Seguramente usted habrá visto y recordará la famosa película “Volver al futuro” en la que actúan los laureados actores Michael J. Fox y Cristopher Lloyd, trama que se desarrolla en un pueblo llamado Hill Valley, lugar en donde se destacaba la presencia de un imponente reloj y que en todas las sagas aparece y representaba un símbolo de aquel pueblo en la película.
Hasta ahí, seguramente no hay nada extraño pero existe algo de verdad y similitud entre el reloj del film y un reloj que está en nuestra ciudad de Rancagua.
Desde hace mucho tiempo he buscado recuperar un reloj para la ciudad y en esta oportunidad solo espero que las redes sociales ayuden a masificar esta idea.
Quién sabe desde cuando está, pero en plena plaza de Los Héroes hay un reloj en la cima del edificio de la ex gobernación de Cachapoal, al lado sur oriente. Reloj que permanece quieto, en silencio, como esperando recobrar la vida que antaño tuvo y que hoy enmudecido por el paso del tiempo guarda esperanzas de volver a cantar con su clásico sonar de campanas para marcar las doce del día.
Este cronometro cubierto por una hermosa cúpula desde su altura, ha visto pasar innumerables generaciones por la principal plaza de nuestra ciudad, pero quien sabe dónde ni cuándo a las autoridades o los encargados de mantenerlo en funcionamiento se les olvidó ocuparse de él, de cuidarlo, de que su engranaje, su minutero y segundero dictaran el pasar de las horas.
Quizás el reloj se equivocó en un segundo o las nuevas tecnologías lo reclamaron para el olvido, ¿será que estaba viejo para seguir contando con sus servicios?, o tal vez se avejentó como los hacen los seres humanos y bien se sabe que en Chile a los viejitos se les lleva muchas veces a los asilos o comienzan a ser un estorbo.
Son muchas las interrogantes y no se encuentra una respuesta razonable para tanto desprecio con un artículo que, si bien, es un simple reloj bien merecido y ganado tiene el agradecimiento y el aprecio de quienes alguna vez vieron en él la hora para seguir con sus rutinas.
Cuantas personas exclamaron al ver el reloj “me queda tiempo” o “voy atrasado”, cuántas generaciones de estudiantes jugaron a contar las campanadas o escucharon la leyenda de quien las contaba le iría muy bien en la odiosa prueba coeficiente dos.
Sí, ese es el reloj de la plaza, un instrumento que espera en silencio obligado que alguien se acuerde de él y que las nuevas generaciones lo retornen a la vida y lo conozcan para volver a cantar con su tic tac que la hora continua inexorablemente para todos y todas.
Pero, si buscamos en nuestros propios recuerdos encontraremos a otro amigo que estaba ubicado en el Paseo Independencia con San Martín y del cual nadie supo nada más y que también debiera volver a su lugar.
Bueno sería que las autoridades miren al reloj de la plaza como un patrimonio histórico y hagan las inversiones necesarias para que este viejo y querido amigo de la ciudad vuelva a acompañar las horas nuestras de cada día. Mientras esto no ocurra, el reloj seguirá detenido en la hora que dio por última vez a una ciudad que hoy clama su retorno. Si esta nota llega al alma de los rancagüin@s seguramente el clamor popular se hará sentir para que regrese del pasado al futuro. Hoy hay mucha tecnología pero no dejemos olvidado al viejo reloj, porque arto que nos sirvió cuando esa misma tecnología aun no existía. Y esta historia no será una película de ciencia-ficción como la de Hollywood, será acá mismo en Rancagua y… una de verdad.
Jorge Ibarra Espinoza
Dirigente vecinal, social, deportivo y cultural de Rancagua