Allá, por los años del 1930, del Siglo XX, uno de los autores más populares y leídos en Rancagua, como en todo Chile y parte de la América Hispana, era José María Vargas Vila, fecundo novelista colombiano. Era en mi época de colegial y pese a mi afán por la lectura, sabía que sus obras no podían ser leídas sino por adultos. En realidad, no aspiraba a leerlas ya que por ese entonces, mi autor favorito era Emilio Salgari, con sus numerosas novelas de aventuras, como las que protagonizaba el pirata Sandokan.
El colombiano José María Vargas Vila, había nacido en Bogotá, el 23 de julio de 1860. El tema de sus obras se desarrollaba especialmente en el ambiente de su tierra, pero impregnado de sentimientos como el amor, que son universales. Uno de sus biógrafos lo describe como “rebelde y desenfrenado, con acentos de un pesimismo acre y notas inesperadas de calor humano”.
De sus libros, se destacaba la obra en versos titulada “Pasionarias”. El crítico U. Gallo dice que esos poemas, “son una orgiástica, barroca, ampulosa y voluptuosa exaltación de todos los placeres inalcanzables”.
Otra de sus difundidas obras fue la novela “La simiente”, donde los protagonistas mezclan amores, con violencias y aventuras, que, el mismo citado crítico califica como “tropicales y morbosas”.
Parece que, con razón, no la podían leer los niños. En total, entre prosa y poesía, José María Vargas Vila publicó más de treinta novelas, además otras obras.
El escritor fue también político, lo que le acarreó ataques y controversias. Falleció en 1933 y la noticia de su fallecimiento sin duda favoreció el interés por leerlo, agotando las obras en las librerías, hasta que fueron desapareciendo por completo.