A través de una versión piloto del programa Diálogos en Movimiento, María Cristina Wormull visitó cárceles de Rancagua, Santa Cruz y de Peumo, para ayudar a privados de libertad a apreciar el género que cultiva. Uno de ellos resultó tan conmovido, que postuló al Concurso Nacional de Poesía Óscar Castro.
Marcela Catalán
“Para ellos, leer, analizar y escribir literatura, es como volar. En el transcurso, se sienten como si no estuvieran presos”. Así califica María Cristina Wormull el impacto que sus clases tuvieron entre los condenados a quienes enseñó su poesía, en las visitas que realizó a cárceles de Rancagua, Santa Cruz y Peumo. La escritora de Machalí dictó estos talleres desde mayo hasta julio de 2018, en el marco de una versión piloto del programa Diálogos en Movimiento (que suele ejecutarse en colegios), del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.
Quienes participaron, pudieron hacerlo en vista de su buena conducta y posibilidades de reinserción. En cada lugar se generó un grupo de 25 personas, a los cuales se les entregó un libro de la autora. Durante la primera etapa lo leían y analizaban junto a un monitor. Tras un mes se reunieron con ella, ocasión en la que discutieron al respecto y aclararon dudas acerca de los textos.
“Sostuve una relación muy empática con ellos, para mí fue una experiencia emocionante. Yo temía, porque la poesía no es algo fácil. Sin embargo, me sorprendió su capacidad para percibir los contenidos y los sentimientos tras esto, además de sus preguntas. Se estableció una simpatía espontánea entre ellos y yo. Fue súper lindo y en todos los recintos me dieron regalos, elaborados por ellos”, comenta Wormull.
En Santa Cruz y Peumo participaron sólo hombres, mientras que en la capital regional asistieron mujeres, homosexuales y trans. “No debían escribir, pero cuando se realizó el Concurso de Poesía Óscar Castro, llegó un trabajo de un privado de libertad de la cárcel de Rancagua”.
De acuerdo con la escritora, “para él, Diálogos en Movimiento fue una inspiración y a raíz de ello se animó a participar. Quedó descalificado por una razón técnica, ya que puso sus datos adentro (del sobre que debía entregar), y eso no estaba permitido. Pero era bastante bueno, con reminiscencias al hip hop. Era muy interesante, por eso la secretaría regional decidió darle un reconocimiento que no estaba contemplado. De hecho, es posible que a futuro le hagan un taller personalmente”, revela.
En vista del éxito de sus encuentros con los presos, Wormull pretende dar continuidad a estas reuniones durante 2019. “Hice un anteproyecto para realizar sesiones con diferentes grupos de privados de libertad. Ojalá fuera con quienes ya asistieron, porque ya han avanzado, independiente de que podrían incorporarse otras personas”.
“Para ellos, leer, analizar y escribir, es como volar. En el transcurso, se sienten como si no estuviesen encerrados entre cuatro paredes y que, a través de la lectura y de estas experiencias, van más allá de los muros. De ahí que surja esta idea, porque ellos escriben mucho, hacen cartas y diferentes cosas, ya que tienen mucho tiempo. Lo ideal sería poder seleccionar trabajos y publicar un libro de relatos, ayudándolos a editar, desarrollar, corregir e impulsarlos. Sería una experiencia maravillosa”, sostiene.
MUJER DE ELEGÍAS
María Cristina Wormull estudió Periodismo en la Universidad de Chile y trabajó en Diario Financiero, en las revistas Apsi y Mensaje, aparte de realizar asesorías comunicacionales para grandes empresas. Su faceta poética la descubrió Teresa Calderón, con quien ha tomado talleres de lírica y de narrativa. También ha asistido a otros sobre cuento breve y autobiográfico, dirigidos por Gregorio Angelcos.
En 2016 vio la luz su poemario “Thalamon”, desarrollado con el apoyo de la Beca de Creación del Fondo del Libro y la Lectura. Ella lo describe como “una elegía, un canto a la pérdida. Lo inicié a partir de la (inminente) muerte de mi marido, cuando él estaba enfermo, pues sabía que fallecería. Es un canto a su dolor, a su desaparición, a la rabia por lo sucedido y al amor, porque también es una elegía amorosa”.
“Dicen que es muy raro que las mujeres escribamos elegías. Es un género que generalmente no escogemos”, observa.
En el prólogo del libro, el vate Thomas Harris señala al respecto que la buena poesía debe “encargarse de la condición humana (…), de lo que más nos conturba: el dolor. Pero en el dolor se aloja también el amor. De ahí el notable título (…) por lo que nos dice: eros y thánatos son una entidad inseparable, así lo sabemos cuándo nos sumergimos en la experiencia de amar. Sabemos que, tarde o temprano, uno u otro morirá; pues se sabe que el dolor y el placer se entreverán de esta forma injusta, dejándonos un vacío irreparable… Del otro amado. Del otro insustituible”.
“Navegante” es el segundo y último poemario de Wormull, lanzado en diciembre en Rancagua y a principios de enero en Santiago. Asimismo, la periodista ha participado en antologías colectivas.
En la actualidad prepara un volumen de cuentos, el cual espera publicar en abril o mayo de este año. “He tenido serias dificultades para terminarlo, porque cuando estoy trabajando en él, siempre me surge un poema. De todas maneras ya tengo gran parte de los relatos. El libro se titulará “Bacantes vacantes”. Bacantes, por las sacerdotisas de Bacco; vacantes, por ociosas o sin trabajo. Se trata de historias de mujeres. Todos los escritores se inspiran en alguien real y ficcionan acerca de ello; yo lo hice a partir de alguien que conocí”, revela.
En cuanto a sus referencias, Wormull menciona a Nicanor Parra, Vicente García-Huidobro, Raúl Zurita y Gabriela Mistral. Esta última, “a pesar de la imagen opaca y parca que venden los colegios sobre ella; la de una mujer sin brillo, que sólo escribía poemas para niños. Sin embargo, era una persona de tremendas pasiones. Eso queda clarísimo con los Sonetos de la Muerte. Además tenía un compromiso social tremendo… en “Piececitos de Niño” hace una crítica social tremenda. Igualmente me gusta la centroamericana Gioconda Belli. García Lorca me mata, tiene un sonido maravilloso en sus versos. César Vallejo me fascina y nuestro Óscar Castro también”.
La literata ha sido parte de la selección de postulantes al Concurso de Poesía Óscar Castro, el cual considera que se ha convertido en un gran apoyo para quienes comienzan una carrera en este género. “Conozco a algunos de los ganadores de años anteriores, muy jóvenes, lo que me parece muy interesante, como Felipe, un chico de Valdivia, y Manuel Pérez, de Rancagua, quien ganó el Premio Roberto Bolaño en cuento, además de Flavio Vicente Lillo, oriundo de la región”.
A juicio de Wormull, el certamen local “contribuye mucho a dar una oportunidad, porque los autores jóvenes tienen muy poco espacio para desarrollarse y sufren muchas dificultades para publicar, porque es caro. Cuando no te conoce nadie, acabas financiando el proceso y no es barato para un chiquillo que está empezando. Por eso por lo general estas iniciativas te publican, lo cual es un primer paso que te abre mucho el camino. Tal como en España, cada comuna debería tener concursos que lo ofrezcan, porque es lo más importante para quien empieza. Es un gran triunfo para un autor joven; brinda la posibilidad de dar un salto hacia profesionalizar la vocación”.