nuevo bajo el sol”. De hecho, la mayoría nacieron casi en paralelo las mismas redes sociales: los profesionales de las grandes agencias digitales saben que desde hace casi una década los “trolls-bots” son un servicio que se ofrece a las multinacionales para generar información que desacredite a su competencia, aunque nadie se ufane de ello. Sin embargo, también se usan en contrario: un exceso de comentarios positivos sobre un tema en específico puede generar un Trending Topic en Twitter y poner un tema en la agenda informativa.
Los argentinos Natalia Aruguete y Ernesto Calvo descartan la teoría idealista de que con la llegada de las redes sociales exista una democracia directa. “Las batallas culturales las gana la mayor difusión y no el mejor argumento. A eso nos ha acostumbrado, tristemente, la posverdad”, explican a revista Anfibia.
Con todo ello, volvemos a la vieja pregunta que vuelve a ponerse de moda en cada proceso electoral: ¿cuánto influyen las redes sociales en la intención de voto ciudadano? Estos días, hemos visto cómo diversos expertos han ofrecido entrevistas con argumentos a favor y en contra, incluso algunos podrán ser más osados y afirmar que un porcentaje de la participación ciudadana del domingo asistió a las urnas solo a “castigar” a los políticos vilipendiados en las redes. Explicaciones y argumentaciones habrá muchas, lo que sí está claro es que los intereses creados no son exclusivos de entornos online u offline.