Es bien sabido que la obesidad ha ido en aumento en los últimos años generando un problema a escala mundial. De hecho, según los datos publicados por la OCDE el año 2019, el 74% de la población adulta en Chile (de 15 años y mayores) sufren sobrepeso u obesidad, siendo el país con más alta tasa de dichas problemáticas de esta organización, situándose por encima de México (72,5%) e incluso de Estados Unidos (71%). Además, en el contexto actual de la pandemia causada por Covid-19, Chile fue catalogado como el segundo país que más ha subido de peso en el continente según el último estudio de la consultora internacional Ipsos.
Esta condición está ligada al riesgo de desarrollar diversas enfermedades, las cuales pueden llegar a ser altamente perjudiciales para nuestra salud, tales como la diabetes, hipertensión y problemas cardiacos, entre otros. Sin embargo, la obesidad también se asocia a problemas de salud mental que no solo incluyen a la depresión o trastornos de ansiedad, sino que además a otras dificultades, como problemas de aprendizaje y memoria o diferencias de respuestas ante distintas recompensas, las que, en conjunto, subyacen al deterioro cognitivo. Además, cabe destacar que en algunos casos, hijos de madres con obesidad presentan problemas de rendimiento cognitivo y de funcionamiento afectivo y social, así como también trastornos del espectro autista o déficit atencional. Esto conduce a pensar que las primeras etapas del desarrollo cerebral intrauterino son sensibles al IMC elevado durante el embarazo; entonces, cabe preguntarse si los riesgos asociados a la obesidad se pueden transferir a los descendientes durante el periodo prenatal.
Diversos estudios han hecho aproximaciones acerca de ello, tanto en animales con obesidad inducida, como en humanos en periodo postnatal. Uno de ellos analizó a recién nacidos de madres con sobrepeso, estudiando el impacto a nivel neurológico causado por la obesidad prenatal materna en sus descendientes, notando diversas alteraciones relacionadas a un IMC elevado durante el embarazo, como por ejemplo, cambios en el control cognitivo en los infantes, un proceso importante para regular la impulsividad.
Es por ello que, actualmente en el contexto de la pandemia, este se ha vuelto un tema bastante relevante, ya que no solo ha ido en aumento la tasa de obesidad, sino también la cantidad de embarazos.
Esto provoca una situación bastante preocupante, ya que aunque exista cierta evidencia de que el sobrepeso materno puede provocar alteraciones en sus hijos e hijas, en muchas ocasiones la madre suele despreocuparse de su aumento de peso durante el embarazo. Sin embargo, aún queda la pregunta de si estas alteraciones se pueden desarrollar incluso antes del nacimiento y de qué manera esto se vería reflejado en la futura descendencia.
Investigaciones internacionales
Es por ello que investigadores de la Universidad de California, Berkeley, decidieron realizar una investigación sobre el impacto del IMC prenatal materno en el desarrollo del cerebro fetal humano, realizando las mediciones antes del nacimiento. Este estudio se llevó a cabo mediante el uso de una resonancia magnética funcional, una técnica no invasiva que permite obtener imágenes de las regiones activas del cerebro mediante campos magnéticos. De este modo, se recolectaron datos de 109 mujeres participantes entre 18 y 38 años, que tenían entre 26,4 y 39,6 semanas de gestación, siendo embarazos únicos. Además, para poder ser parte de este estudio, estas tuvieron que cumplir ciertas condiciones, como por ejemplo no contar con contraindicaciones para la resonancia magnética, como el uso de un marcapasos o presencia de material ferromagnético, y tampoco presentar sospechas de anomalías en el sistema nervioso central del feto, entre otras. De estas participantes recopilaron no solo información sobre el IMC, sino también datos demográficos y de salud tanto física como mental, para así poder analizar si estos aspectos influyen o no en los resultados junto al IMC alto prenatal materno.
