“Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Juan 11:21-25
Marta no imaginaba que estaba a punto de escuchar, sus oídos pudieron escuchar una de las declaraciones más gloriosas que se hayan dicho alguna vez. Cristo le dice “Yo soy la resurrección y la vida…”.
Todos nosotros podemos decir “yo estoy vivo”, pero ninguno puede afirmar “yo soy la vida”. Eso sólo puede hacerlo el Señor. Sólo Dios tiene vida en sí mismo. Todo ser creado toma su vida del Creador. El evangelista Juan nos dice: “En él estaba la vida” El Apóstol Pablo en su predicación al pueblo de Atenas en el areópago les dice “Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas, por Él vivimos, nos movemos y existimos”
Él nos dio existencia y Él sostiene la vida en nosotros. Si en este momento usted está respirando y su corazón está latiendo, es porque el Señor lo está sosteniendo. Por esta razón debemos honrar y glorificar a Dios nuestro Creador y dador de la vida. Cada vez que nos demos cuenta que estamos respirando, cada vez que pongamos una mano en nuestro pecho y sintamos latir nuestro corazón, recordemos que es el Señor quien nos dio la vida y la sostiene en nosotros.
Pero Él no solo “da” vida: Cristo es la vida misma, la fuente de toda vida. Cuando esa vida viene a un mundo en el que el pecado y la muerte reinan, El, es luz para la humanidad perdida, muerta en sus delitos y pecados.
Cristo no sólo es la vida, sino que también es la resurrección. volviendo a la vida aquello que estaba muerto, estropeado, arruinado y destruido por el pecado. Él restaura, renueva y vivifica aquello que había sido cubierto por el manto de la muerte, por efecto del pecado.
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Jn. 3:36).
Hoy el dolor, la enfermedad, la aflicción, la muerte, son parte de los efectos del pecado, más Jesús en la Cruz venció la muerte y nos dio la victoria, la vida. La vida es bella cuando nos disponemos a caminar junto a Jesús dador de la vida.
Jesús nos dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”
Pastor: Alejandro H. Cabrera C.