“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Juan 14:2
La paz era un anhelo de los judíos ya que ellos habían vivido por años en guerra y sometidos al cautiverio por diferentes naciones, sin embargo, esperaban que el Mesías estableciera la paz en Israel por medio del dominio militar y el establecimiento de su reino, pero la verdad es que la paz que Jesús traía era muy diferente a la que ellos esperaban.
Hoy en día el mundo vive turbado en conflicto, en guerra lleno de preocupaciones y temores, pero el Señor nos ofrece esa seguridad y serenidad que tanto necesitamos, su perfecta paz.
Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy…” En este versículo, la palabra paz se traduce por: serenidad, seguridad y tranquilidad.
En el Antiguo Testamento la palabra hebrea que se traduce como paz es Shalom y es una palabra que encierra todos los beneficios de vivir en paz y expresa el verdadero deseo de aquel que desea vivir una vida llena de seguridad, prosperidad, salud y satisfacción.
Dios les pidió a los sacerdotes que ellos fueran los que con sus labios se lo declararan a los israelitas, el texto bíblico dice: “Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz”, Números 6:23-26.
Estos versículos se conocen como la oración sacerdotal y en ella podemos ver el deseo de Dios de desearle a su pueblo la verdadera paz. Si revisamos esta oración veremos que la consecuencia de una vida en paz es producto de recibir la bendición de Dios, su protección divina, de hallar gracias a sus ojos y alcanzar su misericordia, en esto consiste la verdadera paz.
Jesucristo, es nuestro único Sumo Sacerdote que proclama con sus propios labios la paz de Dios: “La paz os dejo, mi paz os doy.”
El deseo de Cristo es traer la paz al corazón de los seres humanos, y lo cierto es que solamente Él puede traerla porque es a través de su obra salvadora en la cruz del calvario que esto se produce, por ello el apóstol Pablo nos enseña que uno de los resultados de la justificación es la paz: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”, Romanos 5:1.
Cuando Cristo perdona nuestros pecados, su sangre nos limpia de todos pecados de tal manera que aquella enemistad que existía entre nosotros y Dios desaparece, ya que lo que nos separaba eran nuestros pecados, pero ahora por su gracia hemos sido reconciliados, y si reconciliados, bendecidos por Dios e incorporados a una nueva vida llena de esperanza y gozo, y en esto consiste la paz.
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.” Hoy en día la gente busca la paz, pero no la podrá alcanzar, porque solamente Cristo puede otorgarla. Hoy en día la supuesta paz que el mundo ofrece está basada en la seguridad militar, social o el poder de un gobierno, pero estas cosas son frágiles y no pueden garantizar la verdadera paz.
Jesucristo es el príncipe de paz. Mientras tengamos a Cristo viviendo en nosotros mediante el poder del Espíritu Santo, somos llenos de la paz de Dios, que es uno de los frutos de su Espíritu. “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” Juan 16:33
Pastor: Alejandro H. Cabrera C.