La opinión de Manuel Polgatiz
Periodista y comentarista deportivo
El golazo de Alarcón en el epílogo del partido hizo explotar de alegría a Rancagua. Se gritó con el corazón en la mano y piel de gallina. Muchos escondieron el celular o taparon la pantalla del computador para ver un partido relevante en horario anormal y en medio de la jornada laboral.
Los niños corrieron a sus escritorios para sentarse cerca de la tele y seguir con las aburridas y poco prácticas clases Online. Los grandes se pusieron los audífonos y en el minuto 82 saltaron de sus sillas para apretar el puño y mirar al cielo. La vorágine consumista y sin sentido en el centro de la ciudad, se detuvo un instante para envolverse en abrazos cargados de emoción y frenesí.
Fueron 9 meses de gestación para ver renacer a O’Higgins, que de los últimos 12 puntos en disputa ha conseguido 7, una marca que a la luz de los hechos comienza a transformarse en una proeza quimérica o en un relato pretérito extraído de alguna mitología de gigantes con armas de papel.
Esta batalla continúa, pues, el fuego cruzado no cesa. Las trincheras celestes están ataviadas y armadas hasta los dientes. Es la única forma de enfrentar el infierno que se viene, donde solo la unión hará la fuerza que empuje este carro desvalido y en rodaje, pero que al parecer comienza a engranar sus piezas distantes.
No puedo evitar pensar en aquellos hinchas que humedecieron sus ojos con este triunfo agónico, tampoco en los que han mordido polvo por tanta mala decisión. Pero estoy seguro que todos tienen el mismo hambre para derrotar la pobreza futbolística, que nos llevó al descalabro deportivo.
Hay tiempo y respaldo divino, porque el negro Meléndez sigue vivo y presente. Gran capitán, espero que tu cumpleaños haya sido más feliz con estos tres puntos en el bolsillo.