Seguido de ello, los investigadores analizaron el comportamiento del cerebro fetal para observar qué áreas se activaban en simultaneo; como en un árbol de navidad, no todas las luces se encienden al mismo tiempo, sino que siguen un patrón. Lo mismo pasa con el cerebro, hay zonas que se “encienden” en simultáneo frente a ciertos estímulos. De este modo estas “luces”, que las clasificaron como regiones de interés (ROI), fueron agrupadas en 16 subredes neuronales, las que abarcaban las distintas zonas del cerebro; así se pudo investigar si en estas áreas, específicamente en la corteza prefrontal, la ínsula y el cuerpo estriado, habría un cambio en la conectividad funcional debido al IMC materno, es decir, una variación en la capacidad del cerebro para que estas zonas se activaran al mismo tiempo.
Su hipótesis no estaba tan lejana a la realidad que mostraron los resultados, ya que, si bien al momento del estudio no se encontró asociación entre el IMC con la salud física o mental de las madres, sí encontraron que la fuerza de la conectividad entre dos de estas subredes, llamadas ínsula anterior izquierda / circunvolución frontal inferior y la corteza prefrontal bilateral, variaba con el IMC materno, viéndose una mayor conectividad dentro de un mismo hemisferio y una menor conectividad entre hemisferios distintos del cerebro fetal. Cabe destacar que, aunque en este estudio particularmente no se haya evidenciado una relación entre la salud materna y su IMC, eso no significa que el riesgo a contraer enfermedades tales como diabetes, hipertensión o depresión no sea real, ya que están ampliamente documentadas estas asociaciones, que se presentan como comorbilidades.
Estas áreas en conjunto cumplen un rol importante respecto a la relación que tenemos con la comida, ya que la ínsula anterior izquierda está asociada con el procesamiento de la información relacionada con los alimentos y el apetito, y la corteza prefrontal se relaciona con el control cognitivo, incluida la regulación de la conducta alimentaria. Es por ello que para los investigadores no fue sorpresa evidenciar alteraciones en estas zonas, además es sabido por los neurocientíficos que en adultos con un IMC elevado estas áreas del cerebro se ven afectadas; sin embargo existía la duda de si estas alteraciones podrían ser inducidas incluso en etapa prenatal, hecho que se confirmó con este estudio.
A pesar de ello, dicha investigación cuenta con ciertas limitaciones, como por ejemplo, el hecho de que el IMC ha mostrado ser ambiguo según sexo y etnia, lo que lleva a que no se pueda determinar un punto de corte estandarizado para medir obesidad durante el embarazo. Por otra parte, esta medida tampoco toma en cuenta datos como la composición corporal, la cantidad de nutrientes consumidos o los hábitos de salud del individuo, por lo tanto la medición del IMC puede ser un parámetro no muy preciso en general. Sin embargo, aunque existan estas limitaciones, en este estudio se demostraron alteraciones importantes en la descendencia de mujeres con el IMC elevado, hecho que no puede ser ignorado, puesto que esta situación puede afectar en su comportamiento alimentario, incluso hasta la edad adulta.
Actualmente la obesidad ha sido catalogada como tema controversial por distintos grupos, lo cual ha generado diversas opiniones, ya que se ha hablado mucho sobre la salud, el amor propio o aceptarse a uno mismo. Una gran parte de las personas considera a movimientos como el “body positive” como gente fomentando la obesidad, cuando realmente habla de cuidarse a uno mismo en base al amor propio y no al odio hacia el cuerpo. Tomando ello en cuenta, y rescatando los datos de la investigación, en lugar de que la sociedad se centre en simplemente ver y juzgar al prójimo, podría centrarse más en fomentar buenos hábitos de salud física y difundir información sobre nutrición tanto a menores como adultos, y especialmente a personas embarazadas, para educar a la gente en un estilo de vida sano y cuidar el desarrollo neuronal de las próximas generaciones. También es importante tener en cuenta que, al igual que se tiene cuidado con otros aspectos durante el embarazo, como la restricción de ciertos alimentos, alcohol, entre otros, no se debería subestimar el aumento de peso durante la etapa de gestación, ya que como se demostró, un IMC elevado en el embarazo puede causar alteraciones en el desarrollo cerebral del futuro bebé.