Ximena Mella Urra
La llegada de la pandemia por coronavirus del Covid 19 a nuestro país no ha sido muy distinta al del resto de mundo. La crisis sanitaria ha calado hondo en cada uno de nosotros y de distintas formas. Es que de un momento a otro, sin aviso, debimos tomar nuestras vidas y encerrarlas en cuatro paredes, en nuestra casa, ese hogar que antes usábamos para descansar y desconectarnos de la vorágine diaria, hoy se convirtió en una fortaleza, que protege pero a la vez acumula una “montaña rusa de emociones” sin importar el rol, edad, salud o situación socioeconómica de las personas.
El coronavirus cambió la forma de vivir la cotidianidad, las costumbres y la forma de desarrollar nuestras responsabilidades diarias. Primero fue la crisis social y ahora esta pandemia que afecta aún más la salud mental de muchas personas, provocando mayor ansiedad, temor y preocupación tras cinco meses de encierro, que hasta la semana pasada era obligatorio todos los días. Arrebatos emocionales, insomnio u otros problemas del sueño, estrés, sedentarismo, mala alimentación, problemas ergonómicos y otro tipo de dolores físicos relacionados se suman a esta lista de secuelas.
Trabajo, colegio, tiempo libre, pasatiempos, deporte, vida social, entre otras actividades que en tiempos normales realizamos en otros lugares, ahora son todas desarrolladas en casa y debiendo compartir espacio 24/7 con el resto de los integrantes de la familia: profesores que armaron su sala de clases en una pieza de su casa y estudiantes con las cámaras apagadas frente al computador o celular, padres que debieron convertirse en maestros y a la vez tele trabajar, jóvenes que extrañan a sus amigos, abuelos y abuelas que sufren de soledad, mascotas que se “malacostumbraron” a estar acompañados siempre, y a ellos se suman quienes producto de la pandemia, perdieron sus fuentes de ingreso lo que repercute también en su salud emocional.
Todo este caos se ha salido de control para muchos. Es por ello que experiencias propias, humanas como cualquiera de nosotros, de gente corriente como usted o como yo, que quedarán plasmadas a continuación, para escribir la historia, para sentirnos entre todos identificados y podamos recuperar nuestra salud mental o repararla si ya estaba dañada. También conversamos con especialistas en el área médica y terapéutica que nos dieron algunas luces de lo que está pasando por nuestra mente, nuestro sistema nervioso y nuestro cuerpo.
“HOGAR DULCE HOGAR”
Cristian Fuentes (40) es Técnico Financiero y pasa la cuarentena en casa con su esposa e hijo de 9 años, mientras que las tele llamadas han servido para seguir conectados con otros dos hijos (20 y 12) que viven en otra comuna de la región. Tras quedar si trabajo en marzo, hace poco tiempo retomó su actividad laboral. “El teletrabajo ha sido mi forma de salir adelante”. Lo más difícil para él es la lejanía con los seres queridos, el no expresar con un abrazo afectuoso momentos que eran normales en el día a día. “Pese a ello, he aprendido a conocer más a mi gente, hacer cosas en casa que muchas veces confíe a otros, ordenar, compartir obligaciones, etc”.
Su relación familiar mejoró mucho, dice. “Necesitábamos mucho conversar, leer juntos, ver películas o cocinar. Los Hijos han sido más sinceros y directos para conversar temas que muchas veces pasaban desapercibidos con la rutina diaria”, reflexiona.
“Me ha costado tener un espacio físico y tiempo para poder trabajar sin interrupciones”, dice por su parte la periodista María Victoria Barra (36) quien debió cambiar su rutina diaria al teletrabajo(dirigir las comunicaciones en una prestigiosa casa de estudios superiores), dedicarse a labores del hogar y apoyar a sus dos pequeños hijos con las clases virtuales. “Siento que ahora hay más cosas que hacer por lo que se me agota en momentos la paciencia. A pesar de que la relación de familia ha mejorado, igual hemos tenido momento de crisis. A eso se suma, el miedo al contagio e incertidumbre de la situación económica y social del país”. Dice que lo primero que haría una vez terminado el confinamiento y mientras se pueda, es ir a la playa, salir con amigos y familiares y comer en un restaurant.
Desde su casa en Machalí, don Florindo Núñez(63) nos cuenta que recién comenzó su cuarentena el 20 de junio pasado por sus obligaciones profesionales ligadas a la Contabilidad y a su cargo de presidente del Rotary Club Cachapoal, entidad por la cual han ayudado a diversos sectores de la comunidad local a sobrellevar esta crisis. Hoy pasa su cuarentena con su esposa y algunas veces con sus nietos. “He dormido mucho, ayudar en labores del hogar que antes no hacía, y extraño mucho jugar baby fútbol porque antes de la pandemia lo practicaba dos veces por semana. Igual he estado trabajando en forma virtual, estudio mucho mediante cursos, charlas y seminarios en línea”, indica.
Como a muchos de nosotros nos pasa, ha sido difícil para él el estar encerrado, el no practicar su deporte favorito, no ver a los amigos, “a mis amigos de las instituciones a las cuales pertenezco, y por supuesto, eso del apretón de manos y de dar un abrazo afectuoso. Además los cambios físicos se notan, kilos de más o pelo más largo. Este encierro o pérdida de libertad nos genera cierta ansiedad o angustia, más los temores naturales hacia el contagio, cuando se sale de compras por ejemplo”, concluye nuestro entrevistado.
EDUCADORES 24/7
“Es difícil estar lejos de la familia, de mis nietos a quienes sólo he visto por zoom, junto con eso he extrañado no recibir diariamente a los niños en el colegio que era una instancia energizante para continuar el día”. Este es el caso de doña Ana María Garrido, quien es directora del Colegio Inglés Saint John de Rancagua. “Estoy dedicada al teletrabajo en esta comunidad educativa por completo, lo que no me ha permitido hacer otras cosas que antes hacía como reunirme con la familia, leer, ver a las amistades entre otras rutinas”.
Sus estados de ánimo han pasado por diferentes etapas, primero una gran angustia por lo que estaba ocurriendo y que obligó a los colegios a cerrar, “enfrentando el desafío de crear una nueva forma de comunicación y trabajo para lo cual nadie estaba preparado”.
Consultada sobre lo primero que haría al salir de la pandemia, dice que “lo primero es hacer una gran reunión con mis hijos y nietos y ojalá poderlos abrazar. Enseguida retomar mis actividades habituales para recibir a los estudiantes, a sus familias y al equipo docente, y por supuesto visitar algún lugar hermoso”, concluye.
Roberto Cabezas (52) también está ligado al sector de la educación; es el subdirector del Colegio Los Conquistadores pero también padre de tres hijos grandes. “Tengo sentimientos encontrados, pasamos por todos los estados de ánimo, de ver que por un lado hay pesimismo de que de esto no va a pasar y por otro, ver sentimientos de gratitud al valorar las cosas que aprendemos todos los días”.
Sus jornadas se basan desde ver temas que atañen a su colegio por reuniones Zoom, hasta preocuparse de sus padres, en especial de su madre con Alzheimer. “Con mi padre
tratamos de orientarla ya que despierta algo extraviada y me preocupo que tengan su almuerzo en su casa, ya que somos vecinos, nos turnamos con mis hermanos para ayudarlos y compartir un rato con ellos. Por la tarde también estoy atento siempre a lo que pase o necesite el colegio”.
Roberto hoy extraña también su vida social y laboral. “Soy más de piel, de amigos, de conversar un rato ya sea en la calle hasta en la casa, en un pub, donde sea. Una vez que termine el confinamiento solo quiero tener una buena pichanga con mis amigos, sin saber cuánto podré correr (risas)”. Y hablando más serio piensa que esta crisis nos hará más fuerte. “Vamos a aprender que tenemos que cuidarnos y mirar con otros ojos desde nosotros mismos, no ver la maleza de nuestro vecino sino que la propia y que esta maleza puede ser igual de bella”, analiza.
EMPRENDEDORES DESDE CASA
Carolina Donoso (42) junto a su marido tienen una pyme ligada al rubro de la cafetería por lo cual están hoy paralizados y sin sus ingresos normales. Confinados desde marzo, la que mejor se ha sentido es su madre que vive con ellos porque se ha sentido muy acompañada al tenerlos siempre en casa. “He vivido la cuarentena desde el 17 de marzo de este año en mi casa junto a mi hijo, mi marido y mi madre. Mi día comienza a las 8.15 cuando despierto a mi hijo para sus clases virtuales, tras lo cual tomamos desayuno. Como ninguno de los adultos que está en casa hoy tiene trabajo, hemos podido hacer esas cosas que antes no se podían por falta de tiempo, como ver maratones de series en Netflix, jugar en línea con amigos, almuerzos en el comedor con sobremesa incluida, hacer aseo más profundo y sin el apuro de antes, cocinar o experimentar en la cocina y/o pastelería, además de tejer “, añade. “No poder salir ni siquiera a la esquina de tu cuadra merma todos los ánimos. Además, al principio era difícil conciliar el sueño y tenía pesadillas. Los estados de ánimo fluctuante son frecuentes y a veces pasas, que cualquier pequeña pelea, se convierte en una grande, es que el encierro lo agranda todo”.
ADULTOS MAYORES EN CUARENTENA
Más de 52 mil habitantes de la Región de O´Higgins son mayores de 75 años, según el último informe del programa de Conocimiento e Investigación en Personas Mayores (Cipem), estudio realizado por la Universidad del Desarrollo y Caja Los Héroes, lo que representa el 5,3% de la población total de esta zona. De esta manera se convierte en la séptima región del país que tiene una mayor proporción de adultos mayores de 75 años respecto a su población total. Otro dato importante es que el 24,7% del total de este grupo vive en Rancagua, seguido por San Fernando (8%), Rengo (6,1%) y San Vicente (6%). En tanto, Navidad es la zona que tiene una mayor proporción de habitantes con esas características entre sus vecinos, con un 10,6%.
Desde el 15 de mayo los mayores de 75 años entraron a una cuarentena obligatoria de acuerdo a lo dictado por la autoridad sanitaria, resguardando la salud, enfrentando muchas veces la soledad y aprendiendo sobre conectividad digital para seguir comunicados con sus seres queridos. Es que debieron cambiar forzosamente los besos y abrazos de los nietos por saludos detrás de una cámara.
Para evitar un deterioro mental y físico mayor al que ya estaban arriesgándose, es que el pasado 25 de julio el Gobierno terminó con esta medida estricta y los autorizó solo a salir durante los días lunes, jueves y sábado entre las 10 y las 12:00 horas o entre las 15 y las 17:00 horas, para aquellas comunas en etapa de cuarentena (Paso 1) y en transición (Paso 2), mientras que en las comunas en preparación(Paso 3) y apertura inicial(Paso 4) pueden salir durante 60 minutos, entre las 11 y las 12:00 horas o entre las 15 y las 16:00 horas, todos los días de la semana solo con la idea de salir a caminar por lo menos dos cuadras a la redonda de su domicilio.
Renán Osvaldo de 76 años, en la comuna de Rancagua, ha pasado la cuarentena solo con su esposa, ayudando a los quehaceres de casa, haciendo algunas adecuaciones en el hogar y ahora aprovechando este periodo permitido para salir a caminar cerca de su hogar, lo mismo que antes hacía con frecuencia. “Lo más difícil del confinamiento, el no poder hacer ni recibir visitas además de no estar con la familia. Por eso el estado de ánimo ha estado bajo, el físico algo cambiado al no poder acceder a una mayor actividad”. En su familia bromean con su frondosa cabellera blanca que no logra cortar desde marzo pasado. “Espero asistir a la peluquería apenas pase todo esto, También poder ir al médico y poder reagendar todos mis controles y exámenes de salud”.
En la misma comuna vive don Samuel Morales(78) quien desde marzo a la fecha ha pasado su tiempo libre dedicado a concretar algunas reparaciones en su casa, atender plantas, cultivar algunas verduras y preocuparse del jardín, leer periódicos, algunas revistas, jugar cartas, carioca, escoba, sacar puzles, etc. “No he salido de casa, salvo en dos oportunidades a cobrar la Pensión a Banco Estado y dos días a comprar pan a 50 metros de mi casa”, asegura.
Lo que más extraña es que al ser presidente de un Club de Adulto Mayor, hoy no lo puede hacer. “Nos reuníamos todos los jueves y realizábamos convivencias casi todos los meses”, recuerda. “Toda esta pandemia la he pasado junto a mi esposa ya que nuestros hijos viven en sus respectivos hogares. El hijo llega frente a nuestra casa, pero ni siquiera ingresa al patio, porque en su trabajo se relaciona con mucha gente. La hija en cambio, guarda su vehículo en nuestra patio así es que la vemos más”, nos cuenta. Asimismo, cree que este aislamiento le ha producido cambios emocionales, que expresa en su opinión. “Nunca había visto tanta gente paseando perros a toda hora. Un día me puse a contar cuantos vehículos transitaban por la calle que vivo y prometo que no menos de 10 cada minuto o sea 600 a la hora y donde vivo no es el centro de la ciudad. También me ha impactado ver mucha gente paseando, familias enteras con niños, y después nos quejamos que las autoridades no hacen programas adecuados”.
En síntesis, este confinamiento, nos ha llevado a transmitirles a nuestros adultos mayores la mayor tranquilidad posible para fortalecer los lazos y lograr que no se sientan abandonados. La idea es que este asilamiento y distancia física que debemos tener hacia ellos no se transforme en un aislamiento social total.