Rara vez ocupamos este espacio para comentar sobre O’Higgins. Y precisamente no nos referimos al padre de la patria, sino que al club de fútbol, ese que tiñe Rancagua de celeste.
El sábado, en su partido frente a Universidad Católica, se vio un desahogo que, según recuerdo, no se había visto en el estadio El Teniente desde su remodelación.
El triunfo del “Capo” por 2-1, donde tuvo que defender la ventaja producto de que el equipo visitante se vino contra el arco local, llenó de nerviosismo a los forofos que acudieron a las tribunas y también a quienes se quedaron en casa mirando la TV.
Y el protagonista de este hecho fue el entrenador celeste, Mariano Soso. A sabiendas que vive el fútbol intensamente, el DT tenía claro que debían mejorar ostensiblemente tras sucumbir en Curicó en la fecha anterior. Esa goleada de 0-5 removió los cimientos del equipo y los hizo cambiar del cielo a la tierra en pocos días.
De ahí que Soso, una vez pitado el término del encuentro, corrió a la cancha, abrazó a sus futbolistas y los llevó a festejar la victoria con dedicatoria a la galería.
Así como acostumbran otros equipos en el mundo, este O’Higgins se dirigió hacia “La 16” para enarbolar sus camisetas y para tomarse una fotografía junto a sus hinchas.
Lo que en días previos pareció ser un divorcio a raíz de los malos resultados, hizo resurgir el amor por los colores. Rancagua es celeste. En la cancha se sufre, y Soso lo sabe.
Por: Ricardo Obando, Editor.