– Desde hace 37 años ha sido parte de la vida bomberil en la Tercera Compañía donde además es maquinista.
Gina Pérez Orellana
Fotos: Marco Lara
Carlos Muñoz Guerrero, más conocido como “Don Charly”, tiene 69 años y desde enero del año 82 su vida ha estado ligada a la de Bomberos. “Nunca imaginé esto, llegué por causalidad, estaba sin trabajo”. Así, este hombre de sonrisa amable y de grata conversación comienza a relatarnos los inicios que lo llevan a estar hoy viviendo por más de 37 años inmerso entre carros bombas y el sonido de sirenas. Don Charly, antes de llegar a este trabajo conducía buses y si bien tomó este trabajo como por “un tiempo”, nunca predijo que estaría hasta hoy como cuartelero y maquinista.
Nos cuenta que llegó a este trabajo por un dato que le dieron. “Me dijeron que fuera a presentarme, porque me darían casa, agua, luz y teléfono”. En ese tiempo llegó a Bueras 338 donde estaba antes la tercera compañía, antes que se cambiara a donde está hoy en una de las principales arterias de la ciudad de Rancagua, Alameda, y es así como junto a su señora Gladys y sus tres hijos comenzaron a transcurrir los años. Comenta que a su señora no le gustó mucho la idea en un principio, pero no había trabajo ni tenían casa así. Y como él mismo dice “esto nos solucionaba bastante el panorama”. Poco a poco fueron formaron su hogar, “Estuvimos con mi familia en Bueras, hasta el terremoto en el año 2010 y luego acá y debo decir que ha sido muy bonito”, nos comenta.
“VENIA POR UNOS AÑOS”
“Yo venía por unos años, hasta ver una oportunidad en lo mío, conducía buses interprovinciales y también camiones. Esto lo vi como para ocuparme por un rato y me fui quedando y encariñando, aprendiendo lo que es ser bombero y me empecé a acostumbrar. Hice todos los cursos para poder desarrollar bien mi labor de maquinista y cuartelero”, explica orgulloso y emocionado.
Mientras nos relata parte de sus vivencias, Don Charly está atento y es que de eso se trata su trabajo, estar “siempre listo” ante una alerta de incendio y la adrenalina de tener que salir a cualquier hora es parte del día a día. De hecho comenta, le ha tocado partir tanto en actividades familiares como Navidad o cumpleaños. “Para Navidad nos tocó salir a las cinco de la mañana a un incendio forestal y nada que hacer es parte del trabajo, pero uno lo hace con ganas y con cariño”, asegura.
En estos años han sido muchas las anécdotas, como las tragedias que le ha tocado ver, de los cuales los que involucran a niños es lo que más le sigue impactando. Por ello, la “protección psicológica” posterior a los procedimientos, “sirve bastante para así llegar al cuartel más liberado de la emergencia vivida”.
INCENDIO EN EL CUARTEL
Una de las historias que más le trae recuerdos es la vez que estaban celebrando el año nuevo en el cuartel y se quemó el tercer piso. “Estábamos abajo hasta con el director de la Compañía, cuando de repente nos dimos cuenta y se llamó a todas las compañías de Bomberos”, relata nuestro personaje de hoy, y agrega que “hay cosas malas y buenas y una de las cosas más fuerte es el reconocimiento de las personas cuando uno acude a un siniestro. Eso me emociona, ya que el destino sin quererlo me trajo aquí y me transformé en lo que soy ahora”. Nuevamente se nos emociona don Charly, demostrando que es un hombre de piel y que todo lo hace con cariño. En efecto está jubilado hace cuatro años y dice que está preparando su nuevo hogar, porque tal como nos asegura, “ya es hora que deje este trabajo. Estoy terminando una casita en Pichilemu, ya mi vida la dediqué a esto, mis hijos y los nietos también fueron parte de esta vida bomberil, las jugarretas de niños donde más de una vez debí responder por ellos”. Es que claro, ellos se criaron entre medio de las bombas. “Un nieto crio ardillas y le hice una jaulita y llegaron a ser muchas tantas que por un orificio salían y andaban sueltas y comenzaron a desaparecer de a una”, comentó entre risas.
Esto es parte de los “buenos recuerdos” como también cuando se daba cuenta que jugaban pool a escondidas, pero sin duda el vivir en un cuartel y sentir que siempre hay gente es parte de lo bueno ya que hace vivir en comunidad y no sentirse solo. Tanto así que agrega al relato que una de sus dos hijas no le gustó nunca un bombero. “Le echaban el ojo sí pero está me salió más aliñada, esa es la más chica …pero la mayor pololeó con un socio cooperador y de hecho sigue con él y tiene dos hijos”.
Al despedirnos de él nos queda claro que es un hombre agradecido por la vida que le ha dado la Tercera Compañía de Bomberos de Rancagua, tan así que orgulloso nos sigue relatando de sus diplomas a medida que nos muestra las inmediaciones del cuartel, y con pasión en sus palabras nos responde todas las preguntas que vamos haciendo con toda la curiosidad propia de nuestra visita.