Un nuevo año de vida inmortal ha cumplido una de las más famosas mujeres del mundo, Gabriela Mistral cuyo espíritu se alejó de la tierra,, el 10 de enero de 1957, en la ciudad de Nueva York.
Ella había presentido, en uno de sus poemas, que teniendo “sólo su destino como almohada”… le llegaría ”una muerte callada y extranjera”…
Murió lejos de su tierra chilena, lejos de su amado Valle de Elqui, pero su cuerpo inmóvil, volvió a su Patria y a su valle, como ella lo habría querido a la falda del Montegrande, para seguir recibiendo el cariño de la gente.
Es en esa, su tierra, en donde la custodian los cerros, la perfuman las flores, las frutas, los pastos y los árboles y la cubren las brisas que mueven las ramas y las hojas, y el aire de efluvios misteriosos que la impregnó de poesía.
Allí estaban su casa campesina y su escuelita rural, en la que recibiera e impartiera la educación que fue el norte de su existencia y v razón de su vivir.
Lucila Godoy Alcayaga, la niña que naciera en Vicuña el 7 de abril de 1889, transformada en Gabriela Mistral, recibió su consagración en la ciudad de Estocolmo, en Suecia, al recibir de manos del Rey de ese país el laurel del Premio Nobel de Literatura en 1945, máximo galardón de las letras en el mundo.
La voz de Gabriela podemos escucharla cada día leyendo sus palabras, en las hojas de sus obras, como “Desolación”, “Ternura”, “Tala”, Lagar”, o en sus “Sonetos de la Muerte”, versos de amor y de dolor que le abrieron las puertas de la fama en 1914.
Uno de sus amigos, el literato ecuatoriano Benjamín Carrión, escribió un libro sobre ella con el título de “Santa Gabriela Mistral”, que publicó pese a que ella le pidió por cablegrama que le cambiara el título.
A propósito de títulos, el catedrático Roque Esteban Escarpa, que fuera Director de la Academia Chilena de la Lengua, tituló uno de sus libros sobre Gabriela: “Una mujer nada de tonta”.