“Estando los discípulos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; más al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera. Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? Él dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti…” Mateo 17:22-27
¿Por qué habría monedas en el agua? La respuesta se encuentra dentro de la cultura oriental. En Oriente las personas practican su religión orando y ofrendando. La oración y la ofrenda iban juntas. Las ofrendas se debían hacer secretamente, lanzándolas al agua.
En la época de Jesús, el mar de Galilea no era la excepción. Las monedas que los fieles arrojaban al agua como ofrenda son las que el pez seguramente guardó en su boca hasta que alguien lograra capturarlo. Así que cuando Pedro obedeció la orden de Jesús, pescó y encontró la moneda en su boca.
Quien tiro la moneda nunca imagino que Dios tenía con ella un propósito muy especial.
Sin embargo, lo más impactante de esta historia no es el milagro de la moneda en la boca del pez – que por sí solo lo es – sino la presciencia de Cristo. Jesús tenía – y tiene – el conocimiento pleno de las cosas que suceden incluso debajo del agua. Sabía que habría un estatero que había sido arrojado al fondo del agua. Sabía que habría un pez que tomaría la ruta por donde estaba esta moneda y que la tragaría. Y también sabía que sería el primer pez que Pedro pescaría. Pedro tuvo que haber quedado maravillado al encontrar precisamente la moneda que Jesús le dijo que encontraría. Sin duda, este milagro es uno de los más asombrosos en cuanto a la omnisciencia de Dios.
Si Jesucristo sabe lo que está dentro de un pez, sin duda que también sabe lo que está en lo profundo de nuestro corazón.
Con este milagro, Cristo nos quiere hacer entender que Él puede hacer cualquier cosa para proveernos de todo lo necesario, y que ha de ser a su manera, no a la nuestra. Jesús nos hará encontrar todo lo que nos haga falta, en los lugares y momentos menos esperados, en formas divinas y no únicamente terrenales.
Sólo tenemos que creerle cuando nos da instrucciones y nos pide seguir sus pasos. Sólo tenemos que aferrarnos a su Reino espiritual y renunciar a creer solamente en las fuentes convencionales de sustento. Dios tiene para nosotros mucho más de lo que podemos creer o esperar. Él es la fuente más asombrosa de nuestro sustento.
“Mi Dios, a su vez, proveerá a todas sus necesidades, según su inmensa riqueza en Cristo Jesús.”
Filipenses 4:19
Pastor: Alejandro H. Cabrera C.