Convengamos primero en que quien desarrolla proyectos inmobiliarios no es una persona que carezca de recursos. La naturaleza de un proyecto inmobiliario requiere de un gran capital para intentar llevarlo a flote, una cifra de dinero que la inmensa mayoría de los chilenos nunca poseerá, y la mayoría de ellos ni siquiera imagina. No solo tiene asegurado su futuro quien pretende ese proyecto, sino también sus descendientes. El negocio inmobiliario es un negocio de la fronda aristocrática y económica de Chile, no es un negocio para quienes viven económicamente ajustados su vida.
Cabe preguntarse entonces ¿cuál es la necesidad de hacer nuevos proyectos inmobiliarios de segunda vivienda pasando por encima del sentir ciudadano y poniendo en riesgo humedales, cerros, bosque nativo y similares? Ejemplos para ello hay muchos: las dunas de Concón, el humedal de Puente Negro en Batuco, los cerros de Papudo, todos ecosistemas amenazados por proyectos inmobiliarios que no reparan en destruir ambientes para enriquecerse, intentando echar mano a cuanto resquicio legal le permita hacerlo. La destrucción del cerro Punta Pite en Papudo es una clara muestra de ello.
La respuesta a la pregunta del párrafo anterior está en una sola palabra: codicia, ese afán desmedido de riquezas que se ha transformado en el mal de nuestros tiempos. Codicia de ganar más y más dinero no respetando a nadie ni nada, salvo que la ley los ponga en manifiesta evidencia. Codicia es también influir en planos reguladores para que se permita construir más y más, no importando en este caso el bienestar de quienes comprarán sus proyectos. ¿Sabe, por ejemplo, el afuerino que llega a Papudo, al que se le ofrece departamento a pasos de la playa, que no tendrá la playa a metros, sino que deberá tomar su auto, enfrentar una gran congestión y pagar estacionamiento para disfrutar una playa lejos de la que le prometieron? No les importa el bienestar de la comunidad, solo seguir acumulando riqueza.
Hoy por hoy, ni las consideraciones ambientales ni las sociales frenan al cáncer inmobiliario. Igual que la enfermedad, avanza poco a poco, destruyendo ambiente y sociedad, hasta acabar con el entorno. Qué tremendo desafío es para el país terminar con esto. Será difícil mientras la riqueza sea el fin, y mientras las universidades enseñen a sus profesionales que el éxito se mide en millones en su cuenta, no en el reconocimiento de su aporte al bienestar social.
Óscar Mercado Muñoz
Director Programa de Sustentabilidad de UTEM