La opinión de Manuel Polgatiz
Periodista y comentarista deportivo
A veces nos cuesta reconocer las virtudes del otro, es más, siempre caemos en la definición fácil de los errores y los defectos. Pero esta vez hay que reconocer una cosa: O’Higgins encontró en el barro del sur, una pequeña luz de esperanza, para seguir avanzando en la tortuosa ruta empedrada que ellos mismos construyeron.
¡Pero qué más da! Si el triunfo renueva las esperanzas y alimenta el alma, incluso cuando las condiciones atentan contra las voluntades forzadas de un proceso acabado.
Se abrió el cielo encapotado y emergió sol entre las montañas. Dos goles que brindan alegría y felicidad inconmensurable, en medio de la crisis desatada. Es la exigua reconciliación en plena discusión, pero “todos tenemos un amor que nos complica la vida”.
No existe en este planeta, un ser humano en condiciones de repudiar esta afirmación, ni el fútbol un hincha que no avale tal condición. Los “Celestes” se han transformado en un desvelo indeseado, en un cariño distante y en una pasión inigualable que, a pesar de sus caídas, sigue más vigente que nunca.
Dicen que una “golondrina no hace verano”, pero vaya que sirven los tres puntos para escapar del tormento y aquietar las gélidas entrañas en el camarín del técnico Soso.
“Todos tenemos un amor que nos rompe el corazón” y nos desnuda de dolor, pero qué le vamos a hacer si el amor no elige el color. Se viene el desafío de mantener el rendimiento, consolidar las convicciones y atenuar las incertidumbres.
El domingo hay por delante un desafío importante (frente a Universidad de Chile), que vale la pena jugarlo con los dientes afilados y la sangre burbujeante. Es de esas jornadas soñadas e iluminadas, que, a pesar de las peleas pretéritas y ya consumadas, suenan a reto fulminante pasando la marea.