Julio César Moreira
Fotos: Nico Carrasco
Recuerda haber quedado “encantada” con las sábanas “de números” que su madre le regaló, cuando era muy niña.
Julie Celis Cabezas admite que, junto con ser su primer encuentro con las matemáticas, ese hecho fue una premonición de que, con los años, se convertiría en ingeniero civil industrial.
La escogimos a ella para, desde su mirada de mujer, homenajear a quienes ejercen esta profesión, generalmente ejercida por hombres. Esto al celebrarse hoy el día internacional de la mujer en ingeniería.
-¿Alguien te presionó por escoger una carrera que, a menudo no es preferencia de mujeres?-
No. Me presionaron más cuando estudié agronomía. Ahí me decían que ese era un mundo más de hombres. Pero cuando entré a civil comprobé que el 90 por ciento de mis compañeros eran hombres y nosotras sólo el 10 por ciento.
-Por ser mujer ¿notaste algún trato diferente, tanto de parta de tus compañeros, como de los profesores?-
Al principio uno siente que tiene que demostrar que se la puede, que está interesada, que te cruje- por decirlo de una forma-y que tienes las capacidades intelectuales. Pero esto ocurre en todas partes y no tiene que ver con ser mujer.
-Antiguamente se decía que los profesores incentivaban a las mujeres para que abandonaran carreras presuntamente destinadas a hombres. ¿Ya no es así?-
Cuando estudié (terminó el 2013) ya había un cambio. A mí no me tocó eso. Ahora es más delicado el que un profesor sea así.
-¿Te resultó fácil o difícil ingresar al mundo laboral?-
Al principio no fue fácil. Pero eso tiene que ver con que uno es joven, mujer y recién titulada. Una vez adentro, una igual tiene que demostrar que tiene capacidades. El cargo se debe ganar, al igual que el respeto.
-Y tu relación con los trabajadores-
Trabajé en el rubro de la construcción y ellos eran muy respetuosos. Te tratan, por supuesto, distinto y no como a sus pares. De todas maneras existe una barrera o división, al momento de hablar. No se expresan, por respeto, como lo hacen entre ellos.
Lo que sí me paso es que una vez llamé a un trabajador. Al rato me llamó su hija preguntándome por qué lo hacía, qué estaba haciendo con él; casi sugiriendo que yo tenía algo con el caballero. Eso tiene que ver con el estereotipo de que si te llama una mujer la connotación cambia.
Por eso, como mujer, en esta profesión, una tiene que evitar algunas cosas como reírse, porque puede ser interpretado como coqueteo. Pero, de a poco se nos ha ido integrando. Ahora podemos entrar a ese mundo, conocerlo, que te dejen surgir, crecer y no quedarte pegada en una función.
-Entiendo que ejerciste funciones más administrativas. ¿Puede una mujer llegar a jefa, en los lugares de la parte más dura de la ingeniería industrial?
Es un poco más complicado estar donde las papas queman; pero no imposible. He conocido mujeres que se la pueden. No basta con tener un título. Es necesario tener carácter, saber pararse ante la gente.
-¿Para eso tienes que actuar como hombre?
Como una mujer normal; pero tampoco puedes generar mucha confianza. En el mundo de ellos, por ejemplo, usan groserías. Una mujer no puede ser así. Ahí hay una diferencia sustancial.
-¿En este espacio ganado en la ingeniería, algo tienen que ver movimientos como el feminismo?
Es algo más que los movimientos. Las personas que están en la “revuelta” y todo eso, no son como las que nos esforzamos o trabajamos . Ellas son de otro rubro de trabajo.
-¿Cuál es el aporte de las mujeres en la ingeniería?-
Por naturaleza, las mujeres somos detallistas y organizadas, con virtudes que no tienen los hombres. La mujer está intelectualmente capacitada para todo.
Lo que nos puede jugar en contra es que somos más emocionales. Ellos son más fríos para tomar decisiones.
-¿Por qué la ingeniería tendría que carecer de emociones y sentimientos?-
Por eso, esa “debilidad” de la mujer no es mala y debe estar en la ingeniería. La ingeniería puede ser femenina. Nosotros podemos aprender de la parte masculina, más estrictas o taxativas, a la hora de tomar decisiones.
Cuando hombres y mujeres tomamos la decisión de embarcarnos en una carrera como la ingeniería, debemos hacerlo con el corazón y la cabeza.
-¿Te consideras una cabeza cuadrada, como se les dice a los ingenieros?-
Uno debe tener su lado cuadrado, para lograr cosas. Eso tiene que ver con la dedicación, el orden y el ser metódico. De lo contrario, las cosas no funcionan. Todos los extremos son malos.
De empleada a pequeña empresaria.
Para esta profesional rancagüina, la obligación de un ingeniero es ser creativo, ingenioso y osado. De lo contrario, afirma, ella no habría podido tomado de la decisión de formar su propio emprendimiento.
Con dos hijos- uno de 16 y otra de 2-, el 2017 instaló una pastelería- ahí en la Villa Tuniche, a la altura del 1138- apoyándose en las virtudes de su profesión.
Vendió su vehículo y otros bienes, para embarcarse en la aventura. La llamó “La Queta”, en honor a su abuela Enriqueta. Le arrendó la casa a su madre y partió.
-¿Cómo fue este salto de ser empleada a propietaria de una pequeña empresaria?-
El primer día de clases, mi profesor dijo que “ingeniero” viene de ingenio. Es decir, una persona que siempre anda en busca de. El ingeniero no se queda quieto. Siempre busca una mejor alternativa. Eso es ser un buen ingeniero.
-¿Se requiere, entonces, para ser mujer ingeniero, ser osada?-
Esos son los que llegan lejos. Por eso yo les digo a mis hijos que no basta con hacer las cosas. Hay que hacerlas bien, con el corazón y la cabeza. Los desafíos, como la inclusión en el mundo laboral, el emprender, pasan por ser fiel a lo que una cree ser merecedora. Así se abren todos los caminos.