La idea era magnífica. Todos nos imaginábamos viajando cómodamente en modernos troleybuses, deslizándose silenciosamente por las calles. Muchos ya los conocíamos en nuestros viajes a Santiago en donde los problemas de movilización colectiva ya estaban solucionados por una flota de esos excelentes vehículos, no contaminantes, en los que era una delicia transportarse.
La Municipalidad de Rancagua estaba estudiando el proyecto. Se decía que antes de fines del año ya se habrían logrado acuerdos con una empresa extranjera interesada en extender sus servicios a ciudades fuera de la capital.
El 23 de noviembre del año mencionado, en un día como hoy, se informaba que existían las conversaciones previas con la Empresa “Berthel, Donoso y Cía”. Y todo marchaba “como sobre ruedas”…
Una línea uniría a Rancagua con Machalí, prolongando la Alameda rancagüina hacia el oriente. Otra línea, desde Rancagua hacia el sur, pasaría por Los Lirios, Requínoa, Rengo, hasta Pelequén,
Pero, como siempre existen los“peros”, no se dijo exactamente lo que pasó, pero lo cierto es que el proyecto quedó en “pana”… Se suponía que al reanudarse las actividades después los meses vacacionales de enero y febrero, se retomaría el proyecto y que a más tardar en 1952, los troleybuses inaugurarían su primer recorrido.
Algo tuvo que pasar, porque de los hermosos troleybuses rancagüinos nunca más se supo!…
—