– La posverdad ingresó al diccionario de la lengua española, con sesudas definiciones que no vienen sino a ser otra forma de decir lo que en buen chileno se llaman mentiras.
– Cuando no importa que los hechos que comunicamos sean ciertos o no, sino lo que interesa es el sentimiento que despiertan en los votantes estamos ante una democracia posveridica, lo que es votos para hoy, problemas para mañana.
Luis Fernando González
Una de las principales, si no la única, exigencia que se le hace al periodismo es transmitir, o al menos buscar la verdad, aunque nunca podamos acceder por completo a esta verdad, ya que siempre es establecida desde un punto de vista, de un testigo, de un analista, de un intérprete. Percepciones que a la vez son transmitidas hacia el público mediante la palabra, el sonido y/o la imagen. Aunque sabemos que por muy rico que sea nuestro idioma, o perfectas sean las tomas, nada sustituye a la “real experiencia”, siempre tratamos lo mejor que las limitaciones propias del lenguaje, del tiempo y el espacio nos permitan, de acercarnos a mostrar dicha verdad. Así la objetividad no es un absoluto sino un ideal al que debemos todo nuestro accionar dirigir.
Este era el escenario en que los periodistas nos movíamos, cierto es que he simplificado bastante lo que significa esta búsqueda de la verdad, donde muchos colegas incluso han dado su vida en este reporteo. También poco he dicho de las diversas miradas editoriales que legítimamente los medios adoptamos, ni de los criterios utilizados para determinar que un hecho es o no noticia. Pero un nuevo término irrumpe en nuestra práctica diaria, y lamentablemente en la del mundo entero. Por algo el terminó post truth fue el más buscado en 2016 en el prestigioso diccionario de Oxford y la Real Academia de la Lengua ya anunció que como posverdad será introducido en el diccionario de la lengua española en diciembre de 2017. Nuevas palabras, con sesudas definiciones, pero que en buen chileno no vienen sino a ser otra forma de llamar a las mentiras.
La Posverdad en realidad no existe
El término posverdad, en el diccionario de la RAE, se referirá a toda información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público.
Al no basarse en hechos objetivos, es decir medibles, comprobables, podríamos decir que en estricto rigor la postverdad, o los hechos alternativos según la definición dada por la campaña de Trump, en realidad no existen. La verdad es la que es, al menos así fue definida hace cientos de años en el mito de la caverna de Platón, donde se planteaba que la verdad es independiente de nuestras opiniones, aunque con un agregado moderno, la verdad verdadera permite tantas miradas como mirones existan.
El problema es que en el fondo las mentiras llamadas posverdad han significado que especialmente en ciertos círculos de interés político, amplificados hasta el infinito por las redes sociales, exista una especie de licencia, para confundir, para decir lo que no es. La posverdad, no necesita ser real, solo le basta “funcionar” en nuestras cabezas. Así ya no importa –lamentablemente- que un hecho sea verdad o mentira sino lo que los votantes «sientan» hacia ese hecho, así nos llenamos de política hecha en base a slogans, y a frases carentes muchas veces de contendido, o a lo mejor con mucho contenido pero sin una manera real ( o al menos realistas) de convertirlas en políticas públicas.
Pero también existen otros puntos de vista, por ejemplo Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga, postula que la democracia post-factual tiene unos marcos difusos: «Hablamos de una hipótesis, no de una realidad incontestable. Harían falta análisis comparativos con el empleo del lenguaje en épocas previas para descartar que algo parecido a una democracia postfactual no haya existido siempre». La característica principal de nuestros tiempos, pues, no sería tanto el recelo hacia la verdad como la desconfianza hacia las élites que emiten los datos válidos y verdaderos.
Algo de razón puede tener este profesor español, más que mal desde siempre los políticos se han caracterizado muchas veces en prometer más de lo que realmente pueden cumplir, o como lo dijieron Los Prisioneros en “nunca quedar mal con nadie” o como genialmente lo retrató Isidora Aguirre en La Pergola de las Flores, en el alcalde que a todo el mundo dice sí, pero que al final hace lo que más le conviene a él.
Pero Maldonado contrataca, asegurando que los votantes, tras la crisis económica y la degradación del prestigio de las élites y de las instituciones, han dejado de creer en sus representantes. Asegura que en la alta polarización en la que nos hemos sumergido, causa tanto de las desigualdades económicas como del efecto trinchera de las redes sociales, provoca que los grupos políticos, cierren filas en torno a sus sentimientos. Es decir, en torno a sus esquemas morales y políticos, más que en los hechos duros.
Así, lamentablemente vemos que los partidos políticos y las instituciones tradicionales no han sabido adaptarse al cambio de los tiempos, dejando vacío un hueco que, crisis económica mediante, han rellenado los demagogos. Por ahí, además, Maldonado identifica brechas sociales a varios niveles: la desconfianza total hacia las élites entre las clases populares y el alejamiento cada vez más evidente entre nacionalistas y cosmopolitas, entre quienes entienden la globalización como perjuicio y quiénes no.
Un crudo análisis de las implicancias de esta nueva realidad la hace The Economist, estableciendo que si los políticos se sumergen en una retórica de post-verdad, aplican un diagnóstico desligado de la realidad a problemas acuciantes. Cuando los votantes optan por comprar esos relatos, lo hacen esperando superar sus ansiedades, sus problemas sociales y económicos. Pero en última instancia, los discursos post-factuales no tienen soluciones para problemas que han descrito desde la más absoluta lejanía.. (The post-truth world) Sep 10th 2016 Es decir la posverdad no sería más que votos para hoy, problemas para mañana.
Si bien este fenómeno ha sido mayoritariamente descrito en torno a la campaña de Trump en Chile no estamos ajenos a ciertos niveles de estas prácticas, pero la intención de este artículo no es –por el momento- denunciar hechos posveridicos a nivel local sino el llamar a la reflexión en torno a este concepto, que no hace sino reafirmar la vigencia de medios como el nuestro que sigue fiel a los principios de verdad y objetividad. Además sigue siendo cierto, que en el mar de informaciones contradictorias que abundan en la web el rol del periodismo y de los medios no ha cambiado. Pero ahora con una dificultad mayor, ya no basta poner entre comillas los dichos de alguien, además debemos comprobar esos dichos. Así los medios de comunicación retoman y fortalecen su valor como organizaciones profesionales dedicadas a la verificación, clasificación y jerarquización de hechos permitiendo mejorar la forma de informarse de la comunidad convirtiéndonos en una brújula en el en medio de un mar de informaciones muchas veces contradictorias, ya que no todo lo que se dice en la web es verdad.