RECORDANDO… Por Héctor González V.
En la víspera del Día de la Independencia de Chile es propicio recordar los nombres de quienes están ligados con nuestro Himno Nacional y que para muchos permanecen en el olvido.
El maestro Manuel Robles Gutiérrez fue autor de la música del primer Himno Nacional de Chile, para cumplir con el anhelo del Libertador don Bernardo O´Higgins como Director Supremo, de que la Patria tuviera un Himno y una Bandera definitiva. La letra le fue encomendada al poeta patriota don Bernardo de Vera y Pintado.
Manuel Robles nació en Renca, en 1780. Falleció en Santiago en 1837, a la edad de 57 años. El Himno fue tocado y cantado por primera vez, el 20 de agosto de 1820, en una Velada de Gala con que se inauguró el primer Teatro construido en Santiago. Era, además, la fecha del cumpleaños de don Bernardo O´Higgins.La ejecución del Himno fue el número principal del programa. Los asistentes recibieron su interpretación con unánimes y sostenidos aplausos, vítores y manifestaciones de alegría.
En 1829, la música de Robles fue reemplazada por la del maestro español don Ramón Carnicer. El Himno Nacional definitivo, fue escrito por el poeta Eusebio Lillo e interpretado por primera vez el 17 de septiembre de 1847, en un día como hoy.
El poeta Eusebio Lillo A los 18 años de edad obtuvo el premio de la Sociedad Literaria de Santiago, por su poema “Canto al Dieciocho de Septiembre”. Además de poeta fue periodista, escribiendo en periódicos y revistas. Fue uno de los participantes en la revolución de 1851. Derrotados los revolucionarios, estuvo preso y fue desterrado a Valdivia. Se vio obligado a irse al Perú, en donde trabajó en periodismo. Regresó por unos años a Chile y después nuevamente al Perú y más tarde a Bolivia por más de 10 años.
A su regreso fue designado Alcalde de Santiago y después Intendente de Curicó. Al estallar la guerra de 1879 se incorporó al Ejército y lo designaron Secretario General de la Escuadra.
El Presidente Balmaceda le solicitó la organización de su primer Ministerio. Antes de su trágica muerte, el mismo Mandatario, le confió a Lillo su “Testamento Político”, para que lo difundiera. Después, Lillo se apartó de la política y de la vida activa, para pasar sus últimos años alejado, dedicado a su casa campesina, sus tierras y sus flores. Falleció el 8 de julio de 1910, con 84 años de edad.