Desde que comenzó la pandemia y hasta el día de hoy la principal recomendación de todos los expertos para evitar la propagación del virus es el lavado de manos. Sin embargo eso significa agua, la que lamentablemente cada vez es más escaza en bastas zonas.
A nivel país, son un millón de personas, principalmente de zonas rurales, que no tienen asegurado el acceso al agua potable. De ellas, un 58,8% se abastece por pozos, el 25,8% de aguas superficiales y un 15,4%, mediante camiones aljibes. Lo anterior implica que el acceso al agua se realiza de manera informal, en donde ni la calidad ni la cantidad de la misma son seguras.
El agua se utiliza para prevenir la expansión del virus, no solamente con el lavado de manos, sino también porque al presentar síntomas o derechamente contraer Covid-19, el agua es clave para profundizar la higiene necesaria en la persona afectada como en su cuidador. Si bien se puede culpar al cambio climático de la extensa sequía que nos afecta también es cierto que no hemos tomado conciencia de su falta, ni menos de la importancia de su correcto uso.
La sequía no puede quedar olvidada por la urgencia de la pandemia, el virus pasará en algún momento, pero la sequía se mantendrá. Se hace urgente difundir e iniciar campañas para su correcto uso y que las personas como la industria implementen medidas eficientes para hacer un uso correcto del agua que para otros es de difícil acceso.
Debiésemos sería salir de estos días oscuros e inciertos aprovechando de transformar radicalmente la forma en que vivimos y administramos nuestros recursos naturales.