En la ciudad de Vicuña, cercano a la casa en que naciera Gabriela Mistral, vino a la vida el poeta Carlos R. Mondaca Cortés, el 29 de noviembre de 1881, ocho años antes que la maestra. Creció viviendo intensamente los mismos paisajes, junto al mismo río, en el famoso Valle del Elqui.
Después de estudiar en su tierra nativa, ingresó al Instituto Pedagógico y comenzó su carrera de profesor de castellano en el Liceo Valentín Letelier de Santiago. Alcanzó la cumbre como pedagogo, al asumir la Rectoría del Instituto Nacional, en el año 1926.
Junto con dictar clases de castellano y literatura, fue creando poesías que lo han sobrevivido, publicadas en periódicos y revistas y recopiladas en dos obras impresas, con los títulos de “Por los caminos” y “Recogimiento”.
La mayoría de ellas impregnadas de tristezas, reveladoras de estados de su alma, oscurecida con sombras de la muerte. Dice en una de ellas, dirigiéndose al fantasma de su madre fallecida:
“¡Yo no sé nada!…¡No sé nada!
Muero en las sombras del vivir.
Tú que viviste, sombra amada,
ven a decirme qué es morir!”…
El poeta, enfermo de tuberculosis, se refugió en el hogar que tuvo en La Cisterna, junto a su esposa Isabela y sus hijos. Allí falleció, en un día como hoy, el 26 de noviembre de 1928, a los 47 años de edad. Su hora había llegado. Mencionada en uno de sus recordados poemas:
“El Reloj”
“Pájaro fatídico, de rígidas alas.
Fantasma de brazos grotescos e inertes.
Sombría silueta, que muda señala
todos los caminos que llevan a la muerte”.