Héctor González.
Hasta hace 90 años la principal calle de Rancagua, Independencia, no tenía pavimento. Solo estaba cubierta por piedras enterradas, sobre las cuales, de vez en cuando, pasaba una “aplanadora”, pesado vehículo municipal, provisto de un enorme rodillo. Popularmente se le conocía como “la bicicleta del alcalde”…
Pero, el 28 de octubre de 1931, un día como hoy, la Municipalidad dio la feliz noticia de que los trabajos que se estaban realizando se intensificarían, lo que significaba que en pocos meses más estaría terminado el tramo que faltaba: dos cuadras, entre las calles Astorga y San Martín.
No fue fácil ni barata la tarea de pavimentar la calle principal de la ciudad. Primero se tuvo que proceder a los trabajos de construcción del alcantarillado, con una gran excavación al centro de las cuatro cuadras que salían desde la Plaza. Además, había que conectar el alcantarillado con cada uno de los domicilios hacia ambos lados. Eso significó que las casas o negocios quedaran casi sin acceso, debiendo la gente pasar sobre improvisados “puentes” de tablones. Las redes de agua potable también tuvieron que ser reinstaladas.
Se debió proceder también al levantamiento de los rieles del tranvía que recorría la calle y que nunca más fue repuesto.
Grabados en los recuerdos de mi niñez, están esos meses que se hacían interminables, con “protestas” (de palabras) de los vecinos y de todos los habitantes del pueblo, apoyados por artículos en el diario.
Parecía que nunca iba a llegar el día en que la pavimentación estuviera terminada y se pudiera pensar en que también habría que pavimentar en el futuro todas las demás calles de la ciudad.
Cabe recordar también que la primera calle que se pavimentó en Rancagua fue Carrera Pinto, pero antes, se hizo una especie de “ensayo”, con una cuadra de la calle Calvo, para que la gente supiera qué significaba “pavimento” y las autoridades calcularan cuánto significaba en pesos, este “lujo” urbano.