Hace ya un tiempo que es normal hablar de la expansión, influencia y alcance que están teniendo las redes sociales y su utilización con fines políticos. Más allá del uso que se otorgue a las redes, de los dimes y diretes, de las polémicas en 140 caracteres lo cierto es que de alguna u otra forma la relación entre representantes y representados ha encontrado formas y canales hace una década desconocidos.
Sin embargo, esas oportunidades conviven con algunas desviaciones. La más evidente convertir la comunicación en una simple producción de mensajes cuyos contenidos apelan solo a aspectos superficiales.
Algunos las han convertido en un instrumento más al servicio del marketing del emisor del mensaje, que dé la interacción con sus receptores, con frases grandilocuentes resaltadas y compartidas por los partidarios y contestadas o ignoradas por los detractores. Donde abundan la anécdota, una foto y un breve texto descriptivo de una reunión con una autoridad de nivel superior o una actividad socialmente masiva.
Eso no es un verdadero debate donde las ideas se intercambian e incluso se modifican en la sana negociación más allá de la imposición. La clave de la comunicación política a través de redes sociales está en los receptores, no en quién la origina. El político ya no es -o no debería ser- el centro de atención. Para ello están las reuniones de partido o los encuentros con simpatizantes.
Es que a final las redes sociales no son más que otras herramientas para la comunicación y no una comunicación en sí mismas y lo que hoy se exige es transparencia y participación, una ciudadanía empoderada ansia poder influir sobre decisiones y conductas, pero para ello hay que plantear ideas, opinar, participar del debate sobre temas relevantes y contingentes.
Lamentablemente, la imagen de un político que sonríe y que pasa la mayor parte de su tiempo mostrándose dinámico en las redes sociales ha reemplazado el carisma, las ideas y la acción. Algunos incluso piensan que ha reemplazado la política. Es discutible, pero concedamos que a lo menos ha introducido otra forma de hacer política.
Pero claramente lo que sucede en redes sociales si bien permite tener una visión del momento, no es la realidad. Son más quienes no entran o solo participan como espectadores del debate digital que quienes forman parte de un trendic topic.
Pese a lo que muchos digan, las redes sociales en realidad son una herramienta, una gran herramienta, pero no más que eso. Lo que sucede en la red con suerte es una realidad virtual donde cada vez es más difícil diferenciar lo verdadero de las fake news.
Luis Fernando Gonzalez
Sub director