Un joven Oscar Casto en 1929 publica por primera vez un texto con su nombre llamado “Poema de tu Ausencia”, pero estos versos no fueron su obra inicial, sino que la con que asume su identidad poética, ya que hace varios años anteriores escribía en nuestro medio “La Semana” periódico antecesor de El Rancagüino.
El siguiente proyecto llamado “Los Poemas olvidados de Oscar Castro”, busca rescatar y republicar los poemas del insigne rancagüino con el fin
La iniciativa es financiada por el Fondo de Medios de la Región de O`Higgins 2018 del Ministerio Secretaría General de Gobierno de Chile y del Consejo Regional.

de que las nuevas generaciones puedan conocer los inicios del poeta y sus primeras palabras.
El historiador Héctor González, periodista y director de Diario El Rancagüino, realizó una recopilación de poemas escritos por Oscar Castro y que fueron publicados en el medio escrito, entre ellos el poeta hablaba de sus amigos y amores.
En su estudio de los poemas el destacado historiador escribió como introducción:
En fraterna despedida a uno de sus amigos que debió ausentarse de Rancagua para buscar nuevos horizontes, Óscar escribió el 5 de febrero de 1944:
RECUERDO DEL AMIGO DISTANTE
Amigo, el nombre de Olga estará en tu tristeza
trazando el vuelo de las hojas en otoño.
Su voz, como una música lenta que va muriendo,
será caricia en tu hora de abandono.
Y ella estará en mi pueblo, dándome su presencia
y su palabra. Y tú estarás con nosotros.
Le contaré tu pena y 13! vez no la crea.
Tal vez a mi relato siga su risa de oro.
Es que yo no sabría decirle lo de aquella
última noche de recuerdos y silencios,
en que tu corazón, hacia el fondo del vaso
inclinaba su rama florida de recuerdos.
Eran las dos, y todos estábamos callados.
Nos hería el sollozo que de la ausencia viene.
Había luna y en la cubierta de los vientos
viajaba el aullido borracho de los trenes.
Tú decías su nombre, con un sabor de ajenjo
en la boca y el alma. Y al ascender el humo
quizás dibujaría su perfil de caricia
en el blancor desvanecido de los muros.
Todas las cosas hoy siguen el ritmo de antes.
Tú lejos. Los amigos de siempre. El pueblo solo.
Las cuatro letras de Olga irán en tu tristeza
trazando el vuelo de las hojas de otoño.
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Otro de sus amigos, jugador de fútbol del Club Deportes Instituto, Juan Jouvhomme Silva, muere en 1935 y Castro, el 18 de noviembre, en su recuerdo, publica una
ELEGÍA
Amigo, estas palabras ya no tienen sentido
para tu corazón inmóvil, estás quieto
como las piernas grises, como la inmensa noche
que en su sombra estrellada guarda todo secreto.
Y ya no se abrirán las puertas de tu casa
para que tú contemples la calle solitaria.
Tu sombra, en los rincones, vagará silenciosa.
En la voz de tu madre serás una plegaria.
Y una pobre mujer enlutará su entraña:
la mujer que en el lecho de tu muerte no viste.
Y un hijo ha de llamarte, sin que tú le respondas:
el hijo que engendraste y que no conociste.
Estás muerto, estás muerto. Para tus ojos ciegos
la palabra, el gemido, son polvo, ensueño, nada.
No podrán despertarte de tu sueño infinito
ni el grito de tu madre, ni el dolor de tu amada.
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El 11 de enero de 1936, el poeta de 26 años sigue cantando al Amor:
CANCIÓN DEL AMOR PERDIDO
Aquí en mi soledad, calladamente lloro
evocando la pena de tus ojos lejanos.
No volverá a decirme «te quiero» tu voz de oro.
Nunca más temblarán en las mías tus manos.
Tu sonrisa, tus gestos, tu mirada serena,
la clara madurez de tu cuerpo de niña,
columpiaron mi ser en el gozo y la pena,
como un sol en la alegre fragancia de tus viñas.
¿Y ahora? La palabra se quiebra de tristeza,
No volveré a besar nunca más en la vida.
Contemplarte pasar, erguida la cabeza
que en mi hombro, tantas veces, se quedó adormecida.
Mujer, yo no sabía que te quisiera tanto.
Toda mi juventud contigo se ha perdido.
Hoy que siento los ojos ahogados en llanto
¡cómo anhelo quedarme en tus brazos dormido!
Pienso en tu frente pura y en tu boca risueña
que otro habrá de besar como yo la besaba
y toda la amargura del mundo se despeña
sobre la soledad de mi alma atormentada.
Con todo el corazón roto por su sollozo
digo: no he de querer nunca más en la vida!
Y siento que se interna tu acento tembloroso,
lo mismo que un puñal perfumado, en mi herida.
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Sin embargo, no fue sólo el Amor el que inspiró al poeta. Tenemos como un tesoro el original de su poema inédito titulado:
ELOGIO DEL LIBRO
Los libros, en la paz de los viejos estantes,
son lámparas que alumbran con resplandor secreto.
Abrirlos es abrir ventanas de diamantes
para que eche a volar el espíritu inquieto.
Milagro de su voz que habla calladamente,
con temblores de estrella o de piedra preciosa,
y nos deja en el fondo del alma
y en la frente un polvillo sutil de ala de mariposa.
¡Ah, libros de leyendas! En sus páginas puras
se me durmió la infancia, cancionera y lejana.
Y en cada deslumbrante relato de aventuras
soltó mi corazón su fiesta de campanas.
Después leí los libros del amor y la gloria:
la romántica estrofa y el beso en los jardines…
Y luego las heroicas páginas de la historia,
con luchas y derrotas y fieros paladines.
Todo quedó en mi alma para siempre grabado;
ilumina mis horas y acompaña mis días.
Y cuando yo me muera quiero ser sepultado
con un libro de ensueños entre las manos mías.
Porque el libro es el canto y el dolor de los hombres,
la fiereza del débil, la sonrisa del fuerte,
y al abrirse sus páginas, como si fueran alas,
nos conduce en su vuelo más allá de la muerte.