Fernando Verdugo
Consejero Regional.
La semana pasada la Directora del CRHIAM, Doctora Gladys Vidal, nos hace una invitación interesante en su columna titulada “El desafío de seguir trabajando por el agua”, pero quisimos esperar la cuenta del Presidente y sus anuncios para comentar, quizás había alguna sorpresa.
En la columna en cuestión se nos previene que las últimas lluvias, aunque cuantiosas, son insuficientes en un escenario declarado de escasez hídrica producto del cambio climático, pero parece que alcanzan para llevar a un olvido imprudente el grave problema de la sequía.
A esto debemos agregar que tanto la rebelión de Octubre de 2019, como la crisis pandémica que estamos sufriendo, han aumentado el riesgo a perder de vista la crisis hídrica y sus consecuencias para las comunidades.
En O’Higgins antes de irse el anterior intendente, junto a un puñado de estrechos colaboradores, reunió evidencia, discriminó datos, tomó opiniones y diseñó (fiel al estilo de este gobierno) un grandilocuente, caro y extendido “plan hídrico” que sumó carillas con obras y dineros a cuenta del futuro.
Desde el Consejo Regional (Core) criticamos el sentido elitista de aquella reunión de ideas, en las que no estuvieron presentes un grupo que, aunque no menor, en general se suele obviar: “los sin agua”. Salvo si contáramos con Órganos de Gestión de Cuencas, como ha sido nuestra propuesta desde 2010.
Obviamente, la discusión sobre el agua tiene una desviación a la chilena, que es que para hablar parece que debe tenerse membresía, la que no es más ni menos que la posesión de derechos de agua. El resto a callar!
Por ello, desde el Consejo Regional hemos participado y empujado, en tanto representantes populares de la comunidad regional, los temas referentes al agua, promoviendo desde el 2010 la apertura hacia modelos de gestión que en América han demostrado, no sin complicaciones, la efectividad de la gestión comunitaria del vital elemento, siempre con sentido estratégico y público.
Pero finalmente el remate lo da el Presidente en su cuenta pública, cuando dice que debemos profundizar el mercado del agua al servicio del eslogan “Chile potencia agroalimentaria”, que no da cuenta de la complejidad del campo chileno, de las necesidades de sus habitantes en resistencia cultural y comunitaria para no abandonar y terminar engrosando los cinturones de pobreza de las zonas urbanas.
Caminando a la medianía del siglo XXI, ya va siendo tiempo de terminar con la costumbre de que sólo los que tienen con qué ($) pongan la música en una fiesta a la que muchos quieren entrar, no por atentar contra “derechos adquiridos” sino para hacer valer el derecho universal de acceso al agua para grandes mayorías de consumidores que suman poblaciones y pequeños regantes, con su cultura, su modo de vida y sus derechos que no encajan en los grandes mercados, pero que si proveen alimentos para todos, en ferias y locales de población, a pesar de crisis sanitarias, económicas y sequías, lo que importa tanto como los dólares de las agroexportaciones y nos debe desafiar a seguir trabajando por el agua.