Esta madrugada, y producto del Covid, en el Hospital Regional en Rancagua falleció el destacado cantor a lo humano y lo divino Fancisco Astorga.
El poeta oriundo de Codegua, Profesor de Educación Musical, Pancho Astorga tocaba el guitarrón, la guitarra traspuesta y el rabel, tres tradicionales instrumentos chilenos, y fue un formador de nuevas generaciones, con discípulos directos como los poetas y payadores Manuel Sánchez y Hugo González Hernández, ambos nacidos en 1973. Su trabajo también fue cercano al de las payadoras Cecilia Astorga, su hermana, y Myriam Arancibia, su compañera, y actuó con frecuencia en encuentros de payadores como los de Casablanca (provincia de Valparaíso), Putaendo (provincia de San Felipe de Aconcagua), Portezuelo (provincia de Ñuble) y El Rincón, en su natal Punta de Codegua.
Es autor del libro Renacer del guitarrón chileno (1996), un proyecto ejecutado en conjunto con el cantor y guitarronero Juan Carlos Bustamante. En paralelo, Astorga fue uno de los organizadores de los encuentros de canto a lo divino efectuados en la Basílica de Lourdes y el Templo Votivo de Maipú, en Santiago, y está entre los poetas populares chilenos que más han representado este oficio en otros países, con visitas a España (1992), Argentina (1992), Bolivia (1995), Brasil (1998), Italia (2000), Israel (2000), Ecuador (2001) y Puerto Rico (2001), que terminaron por hacer de él y de su voz profunda y cálida uno de los principales motores del canto a lo poeta en Chile. La Academia Chilena de la Lengua lo reconoció en 2006 con el Premio Oreste Plath.
Pancho Astorga solía ser invitado cada año al Te Deum ecuménico de Fiestas Patrias y cantó en las visitas de los papas Juan Pablo II y Francisco I.
Francisco Astorga Arredondo: Premio Oreste Plath 2016
Presentación a la Academia Chilena, 26 septiembre 2016
El inmenso río de la lengua, llega a tener cauces majestuosos. Pero otros siguen inaparentes. Hay flujos en silencio. Hay hilos de plata reconocida. Hay de hierro filudo. Es imposible percibir por donde transitan todos los caudales. Por ejemplo, hay un universo acuático sub-sole. Acerca de tal ámbito, debiéramos siempre ser más cautos; por ejemplo, al responder la pregunta ¿cuándo el hablar, o el cantar, o el rezar, o el soñar, en voz alta, comienzan a ser arte, auténtico e imperecedero? Es algo así, como con las palabras de la poesía misma. Sobre ella, muchos juicios se sostienen apenas temporalmente.
Criterios dominantes, demasiado elitistas, iban mostrándose insuficientes y hasta caprichosos. El premio Oreste Plath, que en su segunda versión, que hoy concede la Academia Chilena de la Lengua al poeta Francisco Astorga Arredondo, es un reconocimiento, lo más temprano posible, a un universo sub-terra. En un antes próximo, no se podía reconocer adecuadamente, tal vez, a la poesía enjundiosa del canto a lo humano, a lo divino, y al arte de la paya. El vuelco casi copernicano del pensamiento estético y antropológico de nuestra cultura, tiene algunas diversas fechas en su andar. Hoy, este 26 de septiembre de 2016, constituye un hito genuinamente histórico. Es así porque el premio Oreste Plath, que la Academia Chilena de la Lengua otorga ahora, es un acontecimiento de trascendencia cultural para nuestra patria. Sí, la poesía popular entra ahora muchísimo más, por la puerta ancha de la Academia Chilena de la Lengua, a un sitial que desde siempre le correspondía. Aquí, esta convocatoria, presiento, tiene algo de un vuelco de campana. Pero hay un Juan Bautista, un precursor de lo que ahora acontece. Éste ha sido nuestro hermano académico Oreste Plath, quien ha instituido y prestado el nombre al galardón que hoy entregamos.
También ocurre hoy algo así como una reparación. En efecto, el conjunto de la cultura, ha vivido demasiado tiempo de espaldas a genuinas y altas formas, de las artes populares.
En esta casa nuestra recibimos hoy, con admiración y gratitud, al cultor y profesor universitario Francisco Astorga. Él es algo así como un hito viviente y simbólico. Cachapoalino de la localidad llamada «O’Higgins de Pilay», en la comuna de Mostazal. En él se encarnan venas de una auténtica tradición tempranísima, de claro origen hispánico. Y con parentescos en otras culturas mediterráneas.
|Francisco Javier Astorga Arredondo, es además, un distinguido académico de la Universidad Metropolitana de las Ciencias de la Educación (UMCE). También ha sido nombrado, con autoridad, con el título de Patrimonio Viviente de su comuna nativa: San Francisco de Mostazal. Francisco Javier imparte, en el departamento de música de su universidad, lecciones de guitarrón chileno, rabel, guitarra traspuesta, guitarra folclórica, y de saberes que alumbran otras materias del arte ancestral nuestro. Por todo ello, ha recibido ya diversos reconocimientos, desde diferentes y señeras instancias.
En algún acto de premiación, habló con noble y límpida inmediatez campestre, confidenció en voz alta un hondo sentir suyo. Expresó que cuánto le ocurre a él, en este orden de las cosas, le sucede a quienes llama «su familia», su «gente». Por ejemplo, él explicó: «Ahora, además de ser el vecino Francisco Astorga, soy ‘patrimonio cultural’. Y para la gente, tiene valor el que yo tenga ese título». Por lo tanto, este premio Oreste Plath, lo recibe Francisco en una presencia vicaria de un vigoroso pueblo que poetiza con belleza y rigor a «la chilena», fórmula consabida, pero que en esta tarde resuena con la más noble pertinencia.
La cuarteta y la décima, son vetas de su guitarrón. Rompe esquemas consabidos, cuando afirma que el Canto a lo Poeta, es lo más vigente… «incluso, más que la misma cueca». Y enseña también que las dos cuerdas de la vihuela, tienen parentesco directo con el laúd; y que incluso junto con el canto gregoriano, dejaron rastros en las genealogías de nuestro arte rural cantado.
La insigne condición campesina de nuestro hoy premiado, se ha entretejido con lo urbano, porque la vida de la persona, al cambiar de geografía, lleva en su morral de cuero bravo, todo el arte desde donde viene. Así, lo manifiesta Francisco Astorga. Su voz propia, traslada su agua del arroyo agreste, al fragor de la movilización colectiva capitalina. Nos cuenta así: «Hasta en el Transantiago me viene una idea, y yo, o la retengo, porque soy de muy buena memoria, o la anoto». Vale decir, que nuestra lírica rural, se ha tomado en Francisco Astorga el muy mentado y urbanísimo Transantiago…
En esta sesión solemne, a todos aquí, nos llega un viento del Cachapoal. Nuestro amigo premiado recibe un espaldarazo que, en verdad, ya era impostergable. Hoy se le honra con el premio Oreste Plath. Pero el premio Oreste Plath, a su vez, se hace más válido y justo con el nombre de Francisco Astorga Arredondo. Sí, el galardón atesora hoy autoridad y altura, y extiende su ámbito genuino. Nuestro septiembre de chilenía se aquilata con nuestro guitarrón de veinte cuerdas.
P. Joaquín Alliende Luco, Académico de la Lengua