Eugenio Espinosa Lynch
Secretario Corporación Pro O’Higgins
Subgerente Asuntos Corporativos
Minera Valle Central
Seguramente todos, algo enloquecidos por el confinamiento y la incertidumbre, nos preguntamos ¿cuándo superaremos esto y cómo será el mundo después de la COVID-19?
Pero antes de imaginarnos lo que vendrá, bien vale la pena hacer una reflexión sobre lo que estamos viviendo y entender por qué nos hemos vuelto tan violentos e intolerantes. Tal parece que no nos habíamos dado cuenta de nuestra precariedad. Recién ahora, con esta pandemia, supimos que mandatos tan simples como el “lavado de manos” o “quedarse en casa” eran muy difíciles de cumplir para una parte importante de la población.
Es tiempo de re-pensarnos como seres humanos y sociedad. Es tiempo de abrir la puerta a un nuevo trato, poniendo especial atención en la manera en que nos relacionamos entre nosotros y con nuestro entorno. Es tiempo de poner freno al acelerado ritmo de vida que llevamos, al individualismo, a la falta de relaciones de calidad y volver a abrazar los principios de solidaridad, reciprocidad, cooperación y empatía.
Tomemos este tiempo como una oportunidad. Aprovechemos la tecnología, que ya no cumple la función de aislarnos de donde estamos. Ahora la usamos de forma creativa e innovadora, para acercarnos; para crear una sociedad solidaria en la que nos preocupamos por el otro y buscamos formas de apoyarnos.
Ojalá también adquiramos una nueva conciencia de nuestra relación e interrelación con la naturaleza, nos pensemos menos individualmente y más en colectivo. Ojalá comprendamos la importancia de valorar y proteger la vida y entendamos el impacto que tienen los comportamientos individuales en las dinámicas sociales y en el bienestar de los demás.
Este virus va a terminar tarde o temprano. Lo importante es advertir los aprendizajes que debemos sacar de esta experiencia.
Estoy convencido de que puede surgir un sistema diferente en el que se privilegie la vida frente a la economía, en el que se mejore el acceso a la salud, las condiciones del personal médico y las instituciones de salud en todos los países. Del mismo modo puede permitir que redefinamos qué es vivir bien: compartir con la familia, tener salud, que los demás estén bien, pertenecer a una comunidad, cambiar el concepto de bienestar que tenemos todos los seres humanos, que está ligado a lo económico, a la producción y al consumo.
Y las empresas deben entender que maximizar el beneficio no puede ser el único objetivo. Valores como la integridad, la transparencia o el compromiso social han llegado para quedarse, y aquellos que no estén alineados con esta nueva estrategia perderán su reputación y serán expulsados del mercado.
Es el planeta el que está en pausa, no nosotros.