La opinión de Manuel Polgatiz
Periodista y comentarista deportivo
La selfie final en el mismo campo de juego, es la expresión corporal del feliz momento grupal y futbolístico que vive O’Higgins. No era un partido fácil, menos ante el conjunto que aún representa a Chile en Copa Sudamericana. Si a eso suma la interrupción por suspensión de dos partidos, el rendimiento era una incógnita en el estadio Sánchez Rumoroso.
Sin embargo, de principio a fin, el partido siempre fue “Celeste”. Maciza actuación, que ya no es una casualidad, sino más bien, una certeza palpable en los puntos y en la tabla de ubicaciones. ¿se comienza a alejar el descenso? NO y ni imaginar un relajo absurdo que otra vez acerque los fantasmas y haga sufrir a la fiel hinchada rancagüina.
Muy por el contrario, quizás ahora cambiaron los objetivos y se abre un voraz apetito por alcanzar a los de arriba, pero de ahí a imaginar que estás a salvo de los potreros, solo sería una talla de mal gusto en tiempos de pandemia. Frente a Coquimbo, la construcción del juego siempre fue fluida, con punteros rápidos y eficientes (Castro y Arancibia), un arquero que ataja y buen mozo (dijo una amiga) y un “9” que las emboca después de tanta critica pretérita.
Dalcio encontró su once ideal y ya sabemos los nombres de memoria. Eso es señal de avance y solidez. Regresan los abrazos y las risas, se juega con alegría y felicidad, esto es el fútbol, más que una pasión, es la vida misma con altos y bajos.