Hace ya casi cuatro años falleció quien fuera por 50 años director de este Diario.
Sin embargo, su espíritu permanece día a día en nuestras páginas con la publicación en forma póstuma de su querida columna que llamó “Recordando”.
En estos años de su ausencia física hemos continuado publicando sus recuerdos casi diariamente, en nuestros archivos tenemos para varios años más.
Gran parte de la historia de la región quedó escrita en sus “Recordando” en donde hace mención a acontecimientos del pasado regional y de Rancagua fruto de su insaciable investigación de la historia local y de los recuerdos propios de quien como buen Hijo Ilustre de Rancagua vivió 95 años en su querida ciudad.
Orgulloso ex alumno del Instituto O’Higgins y luego del Liceo de Hombres compartió con generaciones de personas y personajes del acontecer local y regional. Luego en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile formó parte de una generación de inquietos políticos en ciernes que fundaron las actuales corrientes ideológicas y políticas cuando estas se nutrían del debate amplio, fundamentado, respetuoso y democrático.
Pudo haber sido un gran político, pero siempre prefirió la independencia y llevando el periodismo en la sangre eligió ser testigo y recopilador de la historia. Un verdadero “Notario de la Historia” que registra los acontecimientos asegurándose hasta donde sea posible de la veracidad y de la fidelidad en el relato de los sucesos.
Fue un viajero incansable gracias a su profesión y a la participación en organizaciones de la Prensa tanto nacional como Interamericana recorrió varias veces los países de las tres Américas, otras tantas veces a Europa y a países del oriente. Recopilaba lo mejor de sus viajes y de sus aprendizajes en los cientos de cursos y seminarios en los que participó. Al comienzo como alumno y luego como charlista. Y a su regreso compartía sus experiencias en su columna diaria.
Participó en forma activa en diversas instituciones sociales como el llamado “Centro para el Progreso “que a fines de los cincuenta fue la organización que más aportó al crecimiento de la región creando e impulsando proyectos de desarrollo y crecimiento para nuestra zona. Fue entusiasta socio del Club de Leones, también fue distinguido como Rotario Honorario, impulsó las actividades de los centros de Ex alumnos del Liceo y del Instituto. A nivel nacional participó en la fundación de la Asociación Nacional de la Prensa y también fue directivo de la Sociedad Interamericana de Prensa entidad que le otorgó la máxima distinción a un periodista que se ha destacado por la defensa de la libertad de expresión en todo el continente.
Ya en la edad madura fue nombrado miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, correspondiente a la Real Academia de la Lengua Española.
Esta última institución fue la que más llenó su vida y en la que más se sintió a gusto y realizado luego de una larga vida de gran lector y escritor. Para él el idioma era la principal herramienta del pensamiento. El idioma tenía vida, evolucionaba y facilitaba la comunicación y la comprensión entre las personas y los pueblos. Su discurso de incorporación a la Academia fue titulado como “El Diario, el libro de los pueblos”.
Se podrían escribir muchas páginas sobre Héctor González, pero hoy solo se trataba de “Recordarlo” como periodista. Faltan muchas páginas sobre su lado más humano, familiar y social lo que dejamos para otro artículo pero sin dejar de señalar que la premisa que señala que “Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer” se cumple completamente. Su esposa, Marta Pino fue también una gran mujer, de las primeras universitarias en Chile y que merece también algún día un “Recordando”.
Su legado permanece en nuestras páginas y en nuestra filosofía de independencia, de libertad y veracidad.
La tecnología nos ha cambiado enormemente, pero los principios e ideales cuando son sólidos permanecen para siempre.