La muestra pertenece a Wladymir Bernechea y se encontrará abierta hasta el 30 de abril, en el Espacio Cultural Iglesia de la Merced. El artista explica que el recinto quedó cargado con una atmósfera particular, “entre nostálgica y fantasmagórica”. La exhibición incluye pinturas y un video al respecto.
Marcela Catalán
A estas alturas, Wladymir Bernechea es un nombre conocido en la escena artística de O’Higgins. Y es que el rancagüino ha dado de qué hablar con propuestas que rescatan el patrimonio de la zona e invitan a conectarse con su historia, pero también se ha preocupado de indagar en las tendencias que han influido en creadores de la nación. Es así como el año pasado reconstruyó Caletones, a partir de una serie pictórica y videos testimoniales (en ‘Reconstitución emocional de la ciudad de la chimenea’, muestra con la que estuvo en la Casa de la Cultura) y poco después lanzó un libro sobre la influencia nipona entre sus pares chilenos (‘De la tierra al cielo: arte, cultura japonesa y escenas locales’).
Ahora regresa con otra iniciativa que retoma el tópico patrimonial, otra vez a partir de pinturas y videos, pero hoy se ocupa de un hecho más reciente. ‘Ruido Blanco’ se titula su nueva exposición, la cual está abierta en el Espacio Cultural Iglesia de la Merced. “Está en un recinto que se viene potente dentro de la escena regional de las artes visuales”, sostiene sobre las dependencias que albergan su idea. La exhibición puede ser visitada hasta el 28 de abril, de lunes a viernes, de 10 a 14 horas, y hasta el 30 de este mes, desde las 15 hasta las 18 horas. El recinto además recibe público los sábados, de 10 a 14 horas.
Lo nuevo de Bernechea aborda el ex Hospital Regional, desde el cambio de domicilio de la entidad, concentrándose en su estado tras la ida de sus pacientes y trabajadores. “Busqué dar con esa atmósfera particular de los espacios que algunas vez fueron testigos de tantas historias. Es de tipo fantasmagórica, y allí puede aparecer una persona o una presencia constante de lo que hubo una vez”, relata.
“El ruido blanco es como una televisión desintonizada. Leí que mediante ese ruido es posible conectarse con espíritus de los lugares. Entonces, por la carga de éste, imaginé la posibilidad de que allí se encuentren espíritus, después de que tanta gente murió en el recinto. El título pudo ser un buen nombre, en alegoría a esos entes fantasmagóricos”, agrega el artista.
De ahí que la muestra trabaje con el estado actual del otrora edificio de salud y no con su pasado, para darle el peso característico de un espacio que alguna vez fue habitado. Es así como se desentiende de las estancias donde hoy funciona la sede rancagüina de la Universidad de O’Higgins. “Abordo el sector donde aún no se han construido sus edificios. Porque una vez hecha la extensión de la UOH, lo que fue el hospital quedará totalmente tapado”, argumenta.
A Wladymir se le ocurrió tratar el tema tras una visita al sitio, luego de que se fueron sus pacientes y funcionarios. “Supe que tenía un potencial poético. Se generaba una atmósfera envolvente, cuyo silencio amplificaba cualquier ruido. Era como estar solo con uno mismo, escuchando la nada. Además la mayoría de la gente de la ciudad, tiene algún recuerdo e incluso anécdotas ocurridas allí. Hoy se constituye como una especie de paisaje postapocalíptico, entre nostálgico y fantasmagórico, en medio de la calle central de la comuna”, detalla.
Para dar cuenta de su mirada, el autor realizó doce pinturas. Primero empleó óleo sobre papel y después usó pigmentos del mismo material, en fotografías impresas en papel de dibujo. Igualmente, ‘Ruido Blanco’ contempla un video del nosocomio de noche. “El resultado de esta mixtura de medios, sugiere una visualidad más dinámica y que posibilita hacer un recorrido más narrativo por los espacios. Se produce una ultra referencia a unas pocas imágenes; algo así como una metaimagen”.
Respecto a qué le interesa provocar en el espectador, Bernechea responde que pretende poner ante él “imágenes intrigantes y cargadas de misterio. En este caso son muy oscuras, por ende, tienden hacia lo siniestro o a recordar el sitio donde habría ocurrido un delito, en el contexto de un filme. Además están muy compuestas, por lo que tienen algo de cinematográficas”. A su juicio, es como si hubiesen sido sacadas “de una pesadilla. Me gusta que sean parte de una narración ominosa”, revela.
Sobre la recepción de su propuesta, la califica como positiva. “Ha tocado mucho la memoria de los rancagüinos. Tanto por la calidad como por su eje temático, ha generado buenos comentarios y una buena cantidad de visitas, a muy poco tiempo de ser inaugurada”.
En cuanto a si la exhibición saldrá en itinerancia, indica que por el momento no hay fechas en otros recintos. “No está claro, pero me gustaría llevarla a más partes, como también seguir trabajando en obras, y así hacer crecer esta exposición”.
En referencia a sus próximos proyectos, el artista adelanta que lanzará un nuevo libro. En “Rosas de Hiroshima” volverá a tratar el impacto del universo nipón en Chile. “De manera histórica y social, aborda cómo la animación japonesa y la televisión influenciaron y fueron determinantes para la actual escena cultural. En estos momentos hay varios teóricos trabajando el tema. Pretendo terminarlo durante el segundo semestre. Espero que esto se transforme en una bibliografía fundamental al respecto, por supuesto, sin olvidar su aporte a los estudios orientales”, explica.
Igualmente Bernechea desea retomar un tópico que descubrió a partir de ‘Ruido Blanco’. “Me quedó dando vuelta lo de las pesadillas y los imaginarios que circulan a su alrededor. Por eso estoy investigando, para hacer una exhibición con ese eje temático. Creo que es bueno que las obras consideren las fantasías. En mi caso, siempre comienzo desde lo sentimental. Esta vez quiero ahondar en los imaginarios propios, alejados del realismo, pero que den la sensación de estar dentro de un sueño y con seres fuera de la norma”, sostiene.