Cuando se avanza hacia la realización de una nueva constitución uno de los temas que siempre surge en la antesala de una elección es la obligatoriedad del voto, dada la baja participación en elecciones pasadas.
Así, solo unos pocos años después de que fuese aprobado el voto voluntario se vuelve a la obligatoriedad. Así el voto de este 4 de septiembre será obligatorio y la ley establece una multa de 3 utm a quien no cumpla con esta obligación.
Con la obligatoriedad se busca una manera de asegurar una mayor legitimidad al sistema político en general. Sin embargo, este argumento, olvida que gran parte de la culpa de la baja participación la tienen los propios políticos al no haber sido capaces de encantar a amplios sectores de la población para que concurriesen a votar, y el propio Estado de Chile que en algún momento pensó que eliminar las clases de historia, o las horas de educación cívica no traerían consecuencias. El voto voluntario fue el precio a pagar por la inscripción automática cuya implementación estuvo plagada de errores.
También olvida que otra forma de fomentar el voto es facilitar el acceso al mismo. En tiempos de pandemia donde hasta los juicios o las sesiones del congreso se realizaron de manera telemática poco se entiende el que no se haya avanzado más hacia un voto electrónico, votar en días distintos o en el local de votación más cercano, sea cual sea, y donde este y no en el que el sistema me designa.
Al mismo tiempo, la decisión voluntaria de muchos de no votar también es un mensaje. Por ejemplo, puede significar que simplemente que las opciones electorales no me representan, en este escenario desde quienes plantean la necesidad de la obligatoriedad del voto señalan que los electores tienen la posibilidad de votar entonces nulo o blanco, pero en la práctica esta opción no trae ninguna consecuencia, porque igualmente alguien saldrá electo.
En este sentido se podría explorar la opción que ante una mayoría de votos nulos se debería llamar a un nuevo proceso con nuevos candidatos, al mismo tiempo que existan reales posibilidades para que un independiente fuera de lista pueda ser elegido sin necesidad de ir en una lista que lo hace entonces someterse al sistema de partidos políticos.
Sin embargo, no deja de ser cierto que una democracia viva necesita de una alta participación para que se resuelvan materias fundamentales para el país, y que este nuevo marco nos identifique a todos. El sufragio es un deber ciudadano y también un derecho, pero si no se educa sobre la importancia del voto, no se notan cambios, o los políticos siguen con los mismos discursos o el sistema electoral sigue propiciando las elecciones con votaciones muy bajas, arrastrados por compañeros de listas más votados, por muy obligatorio que sea el voto no se garantiza una alta participación y cuando el tema atrae e importa, como en el plebiscito de entrada al proceso constituyente la participación sube, por lo mismo es de esperar que obligatoriedad o no la participación este 4 de septiembre debiese ser igual de alta, sino más allá del resultado hay un mensaje de la población que no necesariamente es leído, y que después de años puede formar parte de un estallido de rabia acumulada de difícil manejo. Cualquier semejanza con el pasado reciente del país es mera casualidad…o no.
Entonces, si bien el voto obligatorio parece ser una medida sensata, no hay que olvidar que solo es una medida transitoria que solo ataca a los síntomas y no a la causa radicada en una entendible y profunda desconfianza popular en la política. Las ansias de cambio están presentes; la pregunta es sobre que tipo de cambio queremos. Parte de la respuesta habrá que darla en poco más de un mes más. Tema a parte es el debatir sobre la legitimidad de una nueva constitución en el escenario de ser aprobada solo por unos pocos votos de ventaja. Aunque en democracia un voto más siempre marcará la diferencia.
Luis Fernando González
Sub Director