La agricultura, que es el segundo sector productivo con mayor aporte al PIB, es conformada por cada vez más mujeres agrícolas, quienes representan junto con los hombres el 15,3% de la fuerza laboral en la Región de O’Higgins.
La mujer agrícola se define como la que desarrolla en forma dependiente o independiente, remunerada o no remunerada una actividad silvoagropecuaria, y se puede clasificar en dos: las productoras agrícolas (jefas de explotaciones y familiares no remuneradas); y las asalariadas agrícolas en forma permanente o temporal.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) destaca que en América Latina y el Caribe las mujeres representan una proporción sustancial de la fuerza de trabajo agrícola y que aproximadamente dos tercios de la fuerza de trabajo femenina de los países en desarrollo participa en este tipo de labores. En Chile, según los datos publicados por ODEPA, la trabajadora agrícola ha incrementado su participación respecto del total de ocupados a nivel sectorial, de un 25,3% a un 26,4% entre 2013 y 2018. Este aumento se traduce en la incorporación de cerca de 10.000 nuevas trabajadoras al sector, equivalente a un 4,7% de crecimiento de la fuerza laboral femenina en esta área en los últimos 5 años. En particular, en faenas o labores asociadas a la cosecha y packing frutícola, en las que la participación de la mujer es considerada muy relevante desde el punto de vista de la manipulación y cuidado que la fruta requiere.
Asimismo, de 301.376 predios silvoagropecuarios registrados en el país, el 26,6% pertenecen a propietarias mujeres. No es todo, datos de INDAP en 2018 confirman que, de un total de 155.889 agricultores participantes en sus programas, el 44,7% son mujeres.
Respecto a la cantidad de estudiantes de Ingeniería Agronómica, que en un inicio era una carrera típicamente masculina, hoy registra un 43% de ingenieras agrónomas tituladas respecto al total. Este balance se ha mantenido en las aulas desde hace dos décadas en numerosas universidades de Chile, incluida la Universidad de O’Higgins.
Ahora bien, a pesar del aumento en el número de mujeres participando en el mercado laboral agrícola, las brechas de género asociadas a la participación son aún un tema pendiente para resolver. Si bien existen nuevas políticas públicas que buscan promover y facilitar los canales de inserción y permanencia de las mujeres, aún hay aspectos relativos a la calidad y las condiciones de trabajo que limitan las posibilidades de lograr su pleno desarrollo y autonomía.
Resultados de la encuesta de AGCareers.com sobre “Roles de género e igualdad en los negocios agrícolas” en los Estados Unidos muestran que los hombres se sienten más respetados en un lugar de trabajo agroindustrial que las mujeres. La mitad de ellas señalan que han sentido discriminación por género en sus lugares de trabajo. Las respuestas también mencionan la diferencia en los salarios, donde tradicionalmente los hombres ganan más y ocupan cargos más altos.
Por otro lado, en el caso de las mujeres rurales, un estudio realizado en pandemia por PRODEMU, evidencia que ellas sienten que su trabajo es “poco valorado” y altamente invisibilizado por el conjunto de la sociedad. A lo anterior se suma que la situación sanitaria mermó fuertemente sus ingresos debido a las brechas de alfabetización y de conectividad digital en las zonas rurales.
No existe una pauta concreta para cerrar la brecha de género, pero algunos principios básicos son universales: el gobierno, las comunidades agrícolas, la academia y la sociedad civil deben trabajar juntos para eliminar las discriminaciones, promover la igualdad de acceso a los recursos y oportunidades, garantizar que las políticas y los programas agrícolas tengan en cuenta la dimensión del género y oír la voz de las mujeres.
Hoy en día los estereotipos y las barreras impuestas están cambiando y continuarán transformándose poco a poco gracias a la labor de las mujeres en la agricultura. Si bien no es un cambio que se da abruptamente, las organizaciones y los trabajadores ya han transformado su percepción para que las mujeres también participen y mejoren la industria. Lograr la igualdad de género permite también potenciar el desarrollo agrícola y la seguridad alimentaria de la región.
Dra. Catalina Pinto Palacios
Jefa de carrera Ingeniería Agronómica, Escuela de Agronomía y Veterinaria
Académica del Instituto de Ciencias
Agroalimentarias, Animales y Ambientales – ICA3
Universidad de O’Higgins